jueves, noviembre 16, 2006

Un estremecedor relato de Milagros Socorro sobre la industria del secuestro

"Hay un momento en que la tragedia parece suspenderse.

El cadáver, todavía tibio, yace de costado, en posición fetal, en la parte trasera de la camioneta. No es dable pensar que aún podría haber jirones de vida en el cuerpo porque la bala que lo ha matado atravesó su corazón. El vehículo ha sido abandonado en el descampado y nadie sabe que está allí. Ni siquiera Hernán, porque para ese momento él ya se ha sumido en la quietud y la inocencia de la muerte.

Hernán Romero Vílchez, de 49 años, salió el martes en la mañana hacia La Alcancía, una pequeña finca de su propiedad, ubicada a diez minutos de Machiques de Perijá. Detengámonos en el nombre de la hacienda porque puede decirnos mucho del productor y de su percepción de los asedios que lo cercaban. Hernán no era precisamente un heredero... no de fortuna material aunque sí de otros valores, puesto que su madre es la maestra Rosita Vílchez, muy conocida y respetada en el pueblo por la labor docente que ejerció con varias generaciones.

La suya era lo que entonces se llamaba una "escuelita", lo que significa que no era un colegio formal sino un lugar donde se adquirían las letras. Ni más ni menos.

Del amor por el conocimiento de la maestra Rosita dieron prueba sus propios hijos, Hernán, quien se lleva a la tumba sus títulos de ingeniero agrónomo y de abogado, y Jesús Adolfo (de cuya aplicación doy fe porque fue mi compañero de aula durante toda la primaria); así como sus nietos, dado que los tres hijos de Hernán son: ingeniera la mayor, y abogado y médico los dos varones.

El nombre de la finca ilustra el esfuerzo y la tenacidad conque fue adquirida y mantenida durante 25 años; y nos habla también de las dimensiones de su provecho, puesto que estamos hablando de una hacienda de doble propósito (leche y carne) de muy modesta explotación.

La economía de Hernán Romero era, pues, la de un trabajador esforzado, no la de un hombre rico que se ve a sí mismo como blanco de los voraces criminales.

ESTE MARTES EN LA MAÑANA, HERNÁN SALIÓ DE SU APARTAMENTO EN EL EDIFICIO LA GRANJA, EN MACHIQUES, casualmente vecino, puerta con puerta, del de Luis Elías Martínez, asesinado el 15 de junio de este año por negarse a caminar con los secuestrados.

Abordó su camioneta Ford, color blanco, modelo Ecosport y se dirigió a La Alcancía. Al llegar, descendió del vehículo y abrió el primer portón de la finca. Conducía ya por un camino interno de la hacienda cuando fue abordado por cinco hombres, tres de los cuales iban encapuchados.

A partir de este momento, el relato se compone de retazos recogidos en entrevistas con varios testimoniantes, ya que, a diferencia del asesinato de Luis Elías, en esta ocasión no había testigos que presenciaran los hechos.

Al verse rodeado por extraños armados y con el rostro tapado, Hernán optó por hacerles frente e impedir que se lo llevaran con vida, cogió su revólver y les disparó, a través del cristal del parabrisas, los seis tiros del arma, que no hicieron blanco en ninguno de sus atacantes (lo que se deduce del hecho de que no se encontraron rastros de sangre en los alrededores). Al agotar sus municiones, los delincuentes le dispararon con una frialdad y puntería de la que carecía el hacendado, ya que le atinaron en el pecho. Luego lo sacaron del vehículo y lo arrastraron para llevarlo hacia la parte posterior (lo que se sabe, porque el cuerpo presentó escoriaciones en la espalda).

