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sábado, abril 25, 2009
lunes, septiembre 22, 2008
Una reflexión de José Balza sobre el carácter "parlanchín" del venezolano

La oralidad impenitente del venezolano no es mala. Vivimos en el trópico, un trópico lleno de sensualidad, de alegría, de luz, ¿por qué no vamos a expresar eso? Lo que ocurre es que esa oralidad exagerada puede convertirnos en un poco falsos, porque ofrecemos mucho y después no aparecemos. Sobre todo desde la mitad del siglo XX nos hemos habituado al ruido, hay demasiado. Alguna gente utiliza los aparatos de sonido como lengua. Los colocan en los balcones y en las puertas con un ruido endemoniado que sustituye la oralidad directa por la del merengue o la del rap. Nuestra oralidad, que es muy hermosa, se transforma así en una patología del sonido que nos convierte en inhumanos. Nos hace falta un poco de silencio". (vía el nacional)
Etiquetas: Arte total, Cuentos de la raza cósmica, El escritor y su circunstancia, Escritura creativa, Esto es Latinoamérica, Letras, Pensamiento y reflexión, Reflexión sobre Venezuela
sábado, agosto 09, 2008
Un repaso: algunos comentarios sobre la antología El futuro no es nuestro Narradores de América Latina 1970 y 1980
La antología publicada por la revista colombiana Pie de página, comienza a cosechar algunas frases interesantes en la web y rescatamos algunas de ellas:

"... el futuro no es nuestro. Como dice el antologador: ven y mira que aquí estamos: de espaldas al futuro, narrando el derrumbe." Ronald Flores, escritor guatemalteco.
"... la tarea de hacer una antología de plumas jóvenes de todo un continente es obviamente compleja, indigesta e insalubre(...) El futuro no es nuestro es un deleite por su diversidad y por sus propuestas desparpajadas que no buscan el cobijo de las viejas luminarias y santones latino americanos(...)". Grupo Buseta de Papel, Ecuador, citando a Naief Yehya, crítico mexicano autor de un texto introductorio a la antología.

"El primero [objetivo], el más importante, es que nos lean, así de simple: hacer ruido con nuestra literatura sin trucos publicitarios ni aspiraciones por aparecer en portadas de revistas extranjeras que nos digan cuán valiosos somos. Por esa razón, en la electrónica el acceso es gratis: nadie cobra nada. El segundo es leernos entre nosotros, delimitar un campo de acción propio, desaislarnos. Es curioso pero aunque geográficamente estamos muy cerca, es muy difícil para un autor/lector de Nicaragua o Panamá leer a un escritor de Uruguay o Ecuador..." Diego Trelles Paz en entrevista al Nuevo Diario de Managua, Nicaragua.
"Por eso, una antología es un acto subjetivo de selección y supongo que es un proceso de búsqueda que se inicia preguntando. Y Diego debió preguntar, como sucede en muchos lugares. ¿Eso desmerece el trabajo de Diego Trelles? Para nada, ese es el trabajo que debe hacer el antologador." Eduardo Varas, Ecuador.
"Los invitamos a participar de esta experiencia literaria en la cual, así como lo señala el escritor Naief Yehya (México, DF, 1963) en su texto introductorio, tendrán “la oportunidad de visitar pueblos antropófagos que tratan de preservar sus tradiciones en el mundo moderno, hijos de la revolución sandinista reeducados en el consumo, invasiones de gigantescas tortugas enfermas, enredos policíacos pesadillescos, superestrellas porno atribuladas por sus orígenes indígenas, asesinatos impunes y aparatosos actos sexuales (incluyendo un acto de perturbadora pedofilia). El futuro se parece al presente, pero como no es nuestro, nada mejor que ponerle una bomba y disfrutar el espectáculo pirotécnico”." Gabriel Rimachi Sialer, Perú.
"Sé, por lo que he visto, que la selección es bastante completa y se basa en criterios literarios, no de amistad (por ejemplo, yo mismo no conocía al autor de la antología antes de que me pidiera los textos). Estoy seguro de que vale la pena darle una vuelta, hay varios cuentos buenos y es una manera fácil de saber qué está escribiendo esta generación." Armando Luigi Castañeda, Venezuela.

"... el futuro no es nuestro. Como dice el antologador: ven y mira que aquí estamos: de espaldas al futuro, narrando el derrumbe." Ronald Flores, escritor guatemalteco.
"... la tarea de hacer una antología de plumas jóvenes de todo un continente es obviamente compleja, indigesta e insalubre(...) El futuro no es nuestro es un deleite por su diversidad y por sus propuestas desparpajadas que no buscan el cobijo de las viejas luminarias y santones latino americanos(...)". Grupo Buseta de Papel, Ecuador, citando a Naief Yehya, crítico mexicano autor de un texto introductorio a la antología.

"El primero [objetivo], el más importante, es que nos lean, así de simple: hacer ruido con nuestra literatura sin trucos publicitarios ni aspiraciones por aparecer en portadas de revistas extranjeras que nos digan cuán valiosos somos. Por esa razón, en la electrónica el acceso es gratis: nadie cobra nada. El segundo es leernos entre nosotros, delimitar un campo de acción propio, desaislarnos. Es curioso pero aunque geográficamente estamos muy cerca, es muy difícil para un autor/lector de Nicaragua o Panamá leer a un escritor de Uruguay o Ecuador..." Diego Trelles Paz en entrevista al Nuevo Diario de Managua, Nicaragua.
"Por eso, una antología es un acto subjetivo de selección y supongo que es un proceso de búsqueda que se inicia preguntando. Y Diego debió preguntar, como sucede en muchos lugares. ¿Eso desmerece el trabajo de Diego Trelles? Para nada, ese es el trabajo que debe hacer el antologador." Eduardo Varas, Ecuador.

"Sé, por lo que he visto, que la selección es bastante completa y se basa en criterios literarios, no de amistad (por ejemplo, yo mismo no conocía al autor de la antología antes de que me pidiera los textos). Estoy seguro de que vale la pena darle una vuelta, hay varios cuentos buenos y es una manera fácil de saber qué está escribiendo esta generación." Armando Luigi Castañeda, Venezuela.
Etiquetas: Curiosidades, Escritura creativa, Esto es Latinoamérica, Letras, Tela de araña, Up close and personal
lunes, agosto 04, 2008
Una antología: El futuro no es nuestro: escritores de la América Hispana 1970-1980

