"Como vivimos en el reino de los antivalores, donde la palabra de los hombres dejó de ser un asunto de honor, la decisión de Benjamín Rausseo de dar libertad a sus seguidores para votar a favor de Chávez o por Rosales, no sorprendió a casi nadie. Eso de mantener la palabra no parece estar en la idiosincrasia de los venezolanos de hoy, de los que no tienen ni tuvieron unos abuelos, tíos o padres que les inculcaran que los compromisos se deben cumplir hasta el final, en contra de todos los obstáculos imaginables, porque para algo debe existir la palabra de los hombres. Se trata de principios que se aprenden desde niño o adolescente en el seno familiar, cuando se le enseña que mantener limpio el nombre debe ser el mayor orgullo. El honor del Guácharo rodó por el suelo al no cumplir la palabra empeñada el día de su inscripción ante el CNE, cuando aseguró que apoyaría a Rosales si éste se despegaba en las encuestas. ¿Qué fue lo que le hizo actuar en abierta contradicción con sus promesas, y con quienes ayer se presentaron en el CNE apoyando la candidatura unitaria de Rosales?, ¿Qué fuerza le hizo doblegar sus primeras determinaciones y decepcionar a quienes se dejaron entusiasmar por su discurso?, ¿Qué ganó con esa decisión?. Este episodio en la trama electoral que concluirá próximamente nos demuestra cómo hemos destruido nuestra fisonomía decorosa y, hace rato, mucho antes de que apareciera Chávez con sus promesas falsas de rescatar la moral perdida. Será necesaria una sacudida ejemplar para reconstruir el país sobre bases morales, donde las palabras no se las lleve el viento, como debe suceder en el reino de Musipán, ubicado en Margarita, donde lo único malo de esa isla es que todo se lo come el salitre. Y en el reinado de los antivalores próximo a vencerse, el salitre está oxidando hasta las palabras de los hombres." (
el nacional)
Elecciones3DEtiquetas: Camino a Miraflores, Reflexión sobre Venezuela
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