Una mirada de Milagros Socorro al carácter de Manuel Rosales
Como buena narradora, Milagros Socorro sabe que siempre es mejor mostrar que simplemente decir o referir.
De esta manera leemos en el nacional esta estupenda caracterización de Manuel Rosales.
A buen entendedor...
"Una noche de 1984, poco después de las elecciones de diciembre de 1983, cuando salió triunfador Jaime Lusinchi, se hizo una sesión solemne en un teatro de Santa Bárbara del Zulia para instalar el Concejo Municipal del distrito Colón y nombrar su junta directiva.
Acción Democrática había obtenido la mayoría de los votos y, desde luego, el presidente del Concejo sería uno de sus militantes. Todo constaba en el acta protocolar que estaba a punto de ser leída y firmada. El teatro estaba lleno. Tampoco es que la oferta nocturna de Santa Bárbara fuera muy variada, de manera que al evento concurrieron los políticos de la subregión y una multitud de simples espectadores. Entre ellos se encontraba el joven diputado a la Asamblea Legislativa y jefe de AD en el sur del lago, Manuel Rosales.
Cuando se da lectura al acta, se produce una sorpresa: el nombre del presidente era distinto al que constaba en el acta. Se había producido una pequeña conspiración y entonces empezó la algarabía. La concurrencia se dividió en dos bandos y cada uno gritaba el nombre de los dos concejales: el que estaba dispuesto por el partido para presidir el cabildo y el que a última hora había sido impuesto. Era evidente que todo aquello estaba montado. El conflicto fue cobrando intensidad. Se alzaban voces furiosas. Ya nadie escuchaba a nadie. La trifulca se había generalizado y el estruendo era atronador.
En medio de la algazara se oyeron unos disparos. E inmediatamente se hizo el silencio. La gente corrió hacia las puertas del teatro y dentro quedaron muy pocas personas. Sentado en una butaca estaba el autor de los tiros, Manuel Rosa les. Y a pocas filas, el oficial de la Guardia Nacional que actuaba como autoridad militar de la zona.
EL UNIFORMADO SE ACERCÓ AL DIPUTADO PARA PEDIRLE CUENTAS POR AQUELLA CONDUCTA.
--Mire, capitán le dijo Rosales los militares no entienden de política. Y muchas veces en política hay que hacer cosas que los militares no entienden.
Y acto seguido puso en manos del oficial un legajo, diciéndole: "Lo hago responsable del libro de actas".
El capitán cogió el libro y le dijo a Rosales que lo esperaba en el comando.
A los pocos minutos la sede militar se había llenado de gente y daba la impresión de que iba a repetirse la bullaranga de la víspera. El capitán hizo pasar a su oficina a Rosales y al vocero de sus contrincantes, quien le espetó al actual candidato de la oposición que él no tenía nada que hacer allí, que ya la decisión estaba tomada.
--¿Vos creéis que me vais a joder a mí? le contestó Rosales. Pues estáis muy equivocado, porque nosotros somos mayoría y el presidente del Concejo es el que dice en ese libro de actas.
Dicho lo cual salió de la sede del comando y congregó a los adecos que estaban fuera, esperando el resultado de la reunión. Este diálogo no pudo ser escuchado por más nadie. Pero el caso es que no pasó demasiado tiempo para que se determinara quién era el que se había volteado y para que éste reconociera de viva voz que la junta directiva era la que estaba anotada en el documento. No habría más presidente que el pautado por la mayoría adeca.
El hombre había cobrado."
De esta manera leemos en el nacional esta estupenda caracterización de Manuel Rosales.
A buen entendedor...
"Una noche de 1984, poco después de las elecciones de diciembre de 1983, cuando salió triunfador Jaime Lusinchi, se hizo una sesión solemne en un teatro de Santa Bárbara del Zulia para instalar el Concejo Municipal del distrito Colón y nombrar su junta directiva.
Acción Democrática había obtenido la mayoría de los votos y, desde luego, el presidente del Concejo sería uno de sus militantes. Todo constaba en el acta protocolar que estaba a punto de ser leída y firmada. El teatro estaba lleno. Tampoco es que la oferta nocturna de Santa Bárbara fuera muy variada, de manera que al evento concurrieron los políticos de la subregión y una multitud de simples espectadores. Entre ellos se encontraba el joven diputado a la Asamblea Legislativa y jefe de AD en el sur del lago, Manuel Rosales.
Cuando se da lectura al acta, se produce una sorpresa: el nombre del presidente era distinto al que constaba en el acta. Se había producido una pequeña conspiración y entonces empezó la algarabía. La concurrencia se dividió en dos bandos y cada uno gritaba el nombre de los dos concejales: el que estaba dispuesto por el partido para presidir el cabildo y el que a última hora había sido impuesto. Era evidente que todo aquello estaba montado. El conflicto fue cobrando intensidad. Se alzaban voces furiosas. Ya nadie escuchaba a nadie. La trifulca se había generalizado y el estruendo era atronador.
En medio de la algazara se oyeron unos disparos. E inmediatamente se hizo el silencio. La gente corrió hacia las puertas del teatro y dentro quedaron muy pocas personas. Sentado en una butaca estaba el autor de los tiros, Manuel Rosa les. Y a pocas filas, el oficial de la Guardia Nacional que actuaba como autoridad militar de la zona.
EL UNIFORMADO SE ACERCÓ AL DIPUTADO PARA PEDIRLE CUENTAS POR AQUELLA CONDUCTA.
--Mire, capitán le dijo Rosales los militares no entienden de política. Y muchas veces en política hay que hacer cosas que los militares no entienden.
Y acto seguido puso en manos del oficial un legajo, diciéndole: "Lo hago responsable del libro de actas".
El capitán cogió el libro y le dijo a Rosales que lo esperaba en el comando.
A los pocos minutos la sede militar se había llenado de gente y daba la impresión de que iba a repetirse la bullaranga de la víspera. El capitán hizo pasar a su oficina a Rosales y al vocero de sus contrincantes, quien le espetó al actual candidato de la oposición que él no tenía nada que hacer allí, que ya la decisión estaba tomada.
--¿Vos creéis que me vais a joder a mí? le contestó Rosales. Pues estáis muy equivocado, porque nosotros somos mayoría y el presidente del Concejo es el que dice en ese libro de actas.
Dicho lo cual salió de la sede del comando y congregó a los adecos que estaban fuera, esperando el resultado de la reunión. Este diálogo no pudo ser escuchado por más nadie. Pero el caso es que no pasó demasiado tiempo para que se determinara quién era el que se había volteado y para que éste reconociera de viva voz que la junta directiva era la que estaba anotada en el documento. No habría más presidente que el pautado por la mayoría adeca.
El hombre había cobrado."
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