miércoles, septiembre 13, 2006

Un homenaje para despedir al extécnico vinotinto Victor Pignanelli

a José Urriola, que tanto disfrutó el partido

"Victor Pignanelli reunió la noche anterior a sus hombres. Con su voz ronca trató de penetrar en el orgullo del equipo, buscando motivación para la misión imposible. 'Tenemos que sacar la cara por Venezuela, estamos en Paraguay y ellos necesitan la ayuda de nosotros, no tenemos nada que perder, juguemos con confianza' (...)

Venezuela se despediría del Torneo Preolímpico enfrentando a Brasil, en un domingo de lluvia torrencial, cuando en el partido la selección local no pudo superar a Colombia. Paraguay veía esfumarse toda posibilidad de ir a Barcelona, ya que su única esperanza era que Brasil no le ganara a Venezuela. Eso generó un éxodo silencioso de miles de paraguayos, que empapados y desilusionados abandonaron el estadio Defensores del Chaco.


El público paraguayo que permaneció en el estadio, alentaba a los jugadores venezolanos en el calentamiento previo. El "Vamos, Venezuela", se oía entre los sorbos de tereré, la infusión fría que sustituye al mate en tiempos de calor, que justamente esa noche no era tanto.

En el momento de los himnos Edson Rodríguez volvió a rezar. Esa era su única cábala. El planteamiento de Pignarelli se basaba, lógicamente, en aguantar el aluvión brasilero (...)


'Ellos tiraron un centro y, cuando el delantero iba a cabecear, se fue la luz´. A lo mejor hubiera sido gol. Estaban encima de nosotros. Nos atacaban. Nos tenían encerrados. Ellos se enfriaron allí y el equipo de nosotros agarró un segundo aire' [relata Edson Rodríguez]

Volvió la luz y el desarrollo cambió. Y a los poco minutos le cometieron un penal claro a Gerson Díaz. El panorama mejoraba.

Y a los 37 minutos, Leonardo González traspasó la mitad de la cancha dejando a un brasilero en el camino, cruzó a la derecha para Gerson Díaz, quien se agigantó para resistir un choque con un defensor mucho más grande y recién cayó al llegar a la línea de fondo para tirar un centro perfecto. El que entraba era Edson Rodríguez.

'Gol de Venezuela. No importa quién lo hizo', gritaba eufórico Johnny Zevallos, relator de la radio 1ero de marzo, mientras Romai Ugarte tuvo que meterse debajo de la mesa para explicarle a la audiencia venezolana cómo había sido el gol, ante la invasión de hinchas paraguayos en la caseta sin vidrios, para abrazar a los integrante sde la trasmisión.

Venezuela aguantó tocando a un Brasil tan nervioso como perplejo. Cuando Elivelton empató a los 24, 'uno se pone a pensar que vienen los demás, pero el equipo no decayó'. Edson Tortolero mandaba desde el fondo. Félix Golindano atajaba como nunca. Los brasileros se desesperaban, peleaban entre ellos y se insultaban.

De la banca comenzaron a vociferar que faltaban cinco, tres. 'Cuando terminó salí corriendo, abracé a Golindano llorando y la gente saltó al campo. Nos abrazaban, nos cargaban y gritaban". Con la música futbolera de la marcha peronista, los paraguayos cantaban: 'Qué grande sos, Venezuela, qué grande sos'." (del libro "Gol de venezuela" de Edgardo Broner)

Y así nosotros decimos hoy: ¡Qué grande sos, Pignanelli, qué grande sos!

¡Salud por ti!