domingo, agosto 05, 2007

Un comentario sobre la polémica del veredicto del Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, edición 2007 (Segunda parte: en Venezuela)

(Recomendación: si no la has leído, comienza por la Introducción)

1)La lotería de las letras

Parte de nuestra fascinación por el "mundillo literario" proviene de las entrevistas que Jaime Bayly realizaba en CBS/Telenoticias a escritores. De la boca de Alonso Cueto nos lanzamos a la fascinación de Hemingway en La corta y feliz vida de Francis Macomber, y de las divagaciones etílicas de Alfredo Bryce Echenique escuchamos una frase que es para, al menos, reflexionar.

Consultado sobre su participación en concursos literarios dijo: "Los concursos literarios son siempre una lotería. Llega un momento de su carrera cuando el escritor debe decidir si quiere jugar o se dedica a trabajar".

Años después, en una conversación personal, el mejicano Sergio Pitol nos comentaría: "manténgase alejado de los concursos donde hay dinero de por medio, en los cuales siempre median intereses extraliterarios."

Escuchamos también decir a algún escritor: son los ganadores los que hacen al premio, no el premio a los ganadores.

De estas opiniones, nuestras experiencias y otros comentarios, fuimos construyendo una percepción acerca de los concursos literarios.

Para un escritor, sobre todo uno joven, el concurso literario es una forma de validación, es alimento para su vocación, legitimación de sus escritos, posibilidades de publicación. Para un escritor joven en Venezuela, donde no existen prácticamente espacios en los periódicos para divulgar nueva narrativa, poesía o ensayo; donde aparte de esfuerzos como los de Jorge Gómez Jiménez en Letralia o Héctor Torres en Ficción Breve Venezolana lo que queda es el under-underground; ganar un concurso literario es abrirse paso.

Como en todo: entre los ganadores de concursos literarios ni son todos los que están ni están todos los que son. Pero como un parámetro de aproximación son interesantes. Basta ver la fascinación que entre personas que acuden en desorientación total a una librería para buscar un regalo ejercen las banditas rojas que anuncian que el título que tienen en las manos ha sido ganador del premio tal, año tal.

Por estas razones, deberíamos ser los escritores los primeros interesados en exigir reglas claras en los concursos, seguirlas y respetar luego los resultados o reclamar si es el caso.

Se trata de una lotería de las letras donde, en lugar de comprarlo, hemos manufacturado lo que consideramos el ticket ganador. El problema es que, como diría un querido profesor de bachillerato, José María Bernechea: es necesario tener la razón... y que nos la den.

2)Los concursos literarios en Venezuela hoy


A veces sobra.
No sabemos si es para alegrarse, entristecerse o volverse pesimista, pero, según las informacións públicamente disponibles, el certamen rey de escritura en Venezuela es el Concurso de Cartas de Amor que la compañía Mont Blanc organiza desde hace siete años. Pueden llegar a recibir alrededor de cinco mil cartas por año, de las cuales eligen un grupo de entre diez y quince finalistas.

En sus buenos años, el concurso del diario el nacional convoca casi mil cuentos en su certamen anual.

A veces falta. Leímos que en la última Bienal José Antonio Ramos Sucre se presentaron menos de treinta manuscritos en narrativa. Recordamos que en un concurso que fue debut y despedida de la Alcaldía Mayor de Caracas para novelas se presentaron tres (3) manuscritos.

Más allá de la cantidad de concursantes, en general, en Venezuela, quien se atreva puede abrir un concurso literario. Instituciones como el Ipas-me, diversos ministerios, alcaldías, gobernaciones, ong's, entre otros han tenido la experiencia de convocar manuscritos para someterlos a examen de un jurado y dar un premio. Muchos de ellos apenas llegan al primer round, a veces responden a una actividad especial por alguna fecha conmemorativa. De hecho, el concurso de autores inéditos de Monte Ávila no ha sido convocado initerrumpidamente.