Se trata de una recopilación amplia que sirve de muestrario de la nueva literatura latinoamericana para que sea disfrutada por cualquiera que disponga de conexión a la red.
Esperamos la disfruten.
¡Salud por la nueva literatura!
Etiquetas: Escritura creativa, Esto es Latinoamérica, Letras, Tela de araña, Up close and personal
jueves, julio 19, 2007
Un golpe bajo a la risa: muere el "Negro" Roberto Fontanarrosa (comentario, relato y Pampita)
En medio del mundo actual de complicaciones por células madres, norcoreanos e iraníes jugando con fuego nuclear, chinos vendiendo hasta sus incalculables madres para soportar su economía, amenazas bacteriológicas amparadas en el Corán, el club de los socialistas gozones latinoamericanos, sus delirios y otras desviaciones, el humor es sin duda un elemento indispensable para mantener un cierto norte.
Y, no ha duda, hay humor y hay Humor.
Están dos o tres diálogos iluminados de Friends, capítulos enteros de Seinfeld, Los Simpsons, Cheers, Mad about you, las películas de los Monty Python o los hermanos Marx entre las expresiones populares. Pero está también esa complicada apuesta por el humor intelectual, el humor
sofisticado.
¡Si lo sabremos en Venezuela! La cuna de Leoncio Martínez, de Aquiles Nazoa, de Pedro León Zapata. También tenemos uno que otro "humorista-a-juro", pero será objeto de otra entrada.
Lo cierto es que aspiramos que este largo preámbulo haya servido para poner en contexto la trsite noticia de la muerte de Roberto Fontanarrosa, humorista argentino. Efectivo en la salida ocurrente, muy efectivo en géneros ya literarios como el relato.
Como vemos, un verdadero golpe bajo a nuestras sociedades tan necesitadas del alivio que provoca el humor para la crítica inteligente, para la parodia, para mirar todo desde un punto de vista diferente, desacralizarnos y reírnos de nosotros mismos.
No queremos regodearnos en la pena, así que, cortesía de Abanico, publicación de la Biblioteca Nacional de la República Argentina -que de repente en alguna dimensión los petrodólares venezolanos financian como a Sancor- presentamos uno de sus relatos más apreciados "El mundo ha vivido equivocado" en el cual, por medio de un aparentemente simple e inocuo diálogo entre dos amigos que conversan sobre un "día perfecto", nos descubrimos en mucha de la esencia común que tenemos como latinoamericanos. (la mina, en nuestra "edición", es Pampita)
¡Salud por el humor!
"El mundo ha vivido equivocado"
—¿Sabés cómo sería un día perfecto? —dijo Hugo tocándose, pensativo, la punta de la nariz. Pipo meneó la cabeza lentamente, sin mirarlo. Estaba abstraído observando algo a través de los ventanales.
—Suponete... —enunció Hugo entrecerrando algo los ojos, acomodándose mecánicamente el bigote, corriendo un poco hacia el costado el sexteto de tazas de café que se amontonaba sobre la mesa de nerolite-... que vos vas de viaje y llegás, ponele, a una isla del Caribe. Qué sé yo, Martinica, ponele, Barbados, no sé... Saint Thomas.
—¿Martinica es una isla? —preguntó Pipo, aún sin mirarlo, hurgando con el índice de su mano izquierda en su dentadura.
—Sí. Creo que sí. Martinica. La isla de Martinica.
Pipo aprobó con la cabeza y se estiró un poco más en la silla, las piernas por debajo de la mesa, casi tocando la pared.
—Llegás a la isla —prosiguió Hugo—... Solo ¿viste? Tenés que estar un día, ponele. Un par de días. Entonces vas, llegás al hotel, un hotel de la gran puta, cinco estrellas, subís a la habitación, dejás las cosas y bajás a la cafetería a tomar algo. Es de mañana, vos llegaste en un avión bien temprano, entonces es media mañana. Bajás a tomar algo.
—Un jugo —aportó Pipo, bostezando, pero al parecer algo más interesado.
—Un jugo. Un jugo de tamarindo, de piña...
—De guayaba, de guayaba —corrigió Pipo.
—De guayaba, de esas frutas raras que tienen por ahí. Calor. Hace calor. Vos bajás, pantaloncito blanco livianón. Camisita. Zapatillitas.
—Deportivo.
—Deportivo.
—Tipo tenis.
—No. No. Ojo, pantaloncito blanco pero largo ¿eh? No short. No.
Largo. Livianón. Bajás... Poca gente. Música suave. Cafetería amplia. Te sentás en una mesa y... se ve el mar ¿No? Se ve el mar. El hotel tiene su playa privada, como corresponde. Poca gente. Poca gente. No mucha gente. No es temporada. Porque tampoco vos vas de turismo. Vos vas por laburo. Una cosa así.
—Claro. —Pipo aprobó con la cabeza y saludó con un dedo levantado al Chango que se iba con una rulienta.
—Entonces ahí —Hugo estiró las sílabas de esas palabras anunciando que se acercaba el meollo de la cuestión—... a un par de mesas de la mesa tuya: una mina, sentadita. Desayunando.
—Sola —por primera vez Pipo mira a Hugo, frunciendo el entrecejo.
Hugo arruga la cara, dudando.
—Sola... o con un macho. Mejor con un macho ¿viste? Pero, la mina, te juna. Te marca. No alevosamente, pero, registra. La mina, muy buena, alta rubia, ojos verdes, tipo Jacqueline Bisset.
—Me gusta.
—La mina, poca bola. Marca de vez en cuando, pero poca bola.
—Jacqueline Bisset no es rubia.
—¿No es rubia? ¿Qué es? Castaña.
—Sí, castaña, castañona.
—Bueno... Pero ésta es rubia. Remerita azul, pantaloncitos blancos. Cruzada de gambas, fumando. Hablando con el tipo, recostada en el respaldo del silloncito. Esos silloncitos de caña.
—¿Silloncitos de caña? ¿En una cafetería? —dudó Pipo.
—Bueno, no —admitió Hugo—. Uno de esos comunes. O como éstos —giró un poco el torso y pegó dos tincazos cortos contra el plástico de un respaldo—. Pero con apoyabrazos ¿me entendés? Porque la mina está estirada, así, para atrás, medio alejada de la mesa. Mirando al tipo, cruzada de gambas. O sea, queda de perfil a vos. Pero... ¿qué pasa?
—¿Qué pasa?
—La mina se aburre. Se nota que se aburre. El tipo chamuya algunas boludeces y la mina hace así con
la cabeza —Hugo imita gesto de asentimiento— pero se nota que se hincha las pelotas.
—Y claro, loco...
—Entonces, entonces... —Hugo toca levemente el antebrazo de Pipo llamando su atención— Vos empezás a hacerte el bocho. Con la mina. ¿Viste cuando vos empezás a junar a una mina y no podés dejar de mirarla? ¿Y que entrás a pensar: "Mamita, si te agarro"? Vos te empezás a hacer el bocho. Claro, te hacés el boludo...
—Porque está el macho.
—No. Pero el macho no calienta. Porque está de espaldas. No te ve. No te ve. Vos te hacés el boludo por si la mina mira. Cosa de que no vaya a ser cosa que mire y vos estás sonriendo como un boludo, o que le hagás una inclinación de cabeza...
—O que se te esté cayendo un hilo de baba sobre la mesa.
—Claro, claro —se rió, definitivamente entusiasmado con su propio relato Hugo, haciendo gestos elocuentes de refregarse la boca con el dorso de la mano y limpiar la mesa con una servilleta de papel—. No. No. Vos, atento, atento, pero digno. Tipo Mitchum. Tipo Robert Mitchum.
—Bogart, loco. Vamos a los clásicos.
—Sí. Una cosa así. Fumando el hombre. Medio entrecerrados los ojuelos por el humo del faso. Un duro.
—Sí. A esa altura yo ya estaría duro.
—También. También. Pero con dignidad —sentenció Hugo—. Porque por ahí te tenés que levantar y tenés que salir encorvado como el jorobado de Notre Dame y ahí se te va a la mierda el encanto. Cagó el atraque. No. Vos, en la tuya. Juguito, un par de sorbos vichando por encima de las pajitas ésas de colores...
—Los sorbetes.
—Los sorbetes. Una pitada. Mirando de vez en cuando al mar. Pero vos siempre atento a la rubia que balancea lentamente la piernita y a vos...
—A vos te corre un sudor helado desde la nuca...
—Desde la nuca hasta el mismo nacimiento de los glúteos. Y una palpitación en la garganta... ¿viste? como los sapos. Que se les hincha la garganta.
—Lindo espectáculo para la mina si te mira.
—No pero eso te parece a vos desde adentro —Hugo golpea con uno de sus puños contra su pecho—. No. Vos, un duque. Un duque. Y... ¿viste? ¿Viste cuando vos decís: "Viejo, si esta mina me da bola yo me muero. Me caigo al piso redondo" Y que medio agradecés que la mina esté con un macho porque te saca de encima el compromiso de tener que atracártela. Pero por otro lado vos decís: "¿Cómo carajo no me le voy a tirar, si esta mina es un avión, un avión?" ¿Viste?
—Típico.
—Pero vos, claro, perdedor neto, también pensás: "Esta mina, ni en pedo me puede dar bola a mí". Porque es una mina de ésas de James Bond, de ésas bien de las películas. Un aparato infernal. Digamos, todo el hotel es de las películas. Con piletas, piscinas, parques, palmeras, cocoteros, playa privada...
—Catamaranes.
—Surf, grones, confitería con pianista, negro también. Una cosa de locos. Entonces vos decís: "Esta mina no me puede dar bola en la puta vida de Dios". Pero, pero...
—Al frente —indicó Pipo, con la mano.
—¡Al frente, sí señor! —se enardeció Hugo—. Al frente. Y por ahí, por ahí... el tipo se levanta.
—El tipo que está con la mina.
—El tipo que está con la mina se levanta y se pira. Le da un besito en la boca, corto, y se pira. A vos medio se te estruja el corazón porque pensás: "si el tipo éste la besó en la boca, es el macho. No hay duda".
Pipo meneó la cabeza, dudando.
—Porque uno siempre al principio tiene esa esperanza —prosiguió Hugo—, "Puede ser el hermano", piensa, "un amigo" "o el tío", que sé yo...
—O una tía muy extraña que se viste de hombre.
—También.
—Una institutriz de esas alemanas. Muy rígidas —documentó un poco más su aporte Pipo.
—Claro. Claro. Pero cuando el tipo le zampa un beso en la trucha ya ahí medio que se te acaban las posibilidades —Hugo se corta. Se queda pensando—. Aunque viste cómo son los yanquis. Se besan por cualquier cosa —aclara—. Ahí viene una mina y te da un chupón y es cosa de todos los días.
—¿Sí?
—Sí. Bueno, bueno. La cuestión que la mina se ha quedado sola en la mesa. El tipo se piró. Se fue. Y la rubia está en la mesa, mirando el mar. Balanceando la piernita. Y ahí te agarra el ataque. Ahí te agarra el ataque. ¡Está servida, loco! Sola y aburrida. Rebuena, para colmo.
—¡Qué te parece!
—Claro, primero vos esperás. Te hacés el sota y esperás. Porque en una de esas vuelve el marido. O el tipo ése que estaba con ella y es un quilombo. Entonces vos te quedás en el molde. Y te empieza a laburar el marote de que si te vas y te sentás con ella. ¿Qué carajo le decís?
—Y además la mina habla en inglés.
—No sé. No sé. Eso no sé —vacila Hugo.
—¿La mina no es norteamericana?
—No sé. Porque vos no la escuchás. Vos la viste que está ahí chamuyando con el tipo pero no escuchás en qué habla.
—Y... si habla en inglés te caga.
—Sí, sí —admite Hugo, turbado— pero esperá...
—Bah. Si habla en inglés, o en francés o en ruso, te caga.
—Pará, pará.
—Vos inglés no hablás, que yo sepa.
— ¡Pará, pará! —se enoja Hugo.
—Porque nosotros, acá, porque manejamos el verso, pero si te agarra una mina que no hable castellano...
—Oíme boludo. Pará. ¿Vos sos amigo mío o amigo de la mina? La mina puede ser francesa, por ejemplo, y saber un poco de castellano.
—O española —simplifica Pipo—. La mina es española.
—¡No! Española no. Dejame de joder con las españolas.
—¿Por qué no?
—Las españolas son horribles. Tienen unos pelos así en las piernas.
—Sí, mirá la Cantudo.
—No, no —se empecina Hugo—, dejame de joder con la Cantudo. La mina es una francesa tipo, tipo...
— ¿Por qué no la Cantudo?
—Tipo... ¿Cómo se llama esta mina? —Hugo golpetea con un dedo sobre el nerolite.
—Romy Schneider.
—No. No. Esta mina que canta...
—A mí dejame con la Cantudo y sabés...
—¡No rompás las bolas con la Cantudo! ¿Cómo se llama esta mina? —Hugo señala con el dedo a Pipo, ya cabrero— Mirá, el día que vos me vengas con tu día perfecto, muy bien, que la mina sea la Cantudo. Pero yo te estoy contando mi día. Además esta mina es rubia.
—Bueno —aprueba Pipo, reacomodándose algo en la silla—. La próxima vez que me cuentes tu día perfecto, vos quedate con la rubia. Pero que la rubia esté con la Cantudo y salimos los cuatro. Así...
—Está bien, está bien —concede Hugo sin dejar de rebuscar en su memoria— ¡Françoise Hardy! ¡Françoise Hardy! Un tipo así.
—Tampoco es del todo rubia.
—Bueno, pero de ese tipo. De cara medio angulosa. Jetona. Más rubia, eso sí. Y con esa voz así... profunda.
—Oíme —cortó Pipo—. Si no la escuchaste hablar. Decías...
—La mina es francesa —se embaló Hugo—. Pero habla castellano porque ha vivido un tiempo en Perú. ¿Viste que los franceses viajan mucho a Perú?
—¿Sí? —se interesa Pipo—. Se acomoda definitivamente erguido en la silla, gira y con un gesto pide otro café a Molina, el morocho, que está descansando contra la barra, aprovechando la poca gente de las once de la noche.
—Claro. Porque esta mina es una mina del jet-set. Una arqueóloga o algo así, que viaja por todo el mundo.
—Una cosmetóloga.
—O dirige una línea internacional de cosmética. Una línea suiza de cosmética —sopesa Hugo—. O diseña moda. Habla varios idiomas. Y entonces habla castellano con un acento francés, arrastra las erres...
—Como el dueño del hotel donde para Patoruzú —ejemplifica Pipo.
—Eso. Y tiene una voz profunda. Medio áspera. Como Ornella Vanoni.
—Ajá, ajá. Me gusta —aprueba Pipo, dispuesto a colaborar mientras se echa algo hacia atrás para permitir que Molina le deje, sin una palabra, un café, un vaso de agua, tire otros saquitos de azúcar junto al cenicero y apriete un nuevo ticket bajo la pata del servilletero.
—La cuestión es que la mina se quedó sola en la mesa, fumando —recupera el hilo Hugo— y vos estás ahí, haciendote el bocho, viendo cómo carajo hacés para atracártela. Para colmo todavía no sabés en qué carajo habla esta mina. Entonces, entonces, empezás a junar las pilchas, los zapatos, la remera, los cigarrillos que la mina tiene sobre la mesa para ver si dicen alguna marca, algún dato que te bata más o menos de dónde es la mina. La mina llama al mozo. Paga su cuenta. Vos ahí parás la oreja para ver si agarrás en qué habla, pero la mina habla en voz baja, como se habla en esos ambientes internacionales...
—Además la mina con esa voz profunda que tiene... —Pipo ha terminado de sacudir rítmicamente la bolsita de azúcar y se dispone a arrancarle uno de los ángulos.
—Claro. Agarra un bolso que tiene sobre otro sillón y ahí... ahí... Primero... —se autointerrumpe Hugo— cuando se para, ahí te das cuenta realmente de que la mina es un avión aerodinámico. De esas minas elegantes, pero que están un vagón. De ésas flacas pero fibrosas, ésas que juegan al tenis y que vos les tocás las gambas y son una madera. Entonces ahí, en tanto la mina se acomoda el bolso sobre el hombro y agarra los puchos y el encendedor de arriba de la mesa...
—Los puchos son Gitanes —documenta Pipo.
—Claro. Los puchos son Gitanes y tiene ¿viste? atado a una de las manijas del bolso, un pañuelo de seda, fucsia. Bueno, ahí, cuando la mina se levanta. Se da vuelta. Y te mira.
—¡Mierda!
—Te mira ¿viste? —Hugo está envarado sobre la silla, tenso. Una mano en el borde del asiento y la otra sobre el borde de la mesa. Los ojos algo entrecerrados miran fijo en dirección a la ventana que da a calle Sarmiento—. Te mira un momentito, pero un momentito largón. Ya no es la mirada de refilón... eh... la mirada de rigor de cuando uno mira a una persona que entra o que se te sienta cerca. No. No. Una mirada ya de interés. Profunda.
—Ahí te acabás.
—No. Vos... un hielo. Le mantenés la mirada. Serio. Sin un gesto. Como diciendo "¿Qué te pasa, cariño?". Claro, por dentro se te arma tal quilombo en el mate, se te ponen en cortocircuito todos los cables. "Uy, la puta que lo reparió, no puede ser", decís. "No puede ser. Dios querido". Pero le sostenés la mirada hasta que la mina da media vuelta y se va para la playa con el bolso al hombro.
—Y... —se sonríe Hugo— ¿Viste cuando las minas se dan cuenta de que las están junando, entonces caminan un poquito remarcando más el balanceo? —Hugo oscila sus propios hombros y el torso— ¿así? La mina se va para la playa, despacito. Matadora. Claro. Vos estás paralizado en la silla, tenés la boca seca y si te mandás un trago del jugo te parece que tragas papel picado. Cualquier cosa parece. Te zumban los oídos.
—Te sale sangre por la nariz.
—No. No. Porque ya te recuperaste. Ya te recuperaste —ataja Hugo—. Y ya empezás a sentir ¿viste? Esa sensación, esa sensación, ese olfato, esa cosa... de la cacería. ¿No? Para colmo, para colmo —Hugo vuelve a poner su mano sobre el antebrazo de Pipo para concentrar su atención.
—Ahá...
—Para colmo, la mina llega al ventanal, todo vidriado. Porque la parte de la cafetería que da al mar es puro vidrio —asesora Hugo—. Entonces cuando la mina llega a la parte de la puerta donde ya sale a la parte de playa, que hay una explanada y después está la arena, se para. Se para en la puerta, ¿viste? Como deslumbrada por el sol. Y mira para todos lados. Busca algo adentro del bolso con un gesto como de fastidio...
—Los lentes negros.
—Algo así. Lo que pasa es que la mina está aburrida. Y en eso, antes de salir ya del todo, gira un poco. Y te vuelve a mirar...
—Ahh... jajajá... —ríe nervioso Pipo.
—¿Viste cuando de golpe una mina te mira y vos no sabés...?
—Sí. Si te mira a vos o a alguien de atrás.
—Claro, claro, eso —se enfervoriza Hugo—. Que vos te das vuelta para ver si atrás no hay otro tipo, qué sé yo. Como para asegurarte.
—Sí, sí —se vuelve a reír Pipo.
—Pero no. La mina te vuelve a mirar a vos. Ya no tan largo, pero...
—Está con vos.
—Está con vos.
—La mina siempre seria —casi pregunta Pipo.
—Ah, sí. Sí. Seria. Juna pero ni una sonrisa. Los ojitos nada más. No. No se regala. Digamos...
—Insinúa.
—Eso. Insinúa... Entonces, vos, llamás al mozo. ¿Viste? —se divierte Hugo. Hace voz afónica— "Mozo"... No te sale ni la voz. Tenés la garganta seca. "Mozo". Firmás tu cuenta y ahí no más te mandás para la habitación. A los pedos.
—A la habitación.
—Claro. Porque vos ya viste que la mina se fue para la playa. O sea, la tenés ubicada y un poco la seguridad de que la mina se va a quedar ahí. Entonces vas a la habitación y te pones la malla, cazás una toalla. Una revista...
—Ah. Eso sí. Imprescindible. Un libro...
—Sí. Sí, sí. Un libro, una revista, cualquier cosa, para llevar debajo del brazo y salís rajando para la playa cosa de que no vaya a aparecer algún otro y te primeree. Bajás y te mandás a la playa. Como siempre pasa, la primer ojeada que das, no la ves. Ahí te puteás, decís "¿Para qué mierda me fui arriba a cambiar?". Y te desesperás. Pero por ahí la ves que viene caminando, entre alguna gente que hay, tomando una Coca Cola que ha ido a comprar. La mina te ve pero se hace la sota. Se tira por ahí, en una lona. No, en una de esas reposeras y se pone a tomar sol. Medio se apoliya.
—Ahí te cagó.
—No. Bueno. Al fin te la atracás —sintetiza Hugo.
—Ah no. ¡Qué piola! —se enerva Pipo—. Así cualquiera. Es como en esas películas donde un tipo dice "me voy a atracar a esa mina" y después ya aparece con la mina, charlando lo más piola, encamado. Y no te dicen cómo el tipo se la atracó. Que es la parte jodida.
—Bueno. Pará. Pará —contemporiza Hugo—. Vos te quedás vigilando. Ves por ejemplo que no hay ningún peligro cercano. Ningún tipo, algún tiburonazo como vos que ande rondando. O hay algún tipo con su mujer que vicha pero se tiene que quedar en el molde pero además vos viste cómo son estas cosas. Los yanquis, los ingleses por ahí ven una mina que es una bestia increíble y no se les mueve un pelo. Ni se dan vuelta. No dan bola. No son latinos. Entonces vos ves que no hay peligro cercano y planeás la cosa. Vos tenés una situación privilegiada. Estás solo. Tenés tiempo. Tenés guita...
—No como acá.
—Claro. Además ahí no te juna nadie. No hay quemo posible. Entonces por ahí te vas un poco al mar, nadás, hacés la plancha. Y cuando volvés ves que la mina está leyendo. En la reposera, pero leyendo. Entonces vos, desde tu puesto de vigilancia, ni muy cerca ni muy lejos, te ponés también a leer. Por ahí te dan ganas, ¿viste? —Hugo busca las palabras—, de largar todo a la mierda, cazar un bote, alquilar un catamarán y disfrutar un poco en lugar de andar sufriendo por una mina que por ahí... Pero claro, cuando la mirás y por ahí la ves mover una piernita, sacudir un poco el pelo rubio se te queman todos los papeles. Te hacés el bocho como un loco. Se te seca de nuevo la garganta.
—Venís muerto.
—Lógico. En eso la mina se levanta y se va para un barcito que hay en la playa, muy bacán. Ese es el momento, es el momento... Lo que vos me pedías que te explicara.
—Claro —parece que se disculpara Pipo— porque si no, es muy fácil...
—La mina va, se sienta en un taburete, debajo de esos quinchos, ¿viste?, como de paja, cónicos, pero grande, porque ahí está el bar. Y vos vas y te sentás al lado. Ya sin hacerte tanto el boludo, ya, ya en la lucha. Y ahí vas a los bifes. Le preguntás, por ejemplo "¿usted es norteamericana?" En un tono monocorde, casi digamos, periodístico. Sin sonrisitas ni nada de eso. Ahí la mina te mira un momento, fijamente y es cuando...
—Te cagás en las patas —dictamina Pipo.
—¡Claro! ¡Claro! Porque ése es el momento crucial. Ahí se juega el destino del país. Si la mina se hace la sota y mira para otro lado. O dice "sí" caza el vaso y se alza a la mierda, perdiste. Perdiste completamente. Pero no. La mina te mira, dice: "Sí". "Sí ¿por qué?". Y se sonríe.
—¡Papito!
—¡Papito! ¡Vamos Argentina todavía! ¡Se viene abajo el estadio! —Hugo se sacude en la silla— ¿Viste esas minas que son serias, que no se ríen ni de casualidad, pero que por ahí se sonríen y es como si tuvieran un fluorescente en la boca? ¿Qué vos no sabés de dónde carajo sacan tantos dientes? Una cosa... —Hugo estira la comisura de los labios con los dientes de arriba tocándose apretadamente con los de la fila inferior.
—Como la Farrah Fawcett.
—Sí. Que es una particularidad de las modelos —asesora Hugo— Están serias, de golpe le dicen "sonreí" y ¡plin! encienden una sonrisa de puta madre que no sabés de dónde la sacan... Bueno, la rubia te mira, te dice "sí ¿por qué?" y...
—Te da el pie.
—Claro. Te da el pie, para colmo. Entonces vos decís "permiso", el barrio es el barrio, y te sentás en el taburete de al lado y entrás al chamuyo... —Hugo lleva dos o tres veces el dedo índice de su mano derecha a la boca y lo hace girar hacia adelante como quien desenrolla algo. Pipo hace un gesto escéptico.
—Muy facilongo lo veo —dice.
—Lo que pasa es que la mina está con vos. Está con vos. La mina ya tiene decidido que te va a dar bola. No va a andar haciendo las boludeces de hacerse la estrecha o esas cosas. Es una mina que está en el gran mundo internacional y sabe lo que quiere. La mina va a los bifes. No se regala pero va a los bifes. Si le gusta un tipo le da pelota de entrada y a otra cosa.
—Eso es cierto. Esas minas son así.
—Entonces vos empezás el chamuyo. Ya tranquilo. Ya gozando la cosa porque sabés que la cosa viene bien, ya estás en ganador y medio que ya te estás haciendo la croqueta pensando que te vas a llevar la rubia para la pieza del hotel y esas cosas. Ya entrás a disfrutar, ahí, vos, ganador. Garpás los tragos, tirás unas rupias sobre el mostrador al grone y te vas con la mina para las reposeras. La mina, claro, una bola bárbara. Y vos ves que los tipos te junan como diciendo "hijo de puta, se levantó el avión ése". Pero vos, un duque, fumás, te hacés el sota y la ves caminar a la rubia adelante tuyo, en la arena, ahí, el pantaloncito ajustado y pensás "Dios querido ¡Y esta mina está conmigo!". Y bueno...
—Bueno —suspira Pipo, aflojando un poco la tensión. El peor momento ya ha pasado.
—En fin. Entonces escuchame como es la milonga. ¿No? La milonga del día perfecto. Al menos para mí. Primero, ahí, en la playa, con la rubiona. Un poco de natación, el mar, las olas. Alquilás un catamarán, te vas con la mina de recorrida. Y a eso de las seis, siete de la tarde, te mandás al bar y te das algún trago largo...
—Un ron Barbados.
—Puede ser. Puede ser. Fijate, fijate... —gesticula, calculador, Hugo—. Me gustaría más un gin-tonic. Un gin-tonic.
—Loco, eso pedilo en Mombasa, en algún boliche de ésos. Pero no te pidas un gin-tonic en un lugar así. Con esa mina...
—Grave error. Grave error. ¿Qué tomaban los tipos que aparecen en la novela de Hemingway, de ésas en el Caribe, Islas en el Golfo, por ejemplo?
—Bacardí.
—Bacardí ¡Y gin-tonic! Gin-tonic, mi amigo. Pero la cosa no es esa. No es que vos vayas a pedir tal o cual trago. No. La cosa es que no te des con algún trago que te tire a la lona. Tenés que tomar algo que más o menos sepas que te la aguantás. Algo que te achispe, que te ponga vivaracho pero que no te haga pelota. Mirá si todavía que ya tenés la mina en casa te levantás un pedo que flameás o te descomponés y después andás con diarrea, te cagás ahí en el lobby del hotel...
—Vomitás —se asqueó Pipo.
—Vomitás. Le vomitás las pilchas a la mina. Un asco. No. No. Por eso, por eso, pedís algo sobrio, que vos sabés que te la aguantás y que te ponga ahí, en el umbral de la locura para acometer el acto... el acto... el acto carnal. Además vos ves que el asunto viene sobrio. Sin espectacularidad. No te vas a pedir tampoco uno de esos tragos que vienen adentro de un coco partido por la mitad, que adentro le meten flores, guirnaldas, guindas, que lo tomás con pajita. Eso es para las películas de Doris Day que todos bailaban en bolas al lado de la pileta...
—Doris Day. Qué antigüedad.
—No. Vos te pedís entonces un gin-tonic. La mina alguna otra cosa así. Ahí charlás un ratito. La mina muy piola. Muy bien. Muy agradable. Simpática.
—Muy bien la mina —certificó Pipo, como asombrado.
—Sí. Sí. Una mina de unos 26, 27 años. No una pendeja. Casada. Bien en su matrimonio. Bien. Que sabe lo que está haciendo. La mina quiere pasar bien esa noche, y a otra cosa.
—Claro.
—Claro. Ninguna complicación. No es de las que te va a hacer un quilombo al día siguiente ni nada de eso. La mina sabe cómo son estas cosas.
—No. No se te va a venir a la Argentina tampoco.
—¡Nooo! ¡No! No es de ésas que agarran el teléfono y te dicen "Arribo a Fisherton mañana". Y se te arma tal despelote. No nada de eso. Entonces...
—Entonces.
—Entonces, son como las siete, las ocho de la tarde —el relato de Hugo se hace moroso— Te vas con la rubia a la habitación del hotel.
—¿A la tuya o a la de la mina?
—A cualquiera. Allá no es como acá que por ahí te agarra el conserje y no te deja entrar con la mina en la pieza. Allá no hay problemas. Te vas con la mina a la habitación. No. Mejor le decís a la mina que vaya a su habitación. Vos vas a la tuya y te das una buena ducha.
—Te sacás toda la arena.
—Claro, te sacás la arena. Los moluscos que te hayan quedado pegados. Y te vas a la pieza de ella. —Hugo hace un pequeño silencio contenido. Y bueno. Ahí, viejo ¿para qué te cuento? —sigue—. Te echás veinte, veinticinco polvos. Cualquier cosa.
—¿Veinticinco, che? —duda Pipo.
—Bueno... Dejame lugar para la fantasía. Bah... Te echás cinco, seis. De esas cosas que ya los dos últimos la mina te tiene que hacer respiración boca a boca porque vos estás al borde del infarto...
—Sí. Que ya lo hacés de vicioso.
—Claro. Pero que te decís: "Hay un país detrás mío." No es joda.
—Muy lindo, che. Muy lindo —aprueba Pipo, que se ha vuelto a repantigar en la silla y manotea, distraído, el paquete de cigarrillos.
—No. No —le llama la atención Hugo—. No. Ahora viene lo interesante. Porque yo te digo una cosa. Te digo una cosa... eh... Pipo. Te digo una cosa Pipo: El mundo ha vivido equivocado. El mundo ha vivido equivocado. Yo no sé por qué carajo en todas las películas el tipo, para atracarse la mina, primero la invita a cenar. La lleva a morfar, a un lugar muy elegante, de esos con candelabros, con violinistas. Y morfan como leones, pavo, pato, ciervo, le dan groso al champán mientras el tipo se la parla para encamarse con ella. Yo, Pipo, yo, si hago eso... ¡me agarra un apoliyo! Un apoliyo me agarra, que la mina me tiene que llevar después dormido a mi casa y tirarme ahí en el pasillo. O si no me apoliyo me agarra una pesadez, un dolor de balero. Eructo.
—Y eso no colabora.
—No. Eso no colabora —Hugo se pega repetidamente con la punta de los dedos agrupados en la frente—. ¿A quién se le ocurre, a quién se le ocurre ir a encamarse después de haber morfado como un beduino? Es como terminar de comer e ir a darte quince vueltas corriendo alrededor del Parque Urquiza. Hay que estar loco.
—Sí. Es cierto.
—Por eso te digo. El mundo ha vivido equivocado. Yo no sé cómo hacían los galanes esos de cine que se iban a encamar después de comer.
—Es la magia del cinematógrafo, Hugo. Hay que admitirlo.
—Pero en este día perfecto que te digo yo —puntualiza, orgulloso, Hugo— vos terminás de echarte los quince polvos con la rubia, te levantás hecho un duque. Te pegás una flor de ducha, cosa de quitarte de encima los residuos del pecado y ¿qué te pasa? Tenés un hambre de la puta madre que te parió. ¡Loco! No comés desde el desayuno. Acordate que no comés desde el desayuno que picaste alguna boludez. Y después no almorzaste porque un tipo que está de cacería no puede permitirse andar con sueño y hecho un pelotudo. Entonces, entonces... imaginate bien, eh. Prestá atención. Te empilchás livianito, la mina también. Ya es de noche, te has pasado cerca de tres horas cogiendo y la luna se ve sobre el mar. Está fresquito. No hay ese calor puto que suele haber acá. Ahí refresca de noche. Vos abrís bien las puertas de vidrio que dan al balconcito y desde abajo se escucha la música de una orquesta que es la que anima el bailongo que se hace abajo, porque hay mesitas en los jardines, entre las palmeras y ahí los yankis cenan y esas cosas. Vos no. Vos como un duque, pedís el morfi en la habitación. ¡Imaginate vos! —Hugo reclama más atención de parte de Pipo— Vos ahí te sentís Gardel. Acabás de encamarte con una mina de novela. Estás en un lugar de puta madre, tenés un hambre de lobo. Sabés que tenés todo el tiempo del mundo para comer tranquilo. La mina es muy piola y agradable y no te hace nada, al contrario, te gratifica que ella se quede con vos después de la sesión de encame. No es de esas minas que después de encamarte tenés unas ganas locas de decirle "nena, ha sido un gusto haberte conocido; ahora vestite y tómatela que tengo un sueño que me muero y quiero apoliyar cruzado en la cama grande". No. La mina es un encanto. Entonces te hacés traer un vino blanco helado, pero bien helado de esos que te duelen acá —Hugo se señala entre las cejas— ¡Bien helado!
—¡Papito!
—Porque también tenés una sed que te morís. Te has pasado todo el día en la playa, bajo el sol. Y además después de un enfrentamiento amoroso de ese tipo si no tenés a tiro un buen vino blanco pronto capaz que te chupás hasta el bronceador.
—La crema Nivea.
—Y ahí te sentás con la rubia —Hugo se arrellana en su silla, hace ademán de apartar las cosas de la mesita— y le entrás a dar a los mariscos, los langostinos, la langosta, algún cangrejo, con la salsita, el buen pancito. Pero tranquilo, eh, tranquilo... sin apuro. Mirando el mar, escuchando el ruido del mar. Sos Pelé. Sos Pelé.
—Alguna que otra cholga —aventura Pipo.
—Sí, señor. Alguna que otra cholga. Pulpo. Mucho pulpito. Y siempre vino ¿viste? Le das al blanco. Sin apuro. Ahí es cuando entrás a charlar con la mina de cosas más domésticas. De la casa. De la familia. Cuando ya no es necesario hacer ningún verso.
—Cuando ya te aflojás.
—Claro. Ese momento es hermoso. Entonces le contás de tu vieja. De tus amigos. Que tenés un perro. Que de chico te meabas en la cama. La mina te cuenta de su granja en Kentucky. Que le gustan los helados de jengibre. Pero ya tranquilo. Estás hecho. Estás hecho. Porque si vos morfás antes de encamarte —vuelve a la carga Hugo—, por más que te sirvan el plato más sensacional y lo que más te gusta en la vida a vos no te pasa un sorete por la garganta porque tenés el bocho puesto en la mina y en saber si te va a dar bola o no te va a dar bola. Comés nervioso, para el culo, te queda el morfi acá. La mina te habla de cualquier cosa y vos estás pensando "Mamita, si te agarro" y no sabés ni de qué mierda está hablando ella ni qué carajo le contestás vos. Es así. ¿Es así o no es así?
—Es así.
—Entonces ahí, después de morfar como un asqueroso, después de bajarte con la rubia dos o tres tubos de blanco, vos vas sintiendo que te entra a agarrar un apoliyo ¡pero un apoliyo! Sentís que se te bajan las persianas.
—Ahí es cuando uno ya se entra a reír de cualquier pavada.
—¡Eso! ¡Claro! —se alboroza Hugo por el aporte de Pipo—, que te reís de cualquier cosa. Bueno, ahí, te vas al sobre. Sabés, además, que podés al día siguiente dormir hasta cualquier hora porque vos te vas, ponele, a la noche del día siguiente. Y te acostás con la rubia, ya sin ningún apetito de ningún tipo, sólo a disfrutar de la catrera. Te vas hundiendo en el sueño. Te vas hundiendo. Está fresquito. Entra por la ventana la brisa del mar. Oís el ruido del mar. Un poco la música de abajo...
Hugo se queda en silencio, mordisqueándose una uña. Casi no hay nadie en El Cairo. Pipo también se ha quedado callado. Bosteza. Mira para calle Santa Fe. Hugo busca con la vista a Molina, que está charlando con el adicionista. Levanta un dedo para llamarlo. Molina se acerca despacioso pegando al pasar con una servilleta en las mesas vacías.
—Cobrame —dice Hugo.
Y, no ha duda, hay humor y hay Humor.
Están dos o tres diálogos iluminados de Friends, capítulos enteros de Seinfeld, Los Simpsons, Cheers, Mad about you, las películas de los Monty Python o los hermanos Marx entre las expresiones populares. Pero está también esa complicada apuesta por el humor intelectual, el humor

