Una pérdida del mundo cultural: muere director cinematográfico sueco Ingmar Bergman
Habría que ver cómo se plantea este problema en tiempos de revolución: alienados, condenados, sometidos o por fuerza de la inercia, el público venezolano concentra su consumo cinematográfico en la oferta de las salas comerciales, con los circuitostos cinex y cines unidos ofreciéndonos Hollywood y sus satélites durante todo el año, con los festivales europeos o norteamericanos independientes y sus películas de un par de años atrás incluidos.
Suele ser, de hecho, un gesto por el cual se aspira ganar reconocimiento de los amigos, fama de cinéfilo o un escalafón mayor en el alcance cultural del individuo cuando se decide a ir a la cinemateca nacional o se compra algún dvd-ya que no se cuenta ahora con la opción de la selección clásica del Video Color Yamín de Altamira- para ver algunas de las joyas clásicas de cine.
Y es en esta categoría en la que, inequívocamente, podemos incluir las películas de Ingmar Bergman. Podemos hablar del Séptimo sello, de las Fresas salvajes o de cualquier de las obras de su filmografía y podríamos, no hay duda, demostrar que por lo menos una mano de barniz cultural hay sobre nosotros.
Y no será mera construcción de mercadeo ya que, más allá del nombre que ha ganado Bergman, basta ver las películas para encontrarse con el trabajo de un creador que apunta, como los grandes, a las cuestiones últimas y su compresión: la pasión, el dolor, la forma como vivimos rodeados de historias y las maneras que hay para contarlas.
Errata: originalmente, por un error involutario pero inexcusable, esta entrada atribuía al maestro Bergman Las fresas de la amargura, cuando en realidad nos referíamos a Las fresas salvajes. Agradecemos a nuestra amiga Níyume, quien amablemente nos hizo la observación y aprovechamos para invitarlos a visitar su blog, Apuntes mercurianos.
Ofrecemos nuestras sentidas disculpas a nuestros lectores y a los seguidores y admiradores del trabajo del maestro Bergman.
Hoy nos despertamos con la noticia de su muerte y reivindicamos, con convicción, el poder del arte como un medio para la reflexión verdadera, para la reflexión relevante, un amuleto contra las mezquidades del día día.
Hoy recordamos que, no hay mérito mayor para un artista: que más allá de lo efímero de su vida -siempre marcada por la geografía, la historia, entre otras limitaciones- la obra persiste por sí misma, "camina sola", y está allí esperando, para que en algún futuro de carros voladores y hogares marcianos o lunares, alguien la contemple y pueda entender un poco más acerca de su esencia humana.
¡Salud por el arte!
Etiquetas: Adiós a un artista, Mundo en celuloide, Pensamiento y reflexión
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