No se puede negar que el escritor tiene frente a sí diversas opciones para escoger, aunque menos clara está la credibilidad de algunas de estas instituciones y la posibilidad para emitir un veredicto y cumplir con el premio establecido.

¿El premio? Puede consistir en publicación, dinero, pasajes aéreos, diplomas, medallas, entre otros. Incluso la revista urbe bikini convocó el año pasado un concurso de relato erótico donde el premio, aparte del dinero, incluía una noche en el hotel Aladdin, y, adicionalmente, seleccionó 47 relatos para publicarlos en una especie de antología.

3)Todo lo no contemplado en estas bases será decidido por el jurado

Esta afirmación, casi una obligación al final de las bases de cualquier premio literario en nuestras tierras, se ha convertido en la aberración más tremenda que pueda existir y deja al escritor/participante -y queremos dejar el drama pero igual llamar la atención- en una tremenda indefensión. Revisemos algunos ejemplos.

En Venezuela es práctica habitual ofrecer prórrogas para los plazos máximos de entrega de manuscritos, en detrimento de los participantes que sí entregan su material en la fecha acordada y pueden llevar trabajos con problemas de transcripción por querer ajustarse a las normas. Estas prórrogas muchas veces no son divulgadas públicamente, así que muchos participantes lo ignoran.

Como consecuencia de esas prórrogas, los veredictos se dan cuando mejor le parezca a la entidad organizadora. El año pasado, la editorial roja, rojita El perro y la rana pospuso durante casi tres meses su veredicto para una serie de concursos que había convocado. El mismo concurso de autores inéditos de Monte Ávila se dio el lujo de dar la lista de ganadores, arbitrariamente, en dos partes. De hecho, cuando concursamos en 1999, el veredicto se tardó un mes sin excusa alguna.

Aunque, hay que ser justos. Excusas hay y siempre pasan por: a)hay pocos participantes porque no hubo suficiente promoción; b)hemos superado las expectativas y hay más manuscritos de los que habíamos previsto; c)el jurado no se ha podido poner de acuerdo.

Por otra parte, hay certámenes que, simplemente, no dan ni veredicto ni explicaciones. Por ejemplo, en vísperas de la Copa América, se convocó un concurso de ensayo deportivo cuyas bases y medios de participación se obtenían a través de la página Escribe fútbol. La Copa pasó, los organizadores nadie sabe dónde están y, si son curiosos y siguen el link, esta gente dejó hasta de pagar el domain: se esfumaron, pues.

De hecho, por estos lados (Vivir es cuestión de método) todavía estamos a la espera de saber el veredicto del concurso Une tu blog del diario el nacional, cuyo plazo de admisiones finalizó el primero de julio pasado y todavía estamos en el "muy pronto publicaremos los blogs ganadores".

Otras perlas consisten en la violación directa de las condiciones de premiación. Vamos con una experiencia personal. En 1999, en el concurso de Monte Ávila, nos otorgaron una mención especial. Durante la llamada telefónica que nos hizo Eduardo Tovar le preguntamos qué significaba esto en relación con los premios y nos aseguró lo siguiente: su libro será publicado con una diferencia de unos tres meses en relación con los ganadores. El veredicto fue publicado, se nos entregó copia y señalaba claramente nuestra mención.

Esta mención, por cierto, la compartimos con el hoy vicepresidente Jorge Rodríguez, a quien afectó de igual forma lo que relataremos a continuación.

Los meses comenzaron a pasar y, por el retraso en la publicación de los ganadores, un par de veces nos acercamos a las oficinas de Monte Ávila y, amablemente, nos recibió Aléxis Márquez Rodríguez, entonces presidente de la editorial. Siguieron pasando los meses. Consideramos necesaria una nueva entrevista dado el retraso pero nos sorprendimos al saber que había orden de que no se nos recibiera. En lugar de eso, se nos envió donde un tal Pablo Gamba.

