Un comentario interesante de Manuel Vicent sobre la violencia religiosa
"En cualquiera de las tres grandes religiones del Libro, con que haya un solo extremista violento por cada diez mil fieles pacíficos ya se puede formar un ejercito con decenas de miles de fanáticos. Tres dioses monoteístas, a cuál más celoso e individualista, se disputan hoy la hegemonía del espacio celestial.
Dos de ellos, el Yahvé de los hebreos y el Dios de los cristianos, están armados hasta los dientes y los seguidores más exaltados de Alá tienen ya a su alcance un nivel de armamento suficiente para conmover nuestros cimientos e imponer el equilibrio del terror, de modo que por miedo a aniquilarse en nombre del Dios respectivo se puede llegar a la alianza de civilizaciones.
Envuelta en el hojaldre del amor al prójimo la violencia es un elemento consustancial en cualquier religión monoteísta. La ferocidad de Yahvé sembró de cadáveres el Antiguo Testamento. Moisés bajó del Sinaí con el quinto mandamiento, que prohibía matar, recién esculpido en las tablas de la ley, pero el propio Yahvé fue el primero en olvidar su precepto y mandó exterminar a miles de idólatras que adoraban el becerro de oro al pie del monte.
El cristianismo se expandió a caballo del Imperio Romano a punta de lanza y la Iglesia católica impuso finalmente el evangelio a sangre y fuego. Después no hubo un gramo de ciencia y de razón que no le fuera arrancado tenazmente desafiando toda clase de anatemas, torturas, mazmorras y hogueras. Los fanáticos islámicos pueden haber sido igual de violentos, pero su cultura, lo mismo que la hebrea y la cristiana, también ha alcanzado cimas muy altas de espiritualidad y belleza.
Benedicto XVI es un teólogo muy sutil, experto en hacer encaje de bolillos con las palabras, aunque esta vez se le ha corrido el punto de ganchillo teológico y ha hecho estallar la violencia estática. La historia de las religiones está llena de ejemplos en que una sola palabra ha engendrado herejías sanguinarias y por una conjunción copulativa en el Credo han sido pasadas a cuchillo ciudades enteras. La Iglesia ha tardado siglos en pedir perdón por haber condenado a Galileo y por haber llamado deicidas a los judíos.
En cambio al día siguiente de haber cometido un desliz en Ratisbona con una cita medieval contra la violencia islámica, Benedicto XVI se ha apresurado a pedir excusas desde todos los balcones del Vaticano. Se trata sólo de miedo, del equilibrio del terror. Tal como están las cosas, te vas de la lengua, y cualquier fanático te echa abajo San Pedro de Roma." (el país)
Dos de ellos, el Yahvé de los hebreos y el Dios de los cristianos, están armados hasta los dientes y los seguidores más exaltados de Alá tienen ya a su alcance un nivel de armamento suficiente para conmover nuestros cimientos e imponer el equilibrio del terror, de modo que por miedo a aniquilarse en nombre del Dios respectivo se puede llegar a la alianza de civilizaciones.
Envuelta en el hojaldre del amor al prójimo la violencia es un elemento consustancial en cualquier religión monoteísta. La ferocidad de Yahvé sembró de cadáveres el Antiguo Testamento. Moisés bajó del Sinaí con el quinto mandamiento, que prohibía matar, recién esculpido en las tablas de la ley, pero el propio Yahvé fue el primero en olvidar su precepto y mandó exterminar a miles de idólatras que adoraban el becerro de oro al pie del monte.
El cristianismo se expandió a caballo del Imperio Romano a punta de lanza y la Iglesia católica impuso finalmente el evangelio a sangre y fuego. Después no hubo un gramo de ciencia y de razón que no le fuera arrancado tenazmente desafiando toda clase de anatemas, torturas, mazmorras y hogueras. Los fanáticos islámicos pueden haber sido igual de violentos, pero su cultura, lo mismo que la hebrea y la cristiana, también ha alcanzado cimas muy altas de espiritualidad y belleza.
Benedicto XVI es un teólogo muy sutil, experto en hacer encaje de bolillos con las palabras, aunque esta vez se le ha corrido el punto de ganchillo teológico y ha hecho estallar la violencia estática. La historia de las religiones está llena de ejemplos en que una sola palabra ha engendrado herejías sanguinarias y por una conjunción copulativa en el Credo han sido pasadas a cuchillo ciudades enteras. La Iglesia ha tardado siglos en pedir perdón por haber condenado a Galileo y por haber llamado deicidas a los judíos.
En cambio al día siguiente de haber cometido un desliz en Ratisbona con una cita medieval contra la violencia islámica, Benedicto XVI se ha apresurado a pedir excusas desde todos los balcones del Vaticano. Se trata sólo de miedo, del equilibrio del terror. Tal como están las cosas, te vas de la lengua, y cualquier fanático te echa abajo San Pedro de Roma." (el país)
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