¡Si lo sabremos en Venezuela! La cuna de Leoncio Martínez, de Aquiles Nazoa, de Pedro León Zapata. También tenemos uno que otro "humorista-a-juro", pero será objeto de otra entrada.
Lo cierto es que aspiramos que este largo preámbulo haya servido para poner en contexto la trsite noticia de la muerte de Roberto Fontanarrosa, humorista argentino. Efectivo en la salida ocurrente, muy efectivo en géneros ya literarios como el relato.
Como vemos, un verdadero golpe bajo a nuestras sociedades tan necesitadas del alivio que provoca el humor para la crítica inteligente, para la parodia, para mirar todo desde un punto de vista diferente, desacralizarnos y reírnos de nosotros mismos.

No queremos regodearnos en la pena, así que, cortesía de Abanico, publicación de la Biblioteca Nacional de la República Argentina -que de repente en alguna dimensión los petrodólares venezolanos financian como a Sancor- presentamos uno de sus relatos más apreciados "El mundo ha vivido equivocado" en el cual, por medio de un aparentemente simple e inocuo diálogo entre dos amigos que conversan sobre un "día perfecto", nos descubrimos en mucha de la esencia común que tenemos como latinoamericanos. (la mina, en nuestra "edición", es Pampita)
¡Salud por el humor!
"El mundo ha vivido equivocado"
—¿Sabés cómo sería un día perfecto? —dijo Hugo tocándose, pensativo, la punta de la nariz. Pipo meneó la cabeza lentamente, sin mirarlo. Estaba abstraído observando algo a través de los ventanales.
—Suponete... —enunció Hugo entrecerrando algo los ojos, acomodándose mecánicamente el bigote, corriendo un poco hacia el costado el sexteto de tazas de café que se amontonaba sobre la mesa de nerolite-... que vos vas de viaje y llegás, ponele, a una isla del Caribe. Qué sé yo, Martinica, ponele, Barbados, no sé... Saint Thomas.
—¿Martinica es una isla? —preguntó Pipo, aún sin mirarlo, hurgando con el índice de su mano izquierda en su dentadura.
—Sí. Creo que sí. Martinica. La isla de Martinica.
Pipo aprobó con la cabeza y se estiró un poco más en la silla, las piernas por debajo de la mesa, casi tocando la pared.
—Llegás a la isla —prosiguió Hugo—... Solo ¿viste? Tenés que estar un día, ponele. Un par de días. Entonces vas, llegás al hotel, un hotel de la gran puta, cinco estrellas, subís a la habitación, dejás las cosas y bajás a la cafetería a tomar algo. Es de mañana, vos llegaste en un avión bien temprano, entonces es media mañana. Bajás a tomar algo.
—Un jugo —aportó Pipo, bostezando, pero al parecer algo más interesado.
—Un jugo. Un jugo de tamarindo, de piña...
—De guayaba, de guayaba —corrigió Pipo.
—De guayaba, de esas frutas raras que tienen por ahí. Calor. Hace calor. Vos bajás, pantaloncito blanco livianón. Camisita. Zapatillitas.
—Deportivo.
—Deportivo.
—Tipo tenis.
—No. No. Ojo, pantaloncito blanco pero largo ¿eh? No short. No.
Largo. Livianón. Bajás... Poca gente. Música suave. Cafetería amplia. Te sentás en una mesa y... se ve el mar ¿No? Se ve el mar. El hotel tiene su playa privada, como corresponde. Poca gente. Poca gente. No mucha gente. No es temporada. Porque tampoco vos vas de turismo. Vos vas por laburo. Una cosa así.
—Claro. —Pipo aprobó con la cabeza y saludó con un dedo levantado al Chango que se iba con una rulienta.
—Entonces ahí —Hugo estiró las sílabas de esas palabras anunciando que se acercaba el meollo de la cuestión—... a un par de mesas de la mesa tuya: una mina, sentadita. Desayunando.
—Sola —por primera vez Pipo mira a Hugo, frunciendo el entrecejo.
Hugo arruga la cara, dudando.
—Sola... o con un macho. Mejor con un macho ¿viste? Pero, la mina, te juna. Te marca. No alevosamente, pero, registra. La mina, muy buena, alta rubia, ojos verdes, tipo Jacqueline Bisset.
—Me gusta.
—La mina, poca bola. Marca de vez en cuando, pero poca bola.
—Jacqueline Bisset no es rubia.
—¿No es rubia? ¿Qué es? Castaña.
—Sí, castaña, castañona.
—Bueno... Pero ésta es rubia. Remerita azul, pantaloncitos blancos. Cruzada de gambas, fumando. Hablando con el tipo, recostada en el respaldo del silloncito. Esos silloncitos de caña.
—¿Silloncitos de caña? ¿En una cafetería? —dudó Pipo.
—Bueno, no —admitió Hugo—. Uno de esos comunes. O como éstos —giró un poco el torso y pegó dos tincazos cortos contra el plástico de un respaldo—. Pero con apoyabrazos ¿me entendés? Porque la mina está estirada, así, para atrás, medio alejada de la mesa. Mirando al tipo, cruzada de gambas. O sea, queda de perfil a vos. Pero... ¿qué pasa?
—¿Qué pasa?
—La mina se aburre. Se nota que se aburre. El tipo chamuya algunas boludeces y la mina hace así con

