lunes, mayo 28, 2007

Una Historia Venezolana de la Infamia: Román Chalbaud y las joyitas que terminaron de enterrar a RCTV


Tal vez por mero masoquismo tenemos el windows media player conectado a la "señal en vivo" de Radio Caracas Televisión. Evidentemente, el counter avanza, y sólo hay silencio y aquella pantalla negrísima que dignamente quedó antes del bodrio de Teves. Quien quiera unirse, está invitado en este link.

Ahora, tal vez por acentuar el masoquismo, deseamos retroceder a los primeros minutos de la señal de Teves en un patético acto en el Teresa Carreño.

Primero, como toda buena adulona y servil, Lil Rodríguez dando las gracias a su jefe máximo, el presidente Hugo Chávez. ¡Tremenda hazaña! ¡Atropellar al primero que se les antoja controlando todo el poder!

Por cierto: en la rueda de prensa luego de la juramentación de la señora Rodríguez, antes de sus primeras palabras, se hizo mucho énfasis en leer un extenso curriculum. ¿Nuestra posición? No nos impresiona. La única razón por la cual está en el cargo es por su alienación comunista -llegó a dirigir una radio en Cuba- y su facilidad para la adulonería y el servilismo.

¿Un alivio? Al menos no dirigen Teves ni Joselo ni Semillita.

Luego vino una imagen muy triste. Un anciano Román Chalbaud comenzó a hablar líneas verdaderamente incoherentes. El hombre que pese a su influencia en el régimen fue incapaz de interceder por su amigo y actor consecuente Orlando Urdaneta -apenas si esquivaba el tema para no cometer la cobardía de acusarlo-, comenzó a citar, oh my God!, en este país de lucha contra el Imperio, a Woody Allen. Sí, señor. Resultó que una cita de Woody Allen sobre cómo en Hollywood la basura la convertían en películas abrió fuegos.

Luego, Chalbaud se llenó la boca hablando de Shakespeare y la "madera con la que están hechos los sueños". No, señor Chalbaud. Vaya a filmar a sus marginales, grabar sus diálogos procaces. Ni de cerca roce al gran poeta isabelino. Al hombre cuya perfecta comprensión de la tragedia humana ha llevado incluso a dudar de su existencia. Usted no ha quedado ni para tragedias ni comedias, sino para jornadas nocturnas y chabacanas del Teatro Chacaito.

No, amigo Chalbaud, no se equivoque. Usted tiene una que otra película. Pero, en cuanto evaluamos valores estéticos, me remito a una frase de Günther Grass quien aconseja que cada vez que vemos una obra de arte, debemos preguntar: ¿y cuánta sangre fue necesaria, por acción o apoyo, para que la obra se gestara? Desde la época de la guerrilla, señor Chalbaud, va mucha sangre. En estos nueve años va mucha sangre. Lamentablemente el hombre y el artista, son el hombre, el artista y sus circunstancias. Y como usted no es Fellini sus obras palidecen.

Señor Chalbaud: usted se paró allí a enterrar a Radio Caracas Televisión y hasta ahora no ha dicho nada de los 18 millones de dólares que se le otorgaron arbitrariamente a Danny Glover, el morenito de Arma mortal y Saw, para que haga una película sobre Haití. José Novoa, el director de Sicario, estima que esa suma hubiera podido financiar cinco años de cine local. Colegas suyos. Las generaciones del futuro, señor Chalbaud.

Pero usted no ha podido protestar. ¿Será por miedo a que la revolución se coma a uno de sus hijos? ¿Será porque estuvo ocupado buscando citas de Shakespeare y Woody Allen? ¿Será porque se regodeaba en la venganza contra RCTV? ¿Será que ya le tienen sus milloncitos para otro bodrio panfletario como El Caracazo?

Finalmente, comenzó a cantar, con su figura menuda Cecilia Todd. Cantando, cantando en júbilo, como si no pasara nada.

Es la desgracia una de las circunstancias en las que realmente se conoce a los seres humanos. Pasarán los días y descubriremos más infames y miserables.

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