lunes, junio 22, 2009

Sobre Ingenieros del Alma de Frank Westerman, por Nelson Rivera

"Lento descenso a las entrañas del infierno. Escandaloso pasaje por los miasmas del estalinismo. Si en cualquier momento de la lectura el medidor interno del asombro parece haber alcanzado su cota más alta, en la página siguiente será superado para establecer una nueva medida.

Lo que en principio parece un ensayo histórico sobre el escritor Konstantin Pautovski y su novela La bahía de Kara Bogaz, resulta a la postre el recorrido por un infernal laberinto: máquina de moler artistas, el sistema que arrinconaba, coaccionaba y liquidaba a los escritores en la Rusia de Josef Stalin.

Metódica asfixia: se imponían los temas, el tono, la obligación de cantar los logros de la revolución bolchevique y la de reiterar, una y otra vez, el elogio a Stalin, de homenajear al perverso siempre insatisfecho.

Quien se negara a loar al "Maestro Bienamado" corría el riesgo de ser asesinado (Georgi Nikoforov se llamaba el novelista que un día propuso, "sólo por una vez", no brindar por Stalin: murió fusilado).

Y para alcanzar estas metas se contaba no sólo con el recurso de los cuerpos de seguridad: había diarios, revistas, infamantes gremios de escritores y escritores más infames todavía (insisto, Máximo Gorki fue una de esas figuras cómplices de la criminalidad comunista en contra de los escritores). Pero sobre todo, y esto es un vector central en este libro, se había puesto en funcionamiento un aparato de propaganda cuya finalidad consistía en torcer la realidad, al extremo de inventar geografías y supuestas obras de infraestructura, con el único propósito de vocear el éxito del socialismo real.

Ingenieros del alma circuló por primera vez en nuestra lengua en el año 2005. Ahora, una edición de Siruela y Random House Mondadori (España, 2009) lo trae en formato de bolsillo. Westerman, periodista holandés, autor de varios libros reportaje, reconocidos con importantes premios, describe los métodos literarios con que los escritores morían o sobrevivían. Operación de olfato, paciencia y sensibilidad, Westerman compara las diversas y contradictorias bahías de Kara Bogaz: la que se describe en la novela de Pautovski, contrapuesta al silencio del propio autor en su libro de memorias y, a su vez, ambas comparadas con los mapas de las distintas etapas del régimen, con las declaraciones de los voceros oficiales, y con las declaraciones de testigos que encontró en sus peripecias de reportero, para que de todo ello surja, como nauseabunda fantasmagoría, la esencia del régimen totalitario: su capacidad de negar la realidad y fabricar otra inexistente o distorsionada, hasta el punto de modificar a conveniencia no la geografía, sino la cartografía de la nación, y así complacer las fantasías del monstruo Stalin." (vía el nacional)

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