El amigo Gamba, asistente a la gerencia editorial, nos dijo en tono despectivo que, en su opinión, el libro tenía altibajos. Él nos recomendaba que mejor revisáramos y que eso podía entrar para el plan editorial del 2003. Entonces le dijimos: espérate un momento, ¿tú no sabes que ese libro ya fue aprobado por un jurado? Nos dijo que eran órdenes de Aléxis Márquez (a quien por cierto, le perdimos cualquier tipo de respeto desde ese entonces).

Comenzamos una cruzada personal. Nunca dijimos que nuestro libro fuera perfecto, pero da la casualidad de lo siguiente: Monte Ávila, como toda editorial seria, cuenta con un comité de lectura de manuscritos de planta. Es con base en la opinión de estas personas que se decide si se publica o no un libro. Cuando una editorial convoca un premio, prescinde habitualmente de su comité y se busca personas que estén aún más calificadas para esta labor, por lo tanto, poca duda debería quedar de su juicio. Excepto en Monte Ávila en 1999.

Cuando logramos hablar con Aléxis Márquez, el obsesivo del lenguaje nos dijo: "Han irrespetado a Pablo Gamba cuando deberían admirarlo por su juventud y capacidad, su opinión es muy importante. Para mí, la mención que el jurado dio a su libro fue como si alguien en una fiesta se acercara y me sugiriera algún manuscrito".

De esto dedujimos, al menos, dos cosas: 1)que había un interés manifiesto de parte del señor Márquez en incumplir el veredicto del jurado (cosa que hizo, por lo cual, después de ventilar la situación en la revista Exceso, nos fuimos con nuestras letras a otra parte: Jorge Rodríguez obtuvo otra mención en la Bienal Pocaterra del año siguiente y su libro, El sueño de los ciegos, fue publicado por Comala; nosotros participamos en el Premio Latinoamericana de Narrativa Dupont-M.E.E.T, obtuvimos el segundo lugar y nuestro libro Juegos de amor/Juegos de memoria fue publicado también por Comala); 2)que el señor Márquez estaba acostumbrado a recibir esas recomendaciones en fiestas y cócteles. (cosa que seguramente también, como siempre se rumoró, hizo)

Finalmente, deseamos ocuparnos de un punto relacionado con la evaluación de los jurados. En los concursos de alta convocatoria, el proceso es indirecto: en un primer momento hay una preselección por parte de un grupo de lectores con inconsistente grado de preparación y son éstos quienes deciden lo que terminará leyendo el jurado.

No caeremos en la trampa de ponernos a discurtir acerca de lo impráctico que es que un jurado lea 900 cuentos o compadecernos de sus ojos con tantos disparates que pueden eliminarse en un proceso de preselección, pero nos parece claro que si se utilizan únicamente estudiantes de letras, digamos, en estos comités, ¡ay del relato experimental que caiga en manos de un amante de la literatura clásica y estándar!, que no lo entienda y lo haga un descarte seguro; y ¡ay también del relato construido con un guiño a los orígenes del cuento moderno y caiga en manos de un adorador de la metaficción, las hibridaciones de la posmodernidad y otras especies!

E incluso, hay concursos como el de Cartas de amor, donde la segunda etapa es todavía más incoherente que la primera: después de haber pasado un filtro de lectores, los finalistas deben leer la carta en público ante un auditorio. En 2006, cuando fuimos uno de los quince finalistas entre más de cinco mil cartas participantes, fuimos evaluados por Giovanni Scutaro, Carlota Sosa, Soledad Bravo, Nelson Bocaranda, Carla Angola, entre otras personalidades, muy respetables todas, pero, de escritura, poco o nada.

En fin, redondeamos: puede que este repaso sirva sólo para gritar "mal de muchos, consuelo de tontos", pero nos parecía interesante antes de hablar de la edición 2007 del concurso de Monte Ávila.

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