—Y claro, loco...
—Entonces, entonces... —Hugo toca levemente el antebrazo de Pipo llamando su atención— Vos empezás a hacerte el bocho. Con la mina. ¿Viste cuando vos empezás a junar a una mina y no podés dejar de mirarla? ¿Y que entrás a pensar: "Mamita, si te agarro"? Vos te empezás a hacer el bocho. Claro, te hacés el boludo...
—Porque está el macho.
—No. Pero el macho no calienta. Porque está de espaldas. No te ve. No te ve. Vos te hacés el boludo por si la mina mira. Cosa de que no vaya a ser cosa que mire y vos estás sonriendo como un boludo, o que le hagás una inclinación de cabeza...
—O que se te esté cayendo un hilo de baba sobre la mesa.
—Claro, claro —se rió, definitivamente entusiasmado con su propio relato Hugo, haciendo gestos elocuentes de refregarse la boca con el dorso de la mano y limpiar la mesa con una servilleta de papel—. No. No. Vos, atento, atento, pero digno. Tipo Mitchum. Tipo Robert Mitchum.
—Bogart, loco. Vamos a los clásicos.
—Sí. Una cosa así. Fumando el hombre. Medio entrecerrados los ojuelos por el humo del faso. Un duro.
—Sí. A esa altura yo ya estaría duro.
—También. También. Pero con dignidad —sentenció Hugo—. Porque por ahí te tenés que levantar y tenés que salir encorvado como el jorobado de Notre Dame y ahí se te va a la mierda el encanto. Cagó el atraque. No. Vos, en la tuya. Juguito, un par de sorbos vichando por encima de las pajitas ésas de colores...
—Los sorbetes.
—Los sorbetes. Una pitada. Mirando de vez en cuando al mar. Pero vos siempre atento a la rubia que balancea lentamente la piernita y a vos...
—A vos te corre un sudor helado desde la nuca...
—Desde la nuca hasta el mismo nacimiento de los glúteos. Y una palpitación en la garganta... ¿viste? como los sapos. Que se les hincha la garganta.
—Lindo espectáculo para la mina si te mira.
—No pero eso te parece a vos desde adentro —Hugo golpea con uno de sus puños contra su pecho—. No. Vos, un duque. Un duque. Y... ¿viste? ¿Viste cuando vos decís: "Viejo, si esta mina me da bola yo me muero. Me caigo al piso redondo" Y que medio agradecés que la mina esté con un macho porque te saca de encima el compromiso de tener que atracártela. Pero por otro lado vos decís: "¿Cómo carajo no me le voy a tirar, si esta mina es un avión, un avión?" ¿Viste?
—Típico.
—Pero vos, claro, perdedor neto, también pensás: "Esta mina, ni en pedo me puede dar bola a mí". Porque es una mina de ésas de James Bond, de ésas bien de las películas. Un aparato infernal. Digamos, todo el hotel es de las películas. Con piletas, piscinas, parques, palmeras, cocoteros, playa privada...
—Catamaranes.
—Surf, grones, confitería con pianista, negro también. Una cosa de locos. Entonces vos decís: "Esta mina no me puede dar bola en la puta vida de Dios". Pero, pero...
—Al frente —indicó Pipo, con la mano.
—¡Al frente, sí señor! —se enardeció Hugo—. Al frente. Y por ahí, por ahí... el tipo se levanta.
—El tipo que está con la mina.
—El tipo que está con la mina se levanta y se pira. Le da un besito en la boca, corto, y se pira. A vos medio se te estruja el corazón porque pensás: "si el tipo éste la besó en la boca, es el macho. No hay duda".
Pipo meneó la cabeza, dudando.
—Porque uno siempre al principio tiene esa esperanza —prosiguió Hugo—, "Puede ser el hermano", piensa, "un amigo" "o el tío", que sé yo...
—O una tía muy extraña que se viste de hombre.
—También.
—Una institutriz de esas alemanas. Muy rígidas —documentó un poco más su aporte Pipo.
—Claro. Claro. Pero cuando el tipo le zampa un beso en la trucha ya ahí medio que se te acaban las posibilidades —Hugo se corta. Se queda pensando—. Aunque viste cómo son los yanquis. Se besan por cualquier cosa —aclara—. Ahí viene una mina y te da un chupón y es cosa de todos los días.
—¿Sí?
—Sí. Bueno, bueno. La cuestión que la mina se ha quedado sola en la mesa. El tipo se piró. Se fue. Y la rubia está en la mesa, mirando el mar. Balanceando la piernita. Y ahí te agarra el ataque. Ahí te agarra el ataque. ¡Está servida, loco! Sola y aburrida. Rebuena, para colmo.
—¡Qué te parece!
—Claro, primero vos esperás. Te hacés el sota y esperás. Porque en una de esas vuelve el marido. O el tipo ése que estaba con ella y es un quilombo. Entonces vos te quedás en el molde. Y te empieza a laburar el marote de que si te vas y te sentás con ella. ¿Qué carajo le decís?
—Y además la mina habla en inglés.
—No sé. No sé. Eso no sé —vacila Hugo.
—¿La mina no es norteamericana?
—No sé. Porque vos no la escuchás. Vos la viste que está ahí chamuyando con el tipo pero no escuchás en qué habla.
—Y... si habla en inglés te caga.
—Sí, sí —admite Hugo, turbado— pero esperá...
—Bah. Si habla en inglés, o en francés o en ruso, te caga.
—Pará, pará.
—Vos inglés no hablás, que yo sepa.
— ¡Pará, pará! —se enoja Hugo.
—Porque nosotros, acá, porque manejamos el verso, pero si te agarra una mina que no hable castellano...
—Oíme boludo. Pará. ¿Vos sos amigo mío o amigo de la mina? La mina puede ser francesa, por ejemplo, y saber un poco de castellano.
—O española —simplifica Pipo—. La mina es española.
—¡No! Española no. Dejame de joder con las españolas.
—¿Por qué no?
—Las españolas son horribles. Tienen unos pelos así en las piernas.
—Sí, mirá la Cantudo.
—No, no —se empecina Hugo—, dejame de joder con la Cantudo. La mina es una francesa tipo, tipo...
— ¿Por qué no la Cantudo?
—Tipo... ¿Cómo se llama esta mina? —Hugo golpetea con un dedo sobre el nerolite.
—Romy Schneider.
—No. No. Esta mina que canta...
—A mí dejame con la Cantudo y sabés...
—¡No rompás las bolas con la Cantudo! ¿Cómo se llama esta mina? —Hugo señala con el dedo a Pipo, ya cabrero— Mirá, el día que vos me vengas con tu día perfecto, muy bien, que la mina sea la Cantudo. Pero yo te estoy contando mi día. Además esta mina es rubia.
—Bueno —aprueba Pipo, reacomodándose algo en la silla—. La próxima vez que me cuentes tu día perfecto, vos quedate con la rubia. Pero que la rubia esté con la Cantudo y salimos los cuatro. Así...
—Está bien, está bien —concede Hugo sin dejar de rebuscar en su memoria— ¡Françoise Hardy! ¡Françoise Hardy! Un tipo así.
—Tampoco es del todo rubia.
—Bueno, pero de ese tipo. De cara medio angulosa. Jetona. Más rubia, eso sí. Y con esa voz así... profunda.
—Oíme —cortó Pipo—. Si no la escuchaste hablar. Decías...
—La mina es francesa —se embaló Hugo—. Pero habla castellano porque ha vivido un tiempo en Perú. ¿Viste que los franceses viajan mucho a Perú?
—¿Sí? —se interesa Pipo—. Se acomoda definitivamente erguido en la silla, gira y con un gesto pide otro café a Molina, el morocho, que está descansando contra la barra, aprovechando la poca gente de las once de la noche.
—Claro. Porque esta mina es una mina del jet-set. Una arqueóloga o algo así, que viaja por todo el mundo.
—Una cosmetóloga.
—O dirige una línea internacional de cosmética. Una línea suiza de cosmética —sopesa Hugo—. O diseña moda. Habla varios idiomas. Y entonces habla castellano con un acento francés, arrastra las erres...
—Como el dueño del hotel donde para Patoruzú —ejemplifica Pipo.
—Eso. Y tiene una voz profunda. Medio áspera. Como Ornella Vanoni.
—Ajá, ajá. Me gusta —aprueba Pipo, dispuesto a colaborar mientras se echa algo hacia atrás para permitir que Molina le deje, sin una palabra, un café, un vaso de agua, tire otros saquitos de azúcar junto al cenicero y apriete un nuevo ticket bajo la pata del servilletero.
—La cuestión es que la mina se quedó sola en la mesa, fumando —recupera el hilo Hugo— y vos estás ahí, haciendote el bocho, viendo cómo carajo hacés para atracártela. Para colmo todavía no sabés en qué carajo habla esta mina. Entonces, entonces, empezás a junar las pilchas, los zapatos, la remera, los cigarrillos que la mina tiene sobre la mesa para ver si dicen alguna marca, algún dato que te bata más o menos de dónde es la mina. La mina llama al mozo. Paga su cuenta. Vos ahí parás la oreja para ver si agarrás en qué habla, pero la mina habla en voz baja, como se habla en esos ambientes internacionales...
—Además la mina con esa voz profunda que tiene... —Pipo ha terminado de sacudir rítmicamente la bolsita de azúcar y se dispone a arrancarle uno de los ángulos.
—Claro. Agarra un bolso que tiene sobre otro sillón y ahí... ahí... Primero... —se autointerrumpe Hugo— cuando se para, ahí te das cuenta realmente de que la mina es un avión aerodinámico. De esas minas elegantes, pero que están un vagón. De ésas flacas pero fibrosas, ésas que juegan al tenis y que vos les tocás las gambas y son una madera. Entonces ahí, en tanto la mina se acomoda el bolso sobre el hombro y agarra los puchos y el encendedor de arriba de la mesa...
—Los puchos son Gitanes —documenta Pipo.
—Claro. Los puchos son Gitanes y tiene ¿viste? atado a una de las manijas del bolso, un pañuelo de seda, fucsia. Bueno, ahí, cuando la mina se levanta. Se da vuelta. Y te mira.
—¡Mierda!
—Te mira ¿viste? —Hugo está envarado sobre la silla, tenso. Una mano en el borde del asiento y la otra sobre el borde de la mesa. Los ojos algo entrecerrados miran fijo en dirección a la ventana que da a calle Sarmiento—. Te mira un momentito, pero un momentito largón. Ya no es la mirada de refilón... eh... la mirada de rigor de cuando uno mira a una persona que entra o que se te sienta cerca. No. No. Una mirada ya de interés. Profunda.
—Ahí te acabás.
—No. Vos... un hielo. Le mantenés la mirada. Serio. Sin un gesto. Como diciendo "¿Qué te pasa, cariño?". Claro, por dentro se te arma tal quilombo en el mate, se te ponen en cortocircuito todos los cables. "Uy, la puta que lo reparió, no puede ser", decís. "No puede ser. Dios querido". Pero le sostenés la mirada hasta que la mina da media vuelta y se va para la playa con el bolso al hombro.
—Y... —se sonríe Hugo— ¿Viste cuando las minas se dan cuenta de que las están junando, entonces caminan un poquito remarcando más el balanceo? —Hugo oscila sus propios hombros y el torso— ¿así? La mina se va para la playa, despacito. Matadora. Claro. Vos estás paralizado en la silla, tenés la boca seca y si te mandás un trago del jugo te parece que tragas papel picado. Cualquier cosa parece. Te zumban los oídos.
—Te sale sangre por la nariz.
—No. No. Porque ya te recuperaste. Ya te recuperaste —ataja Hugo—. Y ya empezás a sentir ¿viste? Esa sensación, esa sensación, ese olfato, esa cosa... de la cacería. ¿No? Para colmo, para colmo —Hugo vuelve a poner su mano sobre el antebrazo de Pipo para concentrar su atención.
—Ahá...
—Para colmo, la mina llega al ventanal, todo vidriado. Porque la parte de la cafetería que da al mar es puro vidrio —asesora Hugo—. Entonces cuando la mina llega a la parte de la puerta donde ya sale a la parte de playa, que hay una explanada y después está la arena, se para. Se para en la puerta, ¿viste? Como deslumbrada por el sol. Y mira para todos lados. Busca algo adentro del bolso con un gesto como de fastidio...
—Los lentes negros.
—Algo así. Lo que pasa es que la mina está aburrida. Y en eso, antes de salir ya del todo, gira un poco. Y te vuelve a mirar...
—Ahh... jajajá... —ríe nervioso Pipo.
—¿Viste cuando de golpe una mina te mira y vos no sabés...?
—Sí. Si te mira a vos o a alguien de atrás.
—Claro, claro, eso —se enfervoriza Hugo—. Que vos te das vuelta para ver si atrás no hay otro tipo, qué sé yo. Como para asegurarte.
—Sí, sí —se vuelve a reír Pipo.
—Pero no. La mina te vuelve a mirar a vos. Ya no tan largo, pero...
—Está con vos.
—Está con vos.
—La mina siempre seria —casi pregunta Pipo.
—Ah, sí. Sí. Seria. Juna pero ni una sonrisa. Los ojitos nada más. No. No se regala. Digamos...
—Insinúa.
—Eso. Insinúa... Entonces, vos, llamás al mozo. ¿Viste? —se divierte Hugo. Hace voz afónica— "Mozo"... No te sale ni la voz. Tenés la garganta seca. "Mozo". Firmás tu cuenta y ahí no más te mandás para la habitación. A los pedos.
—A la habitación.
—Claro. Porque vos ya viste que la mina se fue para la playa. O sea, la tenés ubicada y un poco la seguridad de que la mina se va a quedar ahí. Entonces vas a la habitación y te pones la malla, cazás una toalla. Una revista...
—Ah. Eso sí. Imprescindible. Un libro...
—Sí. Sí, sí. Un libro, una revista, cualquier cosa, para llevar debajo del brazo y salís rajando para la playa cosa de que no vaya a aparecer algún otro y te primeree. Bajás y te mandás a la playa. Como siempre pasa, la primer ojeada que das, no la ves. Ahí te puteás, decís "¿Para qué mierda me fui arriba a cambiar?". Y te desesperás. Pero por ahí la ves que viene caminando, entre alguna gente que hay, tomando una Coca Cola que ha ido a comprar. La mina te ve pero se hace la sota. Se tira por ahí, en una lona. No, en una de esas reposeras y se pone a tomar sol. Medio se apoliya.
—Ahí te cagó.
—No. Bueno. Al fin te la atracás —sintetiza Hugo.
—Ah no. ¡Qué piola! —se enerva Pipo—. Así cualquiera. Es como en esas películas donde un tipo dice "me voy a atracar a esa mina" y después ya aparece con la mina, charlando lo más piola, encamado. Y no te dicen cómo el tipo se la atracó. Que es la parte jodida.
—Bueno. Pará. Pará —contemporiza Hugo—. Vos te quedás vigilando. Ves por ejemplo que no hay ningún peligro cercano. Ningún tipo, algún tiburonazo como vos que ande rondando. O hay algún tipo con su mujer que vicha pero se tiene que quedar en el molde pero además vos viste cómo son estas cosas. Los yanquis, los ingleses por ahí ven una mina que es una bestia increíble y no se les mueve un pelo. Ni se dan vuelta. No dan bola. No son latinos. Entonces vos ves que no hay peligro cercano y planeás la cosa. Vos tenés una situación privilegiada. Estás solo. Tenés tiempo. Tenés guita...
—No como acá.
—Claro. Además ahí no te juna nadie. No hay quemo posible. Entonces por ahí te vas un poco al mar, nadás, hacés la plancha. Y cuando volvés ves que la mina está leyendo. En la reposera, pero leyendo. Entonces vos, desde tu puesto de vigilancia, ni muy cerca ni muy lejos, te ponés también a leer. Por ahí te dan ganas, ¿viste? —Hugo busca las palabras—, de largar todo a la mierda, cazar un bote, alquilar un catamarán y disfrutar un poco en lugar de andar sufriendo por una mina que por ahí... Pero claro, cuando la mirás y por ahí la ves mover una piernita, sacudir un poco el pelo rubio se te queman todos los papeles. Te hacés el bocho como un loco. Se te seca de nuevo la garganta.
—Venís muerto.
—Lógico. En eso la mina se levanta y se va para un barcito que hay en la playa, muy bacán. Ese es el momento, es el momento... Lo que vos me pedías que te explicara.
—Claro —parece que se disculpara Pipo— porque si no, es muy fácil...
—La mina va, se sienta en un taburete, debajo de esos quinchos, ¿viste?, como de paja, cónicos, pero grande, porque ahí está el bar. Y vos vas y te sentás al lado. Ya sin hacerte tanto el boludo, ya, ya en la lucha. Y ahí vas a los bifes. Le preguntás, por ejemplo "¿usted es norteamericana?" En un tono monocorde, casi digamos, periodístico. Sin sonrisitas ni nada de eso. Ahí la mina te mira un momento, fijamente y es cuando...
—Te cagás en las patas —dictamina Pipo.
—¡Claro! ¡Claro! Porque ése es el momento crucial. Ahí se juega el destino del país. Si la mina se hace la sota y mira para otro lado. O dice "sí" caza el vaso y se alza a la mierda, perdiste. Perdiste completamente. Pero no. La mina te mira, dice: "Sí". "Sí ¿por qué?". Y se sonríe.
—¡Papito!
—¡Papito! ¡Vamos Argentina todavía! ¡Se viene abajo el estadio! —Hugo se sacude en la silla— ¿Viste esas minas que son serias, que no se ríen ni de casualidad, pero que por ahí se sonríen y es como si tuvieran un fluorescente en la boca? ¿Qué vos no sabés de dónde carajo sacan tantos dientes? Una cosa... —Hugo estira la comisura de los labios con los dientes de arriba tocándose apretadamente con los de la fila inferior.
—Como la Farrah Fawcett.
—Sí. Que es una particularidad de las modelos —asesora Hugo— Están serias, de golpe le dicen "sonreí" y ¡plin! encienden una sonrisa de puta madre que no sabés de dónde la sacan... Bueno, la rubia te mira, te dice "sí ¿por qué?" y...
—Te da el pie.
—Claro. Te da el pie, para colmo. Entonces vos decís "permiso", el barrio es el barrio, y te sentás en el taburete de al lado y entrás al chamuyo... —Hugo lleva dos o tres veces el dedo índice de su mano derecha a la boca y lo hace girar hacia adelante como quien desenrolla algo. Pipo hace un gesto escéptico.
—Muy facilongo lo veo —dice.
—Lo que pasa es que la mina está con vos. Está con vos. La mina ya tiene decidido que te va a dar bola. No va a andar haciendo las boludeces de hacerse la estrecha o esas cosas. Es una mina que está en el gran mundo internacional y sabe lo que quiere. La mina va a los bifes. No se regala pero va a los bifes. Si le gusta un tipo le da pelota de entrada y a otra cosa.
—Eso es cierto. Esas minas son así.
—Entonces vos empezás el chamuyo. Ya tranquilo. Ya gozando la cosa porque sabés que la cosa viene bien, ya estás en ganador y medio que ya te estás haciendo la croqueta pensando que te vas a llevar la rubia para la pieza del hotel y esas cosas. Ya entrás a disfrutar, ahí, vos, ganador. Garpás los tragos, tirás unas rupias sobre el mostrador al grone y te vas con la mina para las reposeras. La mina, claro, una bola bárbara. Y vos ves que los tipos te junan como diciendo "hijo de puta, se levantó el avión ése". Pero vos, un duque, fumás, te hacés el sota y la ves caminar a la rubia adelante tuyo, en la arena, ahí, el pantaloncito ajustado y pensás "Dios querido ¡Y esta mina está conmigo!". Y bueno...
—Bueno —suspira Pipo, aflojando un poco la tensión. El peor momento ya ha pasado.
—En fin. Entonces escuchame como es la milonga. ¿No? La milonga del día perfecto. Al menos para mí. Primero, ahí, en la playa, con la rubiona. Un poco de natación, el mar, las olas. Alquilás un catamarán, te vas con la mina de recorrida. Y a eso de las seis, siete de la tarde, te mandás al bar y te das algún trago largo...
—Un ron Barbados.
—Puede ser. Puede ser. Fijate, fijate... —gesticula, calculador, Hugo—. Me gustaría más un gin-tonic. Un gin-tonic.
—Loco, eso pedilo en Mombasa, en algún boliche de ésos. Pero no te pidas un gin-tonic en un lugar así. Con esa mina...
—Grave error. Grave error. ¿Qué tomaban los tipos que aparecen en la novela de Hemingway, de ésas en el Caribe, Islas en el Golfo, por ejemplo?
—Bacardí.
—Bacardí ¡Y gin-tonic! Gin-tonic, mi amigo. Pero la cosa no es esa. No es que vos vayas a pedir tal o cual trago. No. La cosa es que no te des con algún trago que te tire a la lona. Tenés que tomar algo que más o menos sepas que te la aguantás. Algo que te achispe, que te ponga vivaracho pero que no te haga pelota. Mirá si todavía que ya tenés la mina en casa te levantás un pedo que flameás o te descomponés y después andás con diarrea, te cagás ahí en el lobby del hotel...
—Vomitás —se asqueó Pipo.
—Vomitás. Le vomitás las pilchas a la mina. Un asco. No. No. Por eso, por eso, pedís algo sobrio, que vos sabés que te la aguantás y que te ponga ahí, en el umbral de la locura para acometer el acto... el acto... el acto carnal. Además vos ves que el asunto viene sobrio. Sin espectacularidad. No te vas a pedir tampoco uno de esos tragos que vienen adentro de un coco partido por la mitad, que adentro le meten flores, guirnaldas, guindas, que lo tomás con pajita. Eso es para las películas de Doris Day que todos bailaban en bolas al lado de la pileta...
—Doris Day. Qué antigüedad.
—No. Vos te pedís entonces un gin-tonic. La mina alguna otra cosa así. Ahí charlás un ratito. La mina muy piola. Muy bien. Muy agradable. Simpática.
—Muy bien la mina —certificó Pipo, como asombrado.
—Sí. Sí. Una mina de unos 26, 27 años. No una pendeja. Casada. Bien en su matrimonio. Bien. Que sabe lo que está haciendo. La mina quiere pasar bien esa noche, y a otra cosa.
—Claro.
—Claro. Ninguna complicación. No es de las que te va a hacer un quilombo al día siguiente ni nada de eso. La mina sabe cómo son estas cosas.
—No. No se te va a venir a la Argentina tampoco.
—¡Nooo! ¡No! No es de ésas que agarran el teléfono y te dicen "Arribo a Fisherton mañana". Y se te arma tal despelote. No nada de eso. Entonces...
—Entonces.
—Entonces, son como las siete, las ocho de la tarde —el relato de Hugo se hace moroso— Te vas con la rubia a la habitación del hotel.
—¿A la tuya o a la de la mina?
—A cualquiera. Allá no es como acá que por ahí te agarra el conserje y no te deja entrar con la mina en la pieza. Allá no hay problemas. Te vas con la mina a la habitación. No. Mejor le decís a la mina que vaya a su habitación. Vos vas a la tuya y te das una buena ducha.
—Te sacás toda la arena.
—Claro, te sacás la arena. Los moluscos que te hayan quedado pegados. Y te vas a la pieza de ella. —Hugo hace un pequeño silencio contenido. Y bueno. Ahí, viejo ¿para qué te cuento? —sigue—. Te echás veinte, veinticinco polvos. Cualquier cosa.
—¿Veinticinco, che? —duda Pipo.
—Bueno... Dejame lugar para la fantasía. Bah... Te echás cinco, seis. De esas cosas que ya los dos últimos la mina te tiene que hacer respiración boca a boca porque vos estás al borde del infarto...
—Sí. Que ya lo hacés de vicioso.
—Claro. Pero que te decís: "Hay un país detrás mío." No es joda.
—Muy lindo, che. Muy lindo —aprueba Pipo, que se ha vuelto a repantigar en la silla y manotea, distraído, el paquete de cigarrillos.
—No. No —le llama la atención Hugo—. No. Ahora viene lo interesante. Porque yo te digo una cosa. Te digo una cosa... eh... Pipo. Te digo una cosa Pipo: El mundo ha vivido equivocado. El mundo ha vivido equivocado. Yo no sé por qué carajo en todas las películas el tipo, para atracarse la mina, primero la invita a cenar. La lleva a morfar, a un lugar muy elegante, de esos con candelabros, con violinistas. Y morfan como leones, pavo, pato, ciervo, le dan groso al champán mientras el tipo se la parla para encamarse con ella. Yo, Pipo, yo, si hago eso... ¡me agarra un apoliyo! Un apoliyo me agarra, que la mina me tiene que llevar después dormido a mi casa y tirarme ahí en el pasillo. O si no me apoliyo me agarra una pesadez, un dolor de balero. Eructo.
—Y eso no colabora.
—No. Eso no colabora —Hugo se pega repetidamente con la punta de los dedos agrupados en la frente—. ¿A quién se le ocurre, a quién se le ocurre ir a encamarse después de haber morfado como un beduino? Es como terminar de comer e ir a darte quince vueltas corriendo alrededor del Parque Urquiza. Hay que estar loco.
—Sí. Es cierto.
—Por eso te digo. El mundo ha vivido equivocado. Yo no sé cómo hacían los galanes esos de cine que se iban a encamar después de comer.
—Es la magia del cinematógrafo, Hugo. Hay que admitirlo.
—Pero en este día perfecto que te digo yo —puntualiza, orgulloso, Hugo— vos terminás de echarte los quince polvos con la rubia, te levantás hecho un duque. Te pegás una flor de ducha, cosa de quitarte de encima los residuos del pecado y ¿qué te pasa? Tenés un hambre de la puta madre que te parió. ¡Loco! No comés desde el desayuno. Acordate que no comés desde el desayuno que picaste alguna boludez. Y después no almorzaste porque un tipo que está de cacería no puede permitirse andar con sueño y hecho un pelotudo. Entonces, entonces... imaginate bien, eh. Prestá atención. Te empilchás livianito, la mina también. Ya es de noche, te has pasado cerca de tres horas cogiendo y la luna se ve sobre el mar. Está fresquito. No hay ese calor puto que suele haber acá. Ahí refresca de noche. Vos abrís bien las puertas de vidrio que dan al balconcito y desde abajo se escucha la música de una orquesta que es la que anima el bailongo que se hace abajo, porque hay mesitas en los jardines, entre las palmeras y ahí los yankis cenan y esas cosas. Vos no. Vos como un duque, pedís el morfi en la habitación. ¡Imaginate vos! —Hugo reclama más atención de parte de Pipo— Vos ahí te sentís Gardel. Acabás de encamarte con una mina de novela. Estás en un lugar de puta madre, tenés un hambre de lobo. Sabés que tenés todo el tiempo del mundo para comer tranquilo. La mina es muy piola y agradable y no te hace nada, al contrario, te gratifica que ella se quede con vos después de la sesión de encame. No es de esas minas que después de encamarte tenés unas ganas locas de decirle "nena, ha sido un gusto haberte conocido; ahora vestite y tómatela que tengo un sueño que me muero y quiero apoliyar cruzado en la cama grande". No. La mina es un encanto. Entonces te hacés traer un vino blanco helado, pero bien helado de esos que te duelen acá —Hugo se señala entre las cejas— ¡Bien helado!
—¡Papito!
—Porque también tenés una sed que te morís. Te has pasado todo el día en la playa, bajo el sol. Y además después de un enfrentamiento amoroso de ese tipo si no tenés a tiro un buen vino blanco pronto capaz que te chupás hasta el bronceador.
—La crema Nivea.
—Y ahí te sentás con la rubia —Hugo se arrellana en su silla, hace ademán de apartar las cosas de la mesita— y le entrás a dar a los mariscos, los langostinos, la langosta, algún cangrejo, con la salsita, el buen pancito. Pero tranquilo, eh, tranquilo... sin apuro. Mirando el mar, escuchando el ruido del mar. Sos Pelé. Sos Pelé.
—Alguna que otra cholga —aventura Pipo.
—Sí, señor. Alguna que otra cholga. Pulpo. Mucho pulpito. Y siempre vino ¿viste? Le das al blanco. Sin apuro. Ahí es cuando entrás a charlar con la mina de cosas más domésticas. De la casa. De la familia. Cuando ya no es necesario hacer ningún verso.
—Cuando ya te aflojás.
—Claro. Ese momento es hermoso. Entonces le contás de tu vieja. De tus amigos. Que tenés un perro. Que de chico te meabas en la cama. La mina te cuenta de su granja en Kentucky. Que le gustan los helados de jengibre. Pero ya tranquilo. Estás hecho. Estás hecho. Porque si vos morfás antes de encamarte —vuelve a la carga Hugo—, por más que te sirvan el plato más sensacional y lo que más te gusta en la vida a vos no te pasa un sorete por la garganta porque tenés el bocho puesto en la mina y en saber si te va a dar bola o no te va a dar bola. Comés nervioso, para el culo, te queda el morfi acá. La mina te habla de cualquier cosa y vos estás pensando "Mamita, si te agarro" y no sabés ni de qué mierda está hablando ella ni qué carajo le contestás vos. Es así. ¿Es así o no es así?
—Es así.
—Entonces ahí, después de morfar como un asqueroso, después de bajarte con la rubia dos o tres tubos de blanco, vos vas sintiendo que te entra a agarrar un apoliyo ¡pero un apoliyo! Sentís que se te bajan las persianas.
—Ahí es cuando uno ya se entra a reír de cualquier pavada.
—¡Eso! ¡Claro! —se alboroza Hugo por el aporte de Pipo—, que te reís de cualquier cosa. Bueno, ahí, te vas al sobre. Sabés, además, que podés al día siguiente dormir hasta cualquier hora porque vos te vas, ponele, a la noche del día siguiente. Y te acostás con la rubia, ya sin ningún apetito de ningún tipo, sólo a disfrutar de la catrera. Te vas hundiendo en el sueño. Te vas hundiendo. Está fresquito. Entra por la ventana la brisa del mar. Oís el ruido del mar. Un poco la música de abajo...
Hugo se queda en silencio, mordisqueándose una uña. Casi no hay nadie en El Cairo. Pipo también se ha quedado callado. Bosteza. Mira para calle Santa Fe. Hugo busca con la vista a Molina, que está charlando con el adicionista. Levanta un dedo para llamarlo. Molina se acerca despacioso pegando al pasar con una servilleta en las mesas vacías.
—Cobrame —dice Hugo.
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miércoles, julio 04, 2007
Un par de conceptos: la inclusión y la igualdad según Hugo Chávez, presidente de Venezuela

