Una recuerdo nocturno para Froiber Rodríguez, una de las pasajeras de la avioneta desaparecida el pasado 24 de julio en el estado Aragua, Venezuela
Leo en el diario El carabobeño la siguiente nota: "Por su parte, María Berenice Castillo, hermana de Marisela Castillo, otra de los pasajeros, solicitó al Gobierno Nacional el apoyo, para esta búsqueda, además de la implementación de nuevas leyes de seguridad en los aeropuertos “necesitamos que esto tenga una solución, nuestros hijos, hermanos, sobrinos se encuentran en esa montaña y no sabemos nada, queremos reforma a las normas de seguridad en el aeropuerto, no puede ser que hasta la fecha no se haya dado con el paradero de la avioneta, la gente no se desintegra, no puede ser que la torre de control no sepa donde desapareció la avioneta, son 6 vidas.”"
Berenice era el prototipo de la hermana mayor. Estudiaba último año de Derecho en la Universidad Santa María cuando nosotros comenzábamos la carrera. Ella nos comentaba acerca de lo que podíamos esperar de los profesores. De la dinámica de los exámenes y los trabajos. De cómo se hacía más interesante a medida que se avanzaba.
La recuerdo yendo a buscar a Froiber, dándome las gracias si algún día llevaba a su hermana a casa, conversando con nosotros. Era una especie de hermana mayor colectiva.
Ahora está en el aeropuerto de Valencia, aprendiendo toda la jerga de los rescatistas, esperando alguna noticia cada vez que ve regresar uno de los vuelos de reconocimiento, con el mundo trastocado. Junto a su padre, junto a los familiares de los demás pasajeros.
Una representación de Esperando a Godot, un limbo, algo cercano a un purgatorio.
Y afuera nosotros, espectadores más o menos involucrados, más o menos identificados, más o menos esperanzados o afectados.
Ha sido un viaje emocional extraño y muy intenso.
Sigue siéndolo.
¡Salud, Froi!
Berenice era el prototipo de la hermana mayor. Estudiaba último año de Derecho en la Universidad Santa María cuando nosotros comenzábamos la carrera. Ella nos comentaba acerca de lo que podíamos esperar de los profesores. De la dinámica de los exámenes y los trabajos. De cómo se hacía más interesante a medida que se avanzaba.
La recuerdo yendo a buscar a Froiber, dándome las gracias si algún día llevaba a su hermana a casa, conversando con nosotros. Era una especie de hermana mayor colectiva.
Ahora está en el aeropuerto de Valencia, aprendiendo toda la jerga de los rescatistas, esperando alguna noticia cada vez que ve regresar uno de los vuelos de reconocimiento, con el mundo trastocado. Junto a su padre, junto a los familiares de los demás pasajeros.
Una representación de Esperando a Godot, un limbo, algo cercano a un purgatorio.
Y afuera nosotros, espectadores más o menos involucrados, más o menos identificados, más o menos esperanzados o afectados.
Ha sido un viaje emocional extraño y muy intenso.
Sigue siéndolo.
¡Salud, Froi!
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