Una campaña: ¡Quebremos a Torondoy!

Que conste, esto vale también para Paisa y Flor de Aragua...

Una de las cosas que el presidente reelecto se ha esforzado en señalarnos es que el socialismo del siglo XXI no está construido, hay que ir forjándolo, inventando incluso...

En este contexto, encontramos una de las nociones más fascinantes de la revolución bolivariana, el llamado desarrollo endógeno...

Años de dominación cultural extranjera, de colonización de las ideas, nos han hecho pensar que a ese desarrollo endógeno se llega produciendo dentro de nuestras fronteras todos aquellos productos que nos harían un país sustentable en el tiempo, logrando independencia total de las exportaciones...

Nada más alejado de la realidad...

Hay que recordar que, durante años, adecos y copeyanos permitieron la creación de industrias totalmente ineficientes y nos sometieron al yugo de consumir sus productos y, encima, a precios muy elevados...

Ahora, con los movimientos de solidaridad de la revolución, hemos otorgado un importante préstamo a compañías como la cooperativa láctea Sancor argentina y con eso nos proveeremos, también dentro del marco del Mercosur, de productos lácteos de calidad a precios que liquidarán a los productores nacionales...

¿Los desempleos que se generen, los impactos al aparato productivo? Una revolución no se detiene en semenjantes pequeñeces...

Acabamos de probar un trozo de queso dambo Sancor, precio del kilo aproximadamente 24 mil bolívares. Torondoy, por nombrar sólo un ejemplo, ofrece un queso de inferior calidad a un precio similar.

¿Qué debemos hacer como buenos revolucionarios? Dejar de comprar, inmediatamente, los productos lácteos venezolanos y disfrutar de las variedades Sancor (hay también fontina y provolone, que sepamos y hayamos visto)...

Por eso, unámonos a la campaña: ¡Quebremos a Torondoy!

No es sólo al espada de Bolívar por la que hay que estar alerta en América Latina sino también por las vacas argentinas...

¡La revolución avanza!