Justo cuando hablaba Hugo Chávez, con voz solemne de científico gritando su primer eureka sobre las fábricas de vaciado de plásticos y moldes ("y moldes" repitió, en caso de que no hubiéramos escuchado bien), llegó la epifanía: ese ejercicio narrativo de remontarnos a los detalles de su viaje es el corazón de dos conceptos básicos en el proyecto chavista: igualdad e inclusión.
A Hugo Chávez le desvela que todos seamos iguales en Venezuela, que sintamos que Venezuela ahora es de todos. Pero como problemas logísticos le impiden que los 26 millones nos traslademos con él, él llega, nos echa los cuentos y ¡listo! Inclusión por decreto.
Suponemos que sigue la misma lógica en relación con la educación -ya nos contará sobre su hijo que estudia en España-, sobre el abastecimiento -Rosinés nos contará los manjares que degusta cada día-, sobre la seguridad -escucharemos lo que se siente estar rodeado por gran cantidad de guardaespaldas y caminar por los barrios de Caracas sin miedo porque, algunas horas antes de su llegada, la Casa Militar le hace un perímetro de seguridad.
Entonces, nos arrepentimos de algunas de las infundadas críticas que en algún momento pudimos hacer a Hugo Chávez. En realidad tiene razones para querer quedarse en el poder: le falta mucho dinero por gastar, países por visitar y lujos extravagantes por disfrutar. Y a nosotros muchos cuentos por escuchar en cadena nacional, hasta que nos sintamos uno con el Comandante.
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viernes, junio 22, 2007
Una visión en perspectiva: la inauguración del viaducto Caracas-La Guaira

