Una visión en perspectiva: la inauguración del viaducto Caracas-La Guaira
El mismo presidente que el lunes dijo que eso de andar era carro era imperialista llegó, nada más y nada menos, que en helicóptero y en vehículo Tiuna recorrió el viaducto para dar paso a tránsito automotor.
Nos alegramos mucho por la gente de La Guaira, que durante más de un año sufrió injustamente de un casi aislamiento. Nos alegramos por los temporadistas. Nos alegramos por el gobierno bolivariano porque, con tanto dinero y tan magra gestión venía siendo hora de que se pareciera al período perejimenizta en algo más que los desfiles militares.
Pero ya que algunos voceros del gobierno sufrieron de desvarío ayer nos gustaría poner el asunto en perspectiva.
William Lara, sin la ayuda de sus semiólogos, sentenció ayer que el viaducto era "una derrota para la oposición enfermiza". Esto de la gente que predica el amor revolucionario.
El gobernador Diosdado Cabello invitó a quienes no están de acuerdo con el gobierno de Hugo Chávez a que fueran a La Guaira por las vías de Carayaca o Higuerote "por hablar mal del viaducto".
Claro, claro, es tiempo de celebración. Obra majestuosa, en tiempo record, tecnología de punta, ingeniería venezolana, el socialismo en acción. En todo estamos de acuerdo.
Pero, un momento. ¿Por qué se vio obligado el gobierno a emprender esta obra?
A ver. El gobierno bolivariano heredó en 1999 la infraestructura de Venezuela. Golpeadita y todo, lo que se imponía era el mantenimiento. En relación con la autopista Caracas-La Guaira había incluso principios de acuerdo con una empresa mejicana para que se encargara, a cambio de la colocación y cobro de peajes por su uso.
Hugo Chávez, en su eterno boxeo de sombras contra la planta insolente del invasor extranjero se negó y todo quedó en manos de sus ministros y técnicos que, parece, sólo saben batir las manos para aplaudir, porque el deterioro del viaducto se acentuó bajo sus miradas negligentes y, cuando se quisieron tomar medidas, fueron apenas parches que terminaron en la caída del viaducto.
En un acto de cinismo sólo propio de Hugo Chávez, llegó a aplaudir la caída del viaducto como si de una gracia se tratara, cuando simplemente era símbolo de su mentalidad tardíamente reactiva para abordar los problemas del país. Tanta fue la torpeza que ni siquiera pudieron terminar de derribarlo en el primer intento.
Ahora bien, si uno es inquilino y, por uso, rompe alguna cosa del inmueble que habita, ¿es una hazaña reemplazarlo? Pues es esta la dimensión del "logro revolucionario".
Además, ¿por qué el presidente no utilizó su labia inagotable ayer para el viaducto? Pues porque allí en plena obra, después de atravesar anillos de seguridad, se encontraban damnificados listos para exigirle que cumpliera sus promesas, porque temen que -como seguramente ocurrirá- ahora los olviden con el viaducto ya hecho.
Pues sí, el héroe del pueblo, ayer le huyó al pueblo. Y se puso a preparar su viajecito a Rusia de la próxima semana para, entre otras cosas, comprar submarinos "porque por el norte limitamos con Puerto Rico, es decir, el imperio".
Hay cierta consigna del partido político Bandera Roja que, pese a la bonanza económica que todos disfrutamos por el derroche petrolero, tiene contundente validez: ¡Y cuál, y cuál, y cuál revolución, si este gobierno es hambre, miseria y corrupción!
Y nada de escuchar al pueblo sino antes de las elecciones.
¡Salud, a pesar de todo, por el nuevo viaducto! En perspectiva...
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