martes, octubre 03, 2006

Una análisis de Manuel Felipe Sierra sobre el traspiés sufrido por el "socialista gozón" Lula Da Silva

"El sorpresivo resultado de la primera vuelta en las elecciones de Brasil, que obliga a Lula a contarse en una segunda ronda ante el candidato socialdemócrata Geraldo Alckmin el 29 de octubre, obedece, entre otras razones, a las divisiones del Partido de los Trabajadores y a las sostenidas y contundentes denuncias de corrupción en el entorno presidencial. A diferencia de lo ocurrido en Perú y México, el llamado "efecto Chávez" fue más discreto en este caso. Lula viene marcando distancia con el mandatario venezolano en lo fundamental, porque su gobierno tiene muy poco en común con el régimen bolivariano. Ha sido Chávez quien se ha empeñado en establecer un estrecho parentesco con Lula, Kirchner y Tabaré Vásquez para instrumentalizar Mercosur con una connotación ideológica que no tiene y que los países miembros se han negado a aceptar.

Pero no cabe duda de que en las cuatro próximas semanas la campaña de Alckmin utilizará la imagen de Chávez como un legítimo recurso electoral para debilitar a Lula. Si ésta fue útil para la victoria de Alan García frente a Humala y de Felipe Calderón ante López Obrador ¿por qué no serlo en el combate final entre los dos aspirantes brasileños? Si Lula ganase en la segunda vuelta, su nueva gestión se apoyaría en acuerdos y alianzas que desvanecerán la euforia izquierdista que rodeó su victoria en 2003.

Sin embargo, si algo está claro es que la estrategia de exportación de la revolución bolivariana ha devenido en un fracaso. La actitud de Michelle Bachelet ya no es tan comprensiva como hace unos meses. La situación planteada con el embajador Víctor Delgado, el regreso de Chile a la Comunidad Andina de Naciones, ocupando el espacio dejado por Venezuela, y las aprensiones que genera en ese país la supuesta instalación de bases militares venezolanas en Bolivia, definen un claro distanciamiento entre ambos gobernantes. La decisión de Uruguay de suscribir el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos; los recelos expresados por los presidentes de Guatemala y Costa Rica por la abierta injerencia chavista en los comicios de Nicaragua; la incomprensible decisión de no reconocer al nuevo presidente de México y la creciente tensión política que pone en peligro la gobernabilidad de Evo Morales en Bolivia, reflejan un aislamiento del ámbito natural de la política exterior venezolana.

Las elecciones brasileñas pusieron en evidencia que Venezuela es el único país en América Latina que mantiene secuestrado el Poder Electoral. En Chile, Colombia, Perú, Haití, Costa Rica y México (pese a la impugnación fallida de López Obrador) ha existido un árbitro confiable, los contendores han aceptado las reglas del juego, la participación ha sido masiva, se ha sufragado manualmente y los resultados se han conocido sin mayores dilaciones. Un cuadro de esta naturaleza tiene las consecuencias que ya se conocen: la caída de la credibilidad de Chávez, el incremento de las protestas populares y el fortalecimiento de la opción Rosales." (el nacional)