El mismo presidente que el lunes dijo que eso de andar era carro era imperialista llegó, nada más y nada menos, que en helicóptero y en vehículo Tiuna recorrió el viaducto para dar paso a tránsito automotor.
Nos alegramos mucho por la gente de La Guaira, que durante más de un año sufrió injustamente de un casi aislamiento. Nos alegramos por los temporadistas. Nos alegramos por el gobierno bolivariano porque, con tanto dinero y tan magra gestión venía siendo hora de que se pareciera al período perejimenizta en algo más que los desfiles militares.
Pero ya que algunos voceros del gobierno sufrieron de desvarío ayer nos gustaría poner el asunto en perspectiva.
William Lara, sin la ayuda de sus semiólogos, sentenció ayer que el viaducto era "una derrota para la oposición enfermiza". Esto de la gente que predica el amor revolucionario.
El gobernador Diosdado Cabello invitó a quienes no están de acuerdo con el gobierno de Hugo Chávez a que fueran a La Guaira por las vías de Carayaca o Higuerote "por hablar mal del viaducto".
Claro, claro, es tiempo de celebración. Obra majestuosa, en tiempo record, tecnología de punta, ingeniería venezolana, el socialismo en acción. En todo estamos de acuerdo.
Pero, un momento. ¿Por qué se vio obligado el gobierno a emprender esta obra?
A ver. El gobierno bolivariano heredó en 1999 la infraestructura de Venezuela. Golpeadita y todo, lo que se imponía era el mantenimiento. En relación con la autopista Caracas-La Guaira había incluso principios de acuerdo con una empresa mejicana para que se encargara, a cambio de la colocación y cobro de peajes por su uso.
Hugo Chávez, en su eterno boxeo de sombras contra la planta insolente del invasor extranjero se negó y todo quedó en manos de sus ministros y técnicos que, parece, sólo saben batir las manos para aplaudir, porque el deterioro del viaducto se acentuó bajo sus miradas negligentes y, cuando se quisieron tomar medidas, fueron apenas parches que terminaron en la caída del viaducto.
En un acto de cinismo sólo propio de Hugo Chávez, llegó a aplaudir la caída del viaducto como si de una gracia se tratara, cuando simplemente era símbolo de su mentalidad tardíamente reactiva para abordar los problemas del país. Tanta fue la torpeza que ni siquiera pudieron terminar de derribarlo en el primer intento.
Ahora bien, si uno es inquilino y, por uso, rompe alguna cosa del inmueble que habita, ¿es una hazaña reemplazarlo? Pues es esta la dimensión del "logro revolucionario".
Además, ¿por qué el presidente no utilizó su labia inagotable ayer para el viaducto? Pues porque allí en plena obra, después de atravesar anillos de seguridad, se encontraban damnificados listos para exigirle que cumpliera sus promesas, porque temen que -como seguramente ocurrirá- ahora los olviden con el viaducto ya hecho.
Pues sí, el héroe del pueblo, ayer le huyó al pueblo. Y se puso a preparar su viajecito a Rusia de la próxima semana para, entre otras cosas, comprar submarin

Hay cierta consigna del partido político Bandera Roja que, pese a la bonanza económica que todos disfrutamos por el derroche petrolero, tiene contundente validez: ¡Y cuál, y cuál, y cuál revolución, si este gobierno es hambre, miseria y corrupción!
Y nada de escuchar al pueblo sino antes de las elecciones.
¡Salud, a pesar de todo, por el nuevo viaducto! En perspectiva...
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sábado, junio 16, 2007
Un golpe de genio: la respuesta de Earle Herrera a la petición de repartición de riquezas de Hugo Chávez

Sin embargo, lo que ha logrado su excelencia legislativa y revolucionaria, es notable. Hugo Chávez puso el dedo en la llaga. Pidió a sus seguidores, en una bufa imitación de la sugerencia de Cristo a cierto personaje, que se despojaran de la riqueza, que llevaran aquella nevera, aquel exceso que tuvieran en la casa a la Plaza Bolívar para repartirlo con el pueblo.
Por allí salieron algunos demagogos a entregar un carro destartalado, el gobernador de Falcón entregó un terreno. Lo más se han hecho los confundidos. Wilmer Ruperti huyó hacia adelante y anda de lleno en el encarcelamiento del periodista José Rafael Ramírez. El nuevo país y Tal cual se han dado banquete preguntándose cuando la familia Chávez comenzará el reparto de las tierras que han acumulado durante estos años de sacrificio revolucionario en el estado Barinas.

Pero mientras el tráfago del mundo ordinario engullía a estos personajillos, Earle Herrera meditaba. Tal vez, como su cuasitocayo de la serie My name is Earl, ansía acumular buen karma.
Herrera habló: presidente, yo pongo a disposición lo que me sobra: mis carencias.
¡Eureka!
Ahora iremos todos a dejar la mitad de nuestras deudas crediticias, la mitad de la lista de cosas que deseamos comprarnos y no podemos, la mitad de las cosas que nos faltan por saber.
Entonces la Plaza Bolívar, en lugar de seguir siendo el refugio de abuelitos benefactores de palomas, de exaltados predicadores evangélicos ofreciendo el cielo y amenazando con el infierno a quien se resista, de revolucionarios de anhelantes ojos con el signo del bolívar fuerte grabado en el iris; en lugar de convertirse en el más formidable deposito de joyas, lujos y maravillas que la riqueza petrolera ha costeado a los sumisos a este régimen; será más bien un punto de encuentro de ahogados deudores, de ignorantes, de niños de la calle, de todo aquel con una carencia.
Y, cuando vega la repartición: ¿quiénes asumirán el botín?
¡Salve, gran Earle!
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jueves, junio 07, 2007
Un papelón revolucionario: estudiantes bolivarianos hacen boxeo de sombra en la Asamblea Nacional de Venezuela

No comentaremos más sobre sus errores en el uso del castellano. No saben hablar. Lo más lamentable es la forma como incluso imitan a Hugo Chávez en sus formas discursivas. Como se pierden en el fango de decir cosas como que ahora en Venezuela "los obreros toman las decisiones en las fábricas".
¿Cuáles fábricas? ¿Las que han cerrado por la impericia en materia de políticas económicas y la persecución del gobierno nacional? ¿O será en las refinerías de PDVSA? En realidad, el personal de la estatal petrolera tienen tan poca capacidad de decidir que ni siquiera pueden disponer de sus fines de semana cuando hay marchas, porque se envían cartas amenazantes para conminar a la asistencia.
Aquí el único que tiene voz es Hugo Chávez Frías. Y como serviles y adulones los otros repiten lo que éste diga, aunque sea el mayor disparate del mundo.
No queremos pronunciarnos sobre la decisión de los estudiantes de oposición en relación con su abrupta retirada de la asamblea, habría que preguntarles a ellos. Igual expresaron su posición y no cayeron en la tontería de someterse a las rechiflas de los bien apertrechados estudiantes bolivarianos que con beneplácito las autoridades de la asamblea dejaron instalarse en el recinto. Pero estas intervenciones en cadena nacional de los estudiantes bolivarianos son para alarmarse.

Apenas se separaron de la retórica comunista para citar a Cantinflas. "Ahí está el detalle", citó con autoridad. Después de esta exploración a la cultura pop, la estudiante quiso remendar el capote y nos explicó cómo Cantinflas "entre broma y broma planteaba los problemas que enfrentaba nuestro pueblo".
Después esta lumbrera nos confió sus reservas acerca de por qué los albañiles no daban clase en la universidad.
Otro de estos sabios nos explicó "convincentes" razones técnicas por las cuales no se le renovó la concesión a RCTV y sí a Venevisión.
Un estudiante de educación media nos dijo que sentía a Hugo Chávez "como su padre". Y se dedicó a retar "al presidente Bush", a preguntarle si había o no libertad de expresión en Venezuela.
Hasta los momentos el presidente Bush no ha respondido. ¡Qué se podía esperar de un imperialista!
Y todos fuimos "camaradas", "compas" y "pueblo". Compañeros de viaje, pues.
¿Esta es la generación de relevo? ¿Este grupo de loritos?
Si es así: ¡Uh, ah, Chávez no se va nunca!
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lunes, junio 04, 2007
Un patrimonio del estudiantado revolucionario: el castellano bolivariano
Lamentablemente tuvimos que involucrar al Libertador, pero, nada con Simón Bolívar, sólo el uso abusivo que hacen del adjetivo los actuales gobernantes.
Escuchábamos hace minutos una rueda de prensa de un grupo de estudiantes revolucionarios que apoya el proceso, que odia el Imperialismo, que se sienten muy contentos y que se alegran de que cerraran a la televisora golpista. Aparte, deseaban levantar su voz frente a las protestas estudiantiles de estos días, ya que consideran que se está creando una corriente de opinión equivocada acerca del poco respaldo del presidente entre los universitarios.
El argumento fue contundente: "Habemos muchos estudiantes con la revolución".
Sí, sí, leen bien: "Habemos".
Es éste el nuevo castellano revolucionario. El castellano que raya en el analfabetismo por estar en contra de "la excelsa escuela positivista" de todos los demás. El castellano que a todo lo que no sea pensar en comunismo asigna los términos: fascista o golpista.
El castellano que en lugar de "pronunciamientos" dice "pronunciaciones".
El castellano extraño en el cual se ruega -aberración como ninguna- la intervención en las universidades autónomas.
El castellano a través del cual nadie se atreve a emitir palabras o proponer ideas propias sino que hay que repetir lo que diga Hugo Chávez o los pequeños aportes delirantes de William Lara o la teoría nueva de conspiración deportiva de Roberto Malaver.
Escuchábamos hace minutos una rueda de prensa de un grupo de estudiantes revolucionarios que apoya el proceso, que odia el Imperialismo, que se sienten muy contentos y que se alegran de que cerraran a la televisora golpista. Aparte, deseaban levantar su voz frente a las protestas estudiantiles de estos días, ya que consideran que se está creando una corriente de opinión equivocada acerca del poco respaldo del presidente entre los universitarios.
El argumento fue contundente: "Habemos muchos estudiantes con la revolución".
Sí, sí, leen bien: "Habemos".
Es éste el nuevo castellano revolucionario. El castellano que raya en el analfabetismo por estar en contra de "la excelsa escuela positivista" de todos los demás. El castellano que a todo lo que no sea pensar en comunismo asigna los términos: fascista o golpista.
El castellano que en lugar de "pronunciamientos" dice "pronunciaciones".
El castellano extraño en el cual se ruega -aberración como ninguna- la intervención en las universidades autónomas.
El castellano a través del cual nadie se atreve a emitir palabras o proponer ideas propias sino que hay que repetir lo que diga Hugo Chávez o los pequeños aportes delirantes de William Lara o la teoría nueva de conspiración deportiva de Roberto Malaver.
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Un compinche de visita: Daniel Ortega en Venezuela