CON HERNÁN EN LA MALETA DEL VEHÍCULO, LOS SECUESTRADORES EMPRENDIERON LA HUIDA. No se sabe si ya el ganadero estaba muerto o agonizaba, porque las versiones no coinciden en este punto. En su veloz retirada, los secuestradores vieron venir a un ciclista. Detuvieron la camioneta, descendieron de ella dejando las puertas abiertas e interceptaron al joven que venía en su bicicleta, quien resultó ser un motosierrista que iba a cumplir un encargo (de aserrar árboles para hacer estantillos y madrinas). Fue él quien dijo a la policía que los secuestradores eran cinco, que tres de ellos usaban pasamontañas y que tenían acento colombiano. Tras constatar que el muchacho no sabía nada y estaba medio muerto de miedo, los delincuentes lo dejaron ir.

Al llegar a su destino, el motosierrista comunicó al hacendado que lo había contratado lo que acababa de ocurrirle y precisó que los tipos andaban en la camioneta de Hernán Romero. Mientras, los secuestradores se dirigían a una finca cercana cuya entrada intentaron violentar. Y es entonces cuando han debido percatarse de que la víctima había muerto porque se adentraron al monte y en un recodo dejaron el vehículo abandonado.

ES AQUÍ CUANDO LA TRAGEDIA SE CONGELA. HERNÁN SE ESTRENA EN LA MUERTE. Su carro está inmóvil. Nadie sabe dónde está. La viuda no sabe que lo es. Los huérfanos no han probado la hiel de la ira. Todo está en silencio.

Es casi mediodía al pie de la Sierra de Perijá. El sol calienta la carrocería. El cuerpo de Hernán tiene un agujero en el pecho, unos arañazos en la espalda y un anillo de bodas.

Está solo, pero no abandonado, porque sus compañeros del gremio ganadero se han puesto en movimiento rápidamente. Lo andan buscando. No pasa mucho tiempo cuando uno de los grupos que se han dividido las rutas para rastrearlo divisan su camioneta a los lejos, pero no se atreven a acercarse por temor a que los delincuentes estén todavía por allí y los acribillen. Van a Machiques y buscan la ayuda de la Guardia Nacional, que inmediatamente se moviliza. Después llegaría una comisión del Cicpc de Maracaibo. Las autoridades acordonan el lugar donde se encuentra la camioneta para evitar alteraciones del escenario.

EN REALIDAD, HERNÁN NUNCA ESTUVO SOLO. CON SU ASESINATO, SE SUMAN TRES GANADEROS MUERTOS a manos de secuestradores, solamente en Machiques y solamente este año. El 6 de febrero fue raptado Mario Vasallo, quien habría de morir en cautiverio dos semanas más tarde, después de que su familia hubiera cancelado el millonario rescate. En junio mataron a Luis Elías y ahora le ha tocado al hijo de la maestra Rosita. Los dos últimos pagaron con su vida su determinación de no dejarse llevar por delincuentes. En lo que va de año, se han registrado 13 secuestros en la zona comprendida por la Villa del Rosario y Machiques de Perijá, dos de las víctimas, Víctor Bracho Hernández y Danilo Chourio Tapia, se encuentran todavía desaparecidas.

Pero, además, unas horas antes de que los guerrilleros mataran a Hernán Romero, otro productor agropecuario, Ramón de Jesús Rodríguez Díaz, de 54 años, había muerto, el lunes en la noche, en el Sur del Lago, por resistirse a un atraco. Y el mismo martes fue secuestrado, en Maracaibo, Andrés Javier Ortigoza Gabrielli (20 años), quien se convirtió en el secuestrado número 38 en el Zulia durante este año, y el tercero en menos de una semana.

Al reconocer que el gremio está desmoralizado y, naturalmente, lleno de miedo, David Govea, presidente de la Asociación de Ganaderos de Machiques, dijo que, pese a todas las amenazas y terribles crímenes que se han cometido en la subregión, los organismos de seguridad no han desarrollado acciones cónsonas con la gravedad de la situación.

"El Gobierno debe reconocer la enormidad del problema. Y aquellos que enarbolan la consigna de Patria o muerte deben saber que nosotros, los productores del campo, hacemos patria, ya que contribuimos diariamente a su soberanía alimentaria...

y recibimos muerte", dijo Govea." (el nacional)

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