Hasta con un representante del sector privado se alió Daniel Ortega para regresar al poder en Nicaragua, la tierra que repudió a la dictadura sandinista de los años ochenta.
Entre los suyos, Ortega se presenta como un hombre a quien el tiempo ha moderado. No puede poner un pie en tierra venezolana cuando regresa, como las peores pesadillas, su lado más radical y saca su carnet de socialista gozón.
Para resumir diremos que en una inaceptable injerencia en asuntos internos de nuestro país, Ortega, con el consentimiento del más-demócrata-que-nunca presidente Chávez, se refirió a la "manipulación norteamericana" detrás de las protestas estudiantiles. Que siga el consejo de Lula, que se ocupe de los problemas de Nicaragua con menos retórica y más acción. Aunque, valga decir, le auguramos éxito porque con petróleo venezolano regalado cualquiera gobierna.
Para concluir enumeramos los paises que visitará Daniel Ortega en esta gira después de Venezuela: Argelia, Irán, Libia y Cuba.
Por eso dice también otro dicho: dime con quien andas...
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lunes, mayo 28, 2007
Un gesto amable de la revolución: Ministro William Lara, para que nadie extrañe a Radio Rochela, da una ridícula rueda de prensa
No hay duda, la revolución aprieta, gana pero no convence, y tampoco ahorca...
Como muchos en la noche estarán extrañando a Radio Rochela, William Lara, ministro del poder popular para la comunicación e información, y quien ha llevado el servilismo adonde sólo ha llagado la NASA, decidió que nos quitaría la nostalgia y convocó uan rueda de prensa para hacer anuncios muy importantes...
Se trata, no faltaba más, de un par de importantes denuncias en relación con el "acoso" al que está siendo sometido el gobierno venezolano, las cuales ha presentado ante el magánimo Isaías Rodríguez, el buen fiscal alguna vez defraudado por creer en la mirada intensa de un testigo estrella.
Para el comienzo, el abreboca: unas imágenes de CNN en un resumen el cual abarcaría tres noticias: Asesinato de líder de Al qaeda, Disturbios en Macao y Hugo Chávez y sus procederes. ¿Material de apoyo? Collage con las tres imágenes una al lado de la otra. ¿Qué denuncia el ministro? Resulta pues que el ministro -al menos sabemos en qué gasta alguna de las partidas presupuestarias- contrató a unos semilógos. Estos genios, después de hurgar en la insondables profundidades teóricas y de deconstruir las imágenes propuestas, llegaron a la siguiente conclusión: la imagen tiene el mensaje subliminal: "Chávez es igual a violencia y muerte"
Sin comentarios.
Luego, resulta que el ministro -¡cómo no, cómo no!- tenía denuncia contra Globovisión. Resulta que antes de un corte de Aló, ciudadano, con Marcel Granier de invitado, Leopoldo Castillo despide. Comienza la canción que sonó durante TODO EL SANTO DÍA DE AYER, EN CADA CORTE, EN DIFERENTES IMÁGENES pero, en esta ocasión, coincidió con la repetición del especial de noticias de RCTV, específicamente, con el atentado a Juan Pablo II. Para este análisis, el ministro no se conformó con sus semiólogos sino que ayer domingo, seguramente entre los principales seguidores de Umberto Eco, contrató unos semiólogos independientes que concluyeron: "Es una invitación al magnicidio por parte de globovisión".
Por favor, ministro, ¿qué tal si habla de las múltiples manifestaciones estudiantiles? ¿de las películas lamentables que me comentan está pasando Teves? ¿del paradero del presidente, que seguramente anda bajo los faldones de la momia Fidel Castro?
Finalmente, señor ministro, ¿ya pidió al Tribunal Supremo que dicte medida para que ponga a su disposición el disfraz de Popy o continuará de civil?
De repente así, hasta da risa.
rctv to2blogs
Como muchos en la noche estarán extrañando a Radio Rochela, William Lara, ministro del poder popular para la comunicación e información, y quien ha llevado el servilismo adonde sólo ha llagado la NASA, decidió que nos quitaría la nostalgia y convocó uan rueda de prensa para hacer anuncios muy importantes...
Se trata, no faltaba más, de un par de importantes denuncias en relación con el "acoso" al que está siendo sometido el gobierno venezolano, las cuales ha presentado ante el magánimo Isaías Rodríguez, el buen fiscal alguna vez defraudado por creer en la mirada intensa de un testigo estrella.
Para el comienzo, el abreboca: unas imágenes de CNN en un resumen el cual abarcaría tres noticias: Asesinato de líder de Al qaeda, Disturbios en Macao y Hugo Chávez y sus procederes. ¿Material de apoyo? Collage con las tres imágenes una al lado de la otra. ¿Qué denuncia el ministro? Resulta pues que el ministro -al menos sabemos en qué gasta alguna de las partidas presupuestarias- contrató a unos semilógos. Estos genios, después de hurgar en la insondables profundidades teóricas y de deconstruir las imágenes propuestas, llegaron a la siguiente conclusión: la imagen tiene el mensaje subliminal: "Chávez es igual a violencia y muerte"
Sin comentarios.
Luego, resulta que el ministro -¡cómo no, cómo no!- tenía denuncia contra Globovisión. Resulta que antes de un corte de Aló, ciudadano, con Marcel Granier de invitado, Leopoldo Castillo despide. Comienza la canción que sonó durante TODO EL SANTO DÍA DE AYER, EN CADA CORTE, EN DIFERENTES IMÁGENES pero, en esta ocasión, coincidió con la repetición del especial de noticias de RCTV, específicamente, con el atentado a Juan Pablo II. Para este análisis, el ministro no se conformó con sus semiólogos sino que ayer domingo, seguramente entre los principales seguidores de Umberto Eco, contrató unos semiólogos independientes que concluyeron: "Es una invitación al magnicidio por parte de globovisión".
Por favor, ministro, ¿qué tal si habla de las múltiples manifestaciones estudiantiles? ¿de las películas lamentables que me comentan está pasando Teves? ¿del paradero del presidente, que seguramente anda bajo los faldones de la momia Fidel Castro?
Finalmente, señor ministro, ¿ya pidió al Tribunal Supremo que dicte medida para que ponga a su disposición el disfraz de Popy o continuará de civil?
De repente así, hasta da risa.
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Etiquetas: Adiós a RCTV, El socialismo del siglo XXI 1/2, Esto es Latinoamérica, Hipocresía revolucionaria, La revolución a paso de vencedores, Muerto de risa
Un par de fracasos: cohetazos y señal de Teves
Al menos en Baruta, en la zona cercana al casco histórico el cohetazo fue una bulla de alrededor de cinco minutos y nada más. ¿Será que están haciendo casting los millones de personas que apoyaban el cierre de RCTV?
La señal de Teves: son las 12:30 am y nada que arranca. ¡Lo que es la ineptitud! Por cierto: ¿notaron que el logo de Teves es casi igual del de Tele Sur con los cuadritos convertidos en barritas? ¡La creatividad algún día los matará!
Por cierto, no es nuestro estilo, pero igual, que comience el boicot: vemos en las promociones que el chef Eduardo Franco tendrá su programita. Acá su blog Groseramente caliente. Más bien debería llamarse groseramente rojito. Pasaremos a dejar nuestro mensaje.
Es un dolor inexplicable.
rctv to2blogs
La señal de Teves: son las 12:30 am y nada que arranca. ¡Lo que es la ineptitud! Por cierto: ¿notaron que el logo de Teves es casi igual del de Tele Sur con los cuadritos convertidos en barritas? ¡La creatividad algún día los matará!
Por cierto, no es nuestro estilo, pero igual, que comience el boicot: vemos en las promociones que el chef Eduardo Franco tendrá su programita. Acá su blog Groseramente caliente. Más bien debería llamarse groseramente rojito. Pasaremos a dejar nuestro mensaje.
Es un dolor inexplicable.
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domingo, mayo 27, 2007
Una pregunta: ¿qué hara la revolución de caricatura de Hugo Chávez el espacio de 15 minutos antes de robar la señal de RCTV para el bodrio Teves?
Ya no es a las 12:01 am de 28 de mayo sino como a las 12:15, total, la puntualidad es una imposición imperialista, seguramente. Pero, ¿qué harán los revolucionarios en esa ventana de tiempo?
Imaginemos:
1)Rezos de agradecimiento a los Orishas
2)Conference call con La Habana para la momia Fidel Castro dé algunos consejos a su pupilo
3)Curso de actuación flash para Henry Galué y Pedro Lander
4)Retoques cosméticos para que los revolucionarios luzcan menos espantosamente que de costumbre
5)Confección de la lista de excusas para explicar por qué habrá una diferencia abismal entre RCTV y Teves
6)Lil Rodríguez, presidente de Teves, redactará algunas metáforas seudopoéticas
7)Trabajarán por llegar a un acuerdo para la tarifa que cobrarán por las horas extras los manifestantes de la Plaza Morelos
8)Colocarán más maquillajes a los policías metropolitanos "heridos"
9)Buscarán a Geovanny Vázquez para abrir con una de sus miradas malignas que hipnotizaron al fiscal Isaías Rodríguez
10)Esperarán para que el sonido a reventar de alarmas, cacerolas y sirenas los deje transmitir
11)Es el tiempo que necesitará Mario Silva para trasladarse desde Los Ruices a la sede del nuevo canal
12)Finiquitarán contrato con smartmatic para que ésta se vuelva empresa de medición de sintonía y diga que 500 millones de venezolanos vieron los primeros minutos de programación
13)Hugo Chávez examinará el catálogo de aviones de la Fuerza Aérea a ver cuál es el más parecido a la Vaca sagrada perejimenizta, por si acaso.
14)En el departamento de guerra sucia de VTV arman montajes de Patricia Poleo y Carlos Olivier disparando contra los policías "heridos"
15)Es el tiempo que necesita para recuperar el aliento después de que los revolucionarios lean las cifras de sintonía de RCTV hoy que deben haber sido fácilmente las más altas de la historia
16)Es un colchón de tiempo para gerenciar la incapacidad inherente a los agentes de la revolución
17)No consiguen el disfraz de Semillita
18)Tratan de ver si le consiguen un chiste bueno a Joselo
¿Faltará alguna?
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Imaginemos:
1)Rezos de agradecimiento a los Orishas
2)Conference call con La Habana para la momia Fidel Castro dé algunos consejos a su pupilo
3)Curso de actuación flash para Henry Galué y Pedro Lander
4)Retoques cosméticos para que los revolucionarios luzcan menos espantosamente que de costumbre
5)Confección de la lista de excusas para explicar por qué habrá una diferencia abismal entre RCTV y Teves
6)Lil Rodríguez, presidente de Teves, redactará algunas metáforas seudopoéticas
7)Trabajarán por llegar a un acuerdo para la tarifa que cobrarán por las horas extras los manifestantes de la Plaza Morelos
8)Colocarán más maquillajes a los policías metropolitanos "heridos"
9)Buscarán a Geovanny Vázquez para abrir con una de sus miradas malignas que hipnotizaron al fiscal Isaías Rodríguez
10)Esperarán para que el sonido a reventar de alarmas, cacerolas y sirenas los deje transmitir
11)Es el tiempo que necesitará Mario Silva para trasladarse desde Los Ruices a la sede del nuevo canal
12)Finiquitarán contrato con smartmatic para que ésta se vuelva empresa de medición de sintonía y diga que 500 millones de venezolanos vieron los primeros minutos de programación
13)Hugo Chávez examinará el catálogo de aviones de la Fuerza Aérea a ver cuál es el más parecido a la Vaca sagrada perejimenizta, por si acaso.
14)En el departamento de guerra sucia de VTV arman montajes de Patricia Poleo y Carlos Olivier disparando contra los policías "heridos"
15)Es el tiempo que necesita para recuperar el aliento después de que los revolucionarios lean las cifras de sintonía de RCTV hoy que deben haber sido fácilmente las más altas de la historia
16)Es un colchón de tiempo para gerenciar la incapacidad inherente a los agentes de la revolución
17)No consiguen el disfraz de Semillita
18)Tratan de ver si le consiguen un chiste bueno a Joselo
¿Faltará alguna?
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sábado, mayo 26, 2007
Una lista de derrotas de Hugo Chávez en el caso RCTV
Hugo Chávez mañana, como cuando mezquinamente dijo hace algunos años cuando capturó al ahora fugado Carlos Ortega, podrá "comer dulce de lechosa", una vez haya cumplido su cometido de saciar una vendetta mezquina, como el bribón de barrio que es, cuando logre despojar de su señal a RCTV.
Sin embargo, más allá de esa victoria coyuntural, Chávez sale golpeado, no en balde hace cadena tras cadena desde hace dos días enumerándonos obras de gobierno que saca de debajo de la manga sin sustento alguno, sea de universidades, hospitales o cualquier otra.
Estas son, a nuestro parecer, las derrotas que se lleva Hugo Chávez:
1)Da legitimidad al grito opositor sobre su autoritarismo: Hugo Chávez mañana a medianoche pasará a formar parte de la Historia Latinoamericana de la Infamia, junto con Stroessner, con Videla, con Pinochet y con Fujimori.
2)Fracasó en presentar una confrontación Pueblo de Venezuela Vs. Marcel Granier: la percepción generalizada es que se trata de un capricho del presidente en contra de un canal de tendencia adversa a su revolución
3)Perdió buena parte de su apoyo internacional: como Pedro, cuando el gallo cantó la tercera vez en la votación de Mercosur para ver si se apoyaba el cierre de RCTV, Argentina y Brasil, los hermanos Lula y Kirchner, decidieron negar a su benefactor, al de los agasajos y jugosos contratos, con la abstención. Si a eso se le suman las resoluciones del Parlamento europeo y el Senado norteamericano, más la pieza que perdió en Francia con la salida de Chirac del poder, Hugo Chávez se enfrenta a un aislamiento internacional interesante.
4)Por su terquedad, Hugo Chávez tuvo que tomar una decisión a espaldas del pueblo: las encuentas series demuestran que alrededor de 70% de la población venezolana está en desacuerdo con la medida, de manera que alrededor de la mitad del electorado chavista podría estarse oponiendo, lo cual debilita su posición.
5)Demostró una vez más la incapacidad de su tren ministerial: con William Lara jurando y perjurando que no necesitaba para nada los equipos de RCTV mientras que ayer a última hora se necesitó una medida para el uso de dichos equipos para la nueva señal, y Nicolás Maduro haciendo gala de cómo se puede ser uno de los peores cancilleres en la historia de la humanidad.
6)Reafirmó la total supeditación de todos los poderes al Ejecutivo: particularmente del Judicial, donde en lugar de magistrados, tenemos loritos entrenados que repiten lo que su jefe dice sin cambiar una coma para decir que aportan algún tipo de valor agregado, no sea que los boten.
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Sin embargo, más allá de esa victoria coyuntural, Chávez sale golpeado, no en balde hace cadena tras cadena desde hace dos días enumerándonos obras de gobierno que saca de debajo de la manga sin sustento alguno, sea de universidades, hospitales o cualquier otra.
Estas son, a nuestro parecer, las derrotas que se lleva Hugo Chávez:
1)Da legitimidad al grito opositor sobre su autoritarismo: Hugo Chávez mañana a medianoche pasará a formar parte de la Historia Latinoamericana de la Infamia, junto con Stroessner, con Videla, con Pinochet y con Fujimori.
2)Fracasó en presentar una confrontación Pueblo de Venezuela Vs. Marcel Granier: la percepción generalizada es que se trata de un capricho del presidente en contra de un canal de tendencia adversa a su revolución
3)Perdió buena parte de su apoyo internacional: como Pedro, cuando el gallo cantó la tercera vez en la votación de Mercosur para ver si se apoyaba el cierre de RCTV, Argentina y Brasil, los hermanos Lula y Kirchner, decidieron negar a su benefactor, al de los agasajos y jugosos contratos, con la abstención. Si a eso se le suman las resoluciones del Parlamento europeo y el Senado norteamericano, más la pieza que perdió en Francia con la salida de Chirac del poder, Hugo Chávez se enfrenta a un aislamiento internacional interesante.
4)Por su terquedad, Hugo Chávez tuvo que tomar una decisión a espaldas del pueblo: las encuentas series demuestran que alrededor de 70% de la población venezolana está en desacuerdo con la medida, de manera que alrededor de la mitad del electorado chavista podría estarse oponiendo, lo cual debilita su posición.
5)Demostró una vez más la incapacidad de su tren ministerial: con William Lara jurando y perjurando que no necesitaba para nada los equipos de RCTV mientras que ayer a última hora se necesitó una medida para el uso de dichos equipos para la nueva señal, y Nicolás Maduro haciendo gala de cómo se puede ser uno de los peores cancilleres en la historia de la humanidad.
6)Reafirmó la total supeditación de todos los poderes al Ejecutivo: particularmente del Judicial, donde en lugar de magistrados, tenemos loritos entrenados que repiten lo que su jefe dice sin cambiar una coma para decir que aportan algún tipo de valor agregado, no sea que los boten.
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viernes, mayo 25, 2007
Una lista de mitos (¿mentiras?) del gobierno venezolano en relación con el caso RCTV
En una confrontación como esta de las esquinas rojas y azul, el gobierno venezolano de Hugo Chávez contra los venezolanos y su libertad de expresión, cada parte tratará, no hay duda, de defender su punto de vista.
Sin embargo, los argumentos gubernamentales nos llaman la atención porque, como suele ocurrir, no se corresponden estrictamente con la verdad. Utilicemos el eufemismo "mitos", y hagamos la lista:
1)"No es cierre sino que no vamos a renovar la concesión": nos hace recordar cuando hace un año, oligárquicamente, no lográbamos que el auricular de nuestro motorola 816 trabajara. Por lo tanto, como pagamos una suma absurda de seguro lo llevamos al servicio técnico de movistar. Después de cuarenta y ocho horas nos llamaron: no tiene solución. ¿Y el seguro? No se puede utilizar, el equipo no está destruido. ¿Pero qué importa sino nos sirve para lo que esencialmente es un celular, hacer y recibir llamadas? Destruya el equipo y hablamos. Ese es el tratamiento bolivariano: despoja a canal de su señal, por lo cual buena parte de la infraestructura y del recurso humano se convierten en prescindibles ya que sólo se justifican en la señal abierta. Entonces, ¿no es un cierre?
2)"El espectro radioléctrico es propiedad del Estado": falsísimo. El Estado administra un patrimonio de todos los ciudadanos y hasta la última vez que el CNE y sus trampas se pronunció, al menos 40% no estaba con el gobierno del presidente Chávez, así que no es que el Estado -y por la confusión permanente que tiene Hugo Chávez de creerse dios omnipotente del mismo- tiene la responsabilidad de administrar de manera justa el espectro.
3)"Vamos a cerrar el canal porque se vence la concesión": reza una máxima jurídica: a confesión de partes, relevo de pruebas. Hugo Chávez ha dicho -y en este país la palabra de Hugo Chávez es la ley- que lo cerrará proque no le gusta la programación, por golpista, porque no pasa programas educativos y un largo etcétera. Sólo en los últimos meses ha moderado el discurso concentrándose en la excusa del vencimiento de la concesión.
4)"Vamos a cerrarlo porque tenemos que cumplir con la creación de un canal de servicio público": ¿y las demás frecuencias? ¿y por qué no se utilizan las múltiples señales que ya posee el Estado? ¿y por qué ahora, cuál e sla razón de la premura?
5)"Estamos cumpliendo un deseo del pueblo": las últimas encuestas serias (no la opinión de Mario Silva y algunos exaltados) demuestran que alrededor de 70% de los venezolanos no está de acuerdo con la medida. ¿Quiere decir que adversan al presidente Chávez? No de manera general, sino en particular en esta medida. Consideramos que no hay que ser un analista politólogo para concluir que se trata de un acto de retaliación caprichoso, excesivo e innecesario y el pueblo lo percibe así. Aparte, ya varias amargas experiencias han tenido trabajadores públicos que al tratar de ventilar por Venezolana de Televisión sus conflictos con sus empleadores reciben un portazo en la cara y deben acudir a globovisión y rctv. Aparte, este incidente coloca a Hugo Chávez en la senda de Alberto Fujimori, con el episodio de Frecuencia latina y Baruch Ivcher. Así que, Asamblea Nacional y Tribunal Supremo de Justicia rojos, rojitos: no se extrañen si cualquier madrugada de estas les amanece de golpe y Hugo Chávez decide que le gusta mejor el modelo de la Ley Habilitante y va a mandar por decreto.
6)"No hay atentado alguno en contra de la libertad de expresión": si, como hemos mencionado, apenas de pocos meses al día de hoy es que se esgrime un argumento de cierta validez legal como la concesión sino que repetidamente Hugo Chávez nos hizo saber que era una vendetta personal suya, ¿no se trata de acallar una voz disidente? ¿De cerrar los espacios de crítica al gobierno, tan necesarios cuando se controlan todos los poderes? ¿Qué es entonces la libertad de expresión?
Son apenas algunos de los mitos: ¿será que la gente despierta y reacciona?
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Sin embargo, los argumentos gubernamentales nos llaman la atención porque, como suele ocurrir, no se corresponden estrictamente con la verdad. Utilicemos el eufemismo "mitos", y hagamos la lista:
1)"No es cierre sino que no vamos a renovar la concesión": nos hace recordar cuando hace un año, oligárquicamente, no lográbamos que el auricular de nuestro motorola 816 trabajara. Por lo tanto, como pagamos una suma absurda de seguro lo llevamos al servicio técnico de movistar. Después de cuarenta y ocho horas nos llamaron: no tiene solución. ¿Y el seguro? No se puede utilizar, el equipo no está destruido. ¿Pero qué importa sino nos sirve para lo que esencialmente es un celular, hacer y recibir llamadas? Destruya el equipo y hablamos. Ese es el tratamiento bolivariano: despoja a canal de su señal, por lo cual buena parte de la infraestructura y del recurso humano se convierten en prescindibles ya que sólo se justifican en la señal abierta. Entonces, ¿no es un cierre?
2)"El espectro radioléctrico es propiedad del Estado": falsísimo. El Estado administra un patrimonio de todos los ciudadanos y hasta la última vez que el CNE y sus trampas se pronunció, al menos 40% no estaba con el gobierno del presidente Chávez, así que no es que el Estado -y por la confusión permanente que tiene Hugo Chávez de creerse dios omnipotente del mismo- tiene la responsabilidad de administrar de manera justa el espectro.
3)"Vamos a cerrar el canal porque se vence la concesión": reza una máxima jurídica: a confesión de partes, relevo de pruebas. Hugo Chávez ha dicho -y en este país la palabra de Hugo Chávez es la ley- que lo cerrará proque no le gusta la programación, por golpista, porque no pasa programas educativos y un largo etcétera. Sólo en los últimos meses ha moderado el discurso concentrándose en la excusa del vencimiento de la concesión.
4)"Vamos a cerrarlo porque tenemos que cumplir con la creación de un canal de servicio público": ¿y las demás frecuencias? ¿y por qué no se utilizan las múltiples señales que ya posee el Estado? ¿y por qué ahora, cuál e sla razón de la premura?
5)"Estamos cumpliendo un deseo del pueblo": las últimas encuestas serias (no la opinión de Mario Silva y algunos exaltados) demuestran que alrededor de 70% de los venezolanos no está de acuerdo con la medida. ¿Quiere decir que adversan al presidente Chávez? No de manera general, sino en particular en esta medida. Consideramos que no hay que ser un analista politólogo para concluir que se trata de un acto de retaliación caprichoso, excesivo e innecesario y el pueblo lo percibe así. Aparte, ya varias amargas experiencias han tenido trabajadores públicos que al tratar de ventilar por Venezolana de Televisión sus conflictos con sus empleadores reciben un portazo en la cara y deben acudir a globovisión y rctv. Aparte, este incidente coloca a Hugo Chávez en la senda de Alberto Fujimori, con el episodio de Frecuencia latina y Baruch Ivcher. Así que, Asamblea Nacional y Tribunal Supremo de Justicia rojos, rojitos: no se extrañen si cualquier madrugada de estas les amanece de golpe y Hugo Chávez decide que le gusta mejor el modelo de la Ley Habilitante y va a mandar por decreto.
6)"No hay atentado alguno en contra de la libertad de expresión": si, como hemos mencionado, apenas de pocos meses al día de hoy es que se esgrime un argumento de cierta validez legal como la concesión sino que repetidamente Hugo Chávez nos hizo saber que era una vendetta personal suya, ¿no se trata de acallar una voz disidente? ¿De cerrar los espacios de crítica al gobierno, tan necesarios cuando se controlan todos los poderes? ¿Qué es entonces la libertad de expresión?
Son apenas algunos de los mitos: ¿será que la gente despierta y reacciona?
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martes, mayo 22, 2007
Un comentario en la cuenta regresiva del caso RCTV: ¿Quiénes son los contrincantes?

¡Parece mentira, hablar de boxeo, hablar de política!
¿Pero no vale el símil cuando el contricante se esfuerza en demostrar que quien no está con él es su enemigo? ¿No debemos convencernos ya de que aquellas idílicas posturas que defienden las democracias tradicionales de respeto a las minorías y el trabajo mancomunado por el bien del país es periódico de ayer en Venezuela?
Venezuela, a pesar de lo que crea o quiera creer Henrique Capriles con su "pico y placa" no es Bogotá, ni es Santiago de Chile, Venezuela es una zona de conflicto donde se libra una guerra de baja intensidad que, de vez en cuando, lanza un destello, un conato de escalada, para luego morir en la placidez que producen jugosos contratos y negocios con la revolución de las Hummers.
Por eso, en medio de esta cuenta regresiva del final -según la matemática revolucionaria, que suele ser imprecisa y errada- de la concesión de Radio Caracas Televisión, nos parece interesante preguntarsno: ¿quiénes se enfrentan en este combate?
Consideramos que en una esquina -la roja, no faltaba más- se encuentra Hugo Chávez y sus caprichos. Jesse Chacón, Jorge Rodrígez, William Lara, Lil Rodríguez-presidenta de Teves-, todos ellos son accidentes, circunstancias, títeres del gran titiritero. Hugo Chávez había dicho claramente que a él no le gustaba ni Marcel Granier ni los programas de RCTV. Seguramente Rosinés nunca vio una comiquita allí, y la morrocoya se moría de la vergüenza cuando un par de nalgas femeninas asomaban en Aprieta y gana.
Antes de venir con los tecnicismos legales, ya Hugo Chávez había dicho que no quería a esa televisora, no le gustaba, al presidente de Venezuela le gusta es su eco, una manada de adulones salavajes que repiten y maginifiquen lo que él diga. La cultura del "Lo certifico", diríamos.
Ahora, el presidente se escuda en que el pueblo se lo pide, en la "altísima responsabilidad" que tiene de administrar de manera "democrática" el espectro radioeléctrico y, por supuesto, en el vencimiento de la concesión. De cualquier manera, es una decisión de Hugo Chávez, él está en la esquina roja.
Pero, en la esquina azul: ¿Está Marcel Granier como el tío rico del pato Donald contando dólares? ¿Están unos trabajadores serviles que hacen lo que al sr. Granier y compañía les venga en gana? ¿Una serie de periodistas sediciosos y mentirosos que quieren atentar contra el gobierno? ¿Unas prostitutas que se disfrazan de actrices para comerciar su carne en la pantalla de tv? ¿Una serie de productores y escritores que manejan una fábrica de "opio de los pueblos"? ¿Los intereses magnicidas de George W. Bush y la CIA? ¿Manuel Rosales y sus aspiraciones presidencial? ¿El general González González agazapado a ver si regresa?
¿Ven? He aquí el problema de la revolución: vive de cuento en cuento y no tiene quien le enseñe cómo se narra una historia y por eso eso deja tanto cabo suelto.

En la esquina azul sí está Marcel Granier. Y puede a que a alguno no le guste el bigotito, o que piense que Primer plano era una piña, o le envidie sus propiedades o sienta que parte de la riqueza de Venezuela no le llega por Granier la acapara.
Hay también unos cuantos recoge cables, luminitos y camarógrafos que, cuando salen a la calle a defender a RCTV, lo hacen por defender, claro está, una institución y sus valores pero, y no debemos verlo peyorativamente, salen a defender también su sustento, una forma de vida

Está Miguelángel Rodríguez y La entrevista. Tal vez a la gente le parezca que grita mucho o que no deja hablar a los invitados, pero la verdad es que Lina Ron parece disfrutar mucho sus visitas. Está Berenice Gómez, que puedes ser chocante, pero no llega ni a una milésima de lo que hace Mario Silva sin control alguno en La hojilla.
Está Roxana Díaz y, de repente, en nuestros días más pacatos, recordamos su video con Jorge Reyes y nos parece que es un horror y cómo puede esa mujer seguir saliendo en la televisión como si no tuviera vergüenza, ¡imagínense! ¡Teniendo sexo con su novio! ¡La muy descarada!

Está José Simón Escalona y su particular visión de las telenovelas. Nuestra queridísima amiga Carolina Espada, cuya última obra, Camaleona, está siendo trasmitida.
Está el elenco de Radio Rochela, de los unitarios, de los reality.
¿Falta alguien?
Sí, por supuesto. Faltamos nosotros. En la esquina azul estamos aquellos que nos consideramos con criterio y sabemos que si no nos parece lo que dice la Bicha, Miguelángel Rodríguez o Marcel Granier, con cambiar el canal tenemos. Porque mientras haya la libertad de elección, realmente vivimos en una democracia.
Pero cuando ese bodrio llamado Teves comience a pasar a Semillita cantando canciones comunistas o documentales eternos sobre la vida y milagros de Ernesto "Ché" Guevara y sea todo el día y todo el día, obligado por el capricho del hombre de la esquina roja, estamos mal.
Como dijo Plácido en El día que me quieras, de Cabrujas: "¡Coño...! ¡Aquí estamos equivocados! ¡Aquí se ha cometido un disparate en alguna parte! ¡Aquí hubo un loco que nos extravió a todos...!"
Así que, entonces, tenemos los contrincantes: esquina azul vs. esquina roja. Nótese lo desequilibrado del match y cómo la esquina roja se la lleva robada... por ahora
rctv
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viernes, mayo 18, 2007
Un potencial disparate: alcalde Baruta Henrique Capriles insiste con el "pico y placa"

El próximo lunes, Henrique Capriles reincide con su idea del "pico y placa", una especie de híbrido entre el día de parada y un capricho del partido de la ideología que no osa decir su nombre.
El asunto es así: no se puede circular en las vías del municipio entre 6:30 am y 9:30 am según la siguiente asignación en relación con la matrícula del vehículo: 1 ó 2, paras los lunes; 3 ó 4, los martes; 5 ó 6, los miercoles; 7 u 8, los jueves; y 9 ó 0, los viernes. Si te agarran fuera de base el golpe es de 7 U.T. (Bs. 263.424,oo).
En particular no estamos de acuerdo con la medida, la consideramos un tanto absurda y, si se toma en cuenta que ningún otro de los municipios de la Gran Caracas participará, simplemente lo que hace es aislar el territorio.
¿Por qué no estamos de acuerdo?
a)En primer lugar, el alcalde Capriles y Primero Justicia insisten en decir "esto ha funcionado en Bogotá, ha funcionado en Santiago de Chile". Señores, hay que ser humildes y reconocer que el bogotano y el chileno promedio no tienen ni de cerca el nivel de anarquía que derrochamos nosotros. Tampoco el nivel de desmembramiento social que existe acá. ¿Será que alguien puede decir con sinceridad que se muere por hacer "carpool" con su vecino? La realidad es que la nuestra es una sociedad del miedo, donde desconfiamos incluso de nuestra sombra por motivos de seguridad personal, políticos o hasta de apariencias, así que descartado ese argumento.
b)Luego, el alcalde Capriles, según se observa en la página de la alcaldía basa su terquedad en imponer el "pico y placa" en un estudio de Consultores 21 de hace un par de años, pese a que no suministra información acerca de la muestra y el proceso de recolección de datos. Además, después de las últimas elecciones, ¿todavía le creemos tan ciegamente a las encuestadoras opositoras?
c)Aparte, una vez que Minfra y el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre le comunicó a Capriles que no podía utilizar la autopista para el experimento, el alcalde, más como un niño caprichoso que se quiere salir con la suya que como quien detenta el poder ejecutivo de un municipio, migró a la idea de afectar el resto de las vías del municipio, a saber:
Zona Norte:
1. Avenida principal de Colinas de Bello Monte y Avenida Leonardo Da Vinci, a la altura de ciudad banesco. Los distintos accesos a través de la Urbanización Colinas de Bello Monte y Cumbres de Curumo (avenida Anauco, avenida Neverí, calle Suapure, calle Caurimare, avenida Intervecinal).
2. Avenida Río de Janeiro. En sentido este-oeste desde la Urb. Caurimare.
3. Principal de Caurimare. En sentido norte-sur desde Los Ruices.
4. Principal de las Mercedes. Desde el Municipio Chacao.
Zona Este:
1. Calle el Cafetal. Desde Macaracuay.
2. Avenida principal de la Guairita.
3. Avenida Los Naranjos.
4. Carretera vieja el Hatillo.
5. Autopista La Trinidad-La Boyera.
6. Via principal de Gavilán.
Zona Suroeste:
1. Autopista Coche-Tejerías. Desde el Km. 14 de la Autopista
2. Carretera principal Hoyo de la Puerta (Vía Cortada del Guayabo)
Imagínense entonces: ¿la gente de El Hatillo, cuyo alcalde, Alfredo Catalán se apuntó a la cordura y no participa de esta locura está secuestrada? ¿Cómo hacen los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar para ingresar a su casa de estudios?
d)El alcalde Capriles dice que entre sus objetivos estará: "Aumentar la rotación del transporte público e incentivar su utilización masiva". Alcalde, ¿se ha montado en alguna de estas unidades? ¿Ha visto el estado deplorable en que se encuentran? ¿Se imagina cuánto podría aumentar la criminalidad con los autobuses llenos de gente? ¿Ya tiene un plan de seguridad para eso? ¿O como usted utiliza vehículo oficial y no estará afectado por la medida no le importa? Párese en la Texaco de las Mercerdes o en el CVA y mire pasar los autobuses y nos cuenta. Más adelante dice que va a combatir la contaminación. Alcalde: ¿se imagina la cantidad de humo que habrá con este aumento de la rotación del transporte público?
e)El asunto es tan absurdo, que les regalamos un par de las preguntas frecuentes con su respuesta:
P. No vivo en el Municipio Baruta pero mis hijos estudian allí y no puedo pagar transporte ¿qué hago?
R: Deberá asistir más temprano el día que corresponda o utilizar otras modalidades de traslado.
P. ¿Si salgo a las 6 de la mañana y me agarra una cola dentro del Municipio en el horario de restricción como hago?
R: Deberá buscar lugar de aparcamiento fuera de la vialidad y estacionar mientras aplique el horario de restricción.
Estas respuestas son una prueba más que, sinceramente, es imposible pensar que en la medida priva racionalidad alguna sino un capricho. A ver si el alcalde responde por los madrugonazos de los niños o el pago del transporte escolar, o crea nuevos "aparcamientos" para cuando a la gente le agarre las colas. Ojalá que la gente también, en medio de las colas, y haciendo caso a la medida, se "aparque" en los hombrillos.
Realmente este el tipo de situaciones que nos hace pensar que el presidente Hugo Chávez, a todas estas, capaz ni tan malo es. Y el Diccionario de la Real Academia Española tiene un calificativo para esto: mentecatería. (Necedad, tontería, falta de juicio.)
¿Será que hay quien le ponga una placa al pico del alcalde Capriles?
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martes, mayo 15, 2007
Una amputación cultural: cierra sus puertas la librería Monte Ávila del Complejo Teresa Carreño

Todavía no hay explicaciones, pero de antemano se reviste de la materia con la que estan hechas muchas de las cosas que hace la gente de cultura del gobierno revolucionario.
Hagamos repaso de dos de las principales excusas de amenazas a instituciuones culturales:
¿Será que no daba los niveles de ganancia adecuados? Nos extrañaría este razonamiento en un gobierno socialista, el gobierno revolucionario debería apoyar los poderes creativos del pueblo soberan subvencionando hasta en la quiebra a este tipo de entes.
¿Será que era elistesca? Realmente falso, sobre todo si se considera que era una referencia fija para quienes buscaban textos habitualmente incluidos en los programas de lengua y literatura de colegios y liceos o en los programas universitarios y que como Piedra de mar -Francisco Massiani-, Cubagua -Enrique Bernardo Núñez-, El mago de la cara de vidrio -Eduardo Liendo-, Comunicación y cultura de masas -Antonio Pasquali-, Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca -Teresa de la Parra- pertenecen al magnífico catálogo que ha amalgamado por años Monte Ávila.
Incluso, el agradable segundo nivel de literatura infantil, hacía que muchas veces los fines de semana, los niños, que habitualmente apenas si encuentran refugio libresco en el Banco del libro, se acercaran a adueñarse de este espacio.

Para esto debemos comentar que el ministro Sesto se ha publicado par de libros mientras ha ocupado el cargo y que con entusiasmo, a través del semanario Todos adentro, nos comenta que esta revolución es tan democrática que hasta los ministros pueden publicar (¡Vaya giro al tráfico de influencias!).
También que en las llamadas librerías del Sur, en lugar de los libros de nuestros grandes poetas, como Cadenas y Montejo, los mesones y anaqueles de este género los encabeza... ¡Correcto! Francisco Sesto Novás. Podría alguien pensar que de repente esto no es producto de una orden directa sino de adulones que desean congraciarse con su jefe máximo. Nosotros acotamos: la adulonería es cultivada siempre, directa o indirectamente, por pensamiento, palabra, obra u omisión, por el receptos de los halagos.
Pues, sírvanos la última línea para enfocar nuestro punto de vista: por negligencia o participación directa, Francisco Sesto Novás ha oficiado como amputador de ese maravilloso reducto que era la librería Monte Ávila.
¿Qué va a montar ahora, ministro popular? ¿Un mercal de libros?
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