Un comentario personal sobre el artículo "La herencia" de Milagros Socorro
Sobre “La herencia”, de Milagros Socorro
También le cabrían a este texto los títulos: Sobre “Big fish”, de Tim Burton; Sobre “La invasiones bárbaras”, de Denys Arcand; Sobre “Smoke signals” de Sherman Alexie; o, simplemente, Sobre la paternidad en obras literarias y cinematográficas contemporáneas. Además, ¿por qué hablar de una simple columna de periódico? ¿no está la sección hecha para comentar libros completos? Sólo sobre esto último comentaré: ¿recuerdan aquella noción muy básica que nos decía que la oración es la mínima unidad del lenguaje con sentido completo? Pues esa es la idea de tratar libros completos en esta columna, explorar desarrollos sensibles con coherencia y profundidad razonables y la columna de Milagros Socorro, escrita con motivo del fallecimiento de su padre, en menos de seis mil caracteres lo hace, no me queda duda de que lo logra.
Vamos a comenzar mal con el lugar común del dolor generando belleza. Tal vez valga la pena recordar que se trata de un dolor real, nada menos que la pérdida del padre y no de uno vago y sinuoso sino de una presencia fuerte que, sin duda va a dejar un vacío.
Pero Milagros, claro, habla como hija ¿Qué diremos nosotros, los hijos? Es que, sólo nosotros lo entendemos, nuestro padre, aceptémoslo o no, es como la marca olímpica que hay que pasar la vida buscando batir. Como un designio de los dioses que se debe enfrentar. No hay salida.
Dice Milagros: “Es incalculable. Mis tres hermanos y yo debemos ser en este momento los latinoamericanos más ricos del mundo. Mi padre murió el domingo a las nueve y doce minutos de la noche dejándonos esta rara paz y estas lágrimas de orgullo, de gratitud, de reconocimiento al enorme legado que, en cuanto salgamos de la resaca, vamos a dispendiar como lo que somos: unos ricos herederos.” Dice Sherman Alexie en un poema que incluye en el guión de “Smoke signals”: “How do we forgive our fathers? Maybe in a dream”. Will Bloom en “Big fish” trata de desacralizar las historias de su padre. El hijo de “Invasiones bárbaras” trata de demostrarle a su padre todo lo inútiles que le son, en su lecho de muerte, las ideologías. Es una batalla en la que puede variar el escenario pero, en su esencia, es natural y cruel.
En la relación padre-hijo están las manifestaciones, los retos externos, un llevar bien el apellido de la familia como una tarea abstracta, pero también las corrientes subterráneas: ser médico, abogado, ingeniero, arquitecto, pintor, escritor, periodista, animador, deportista, cantante, violinista, comerciante como tu padre. Y más en el subsuelo está la exigencia, hay que ser mejor que el padre. Curiosa manera de buscar el progreso del universo.
Por eso es que, el proceso de decadencia de nuestros padres lo imaginamos, lo vivimos, secretamente, con disfrute clandestino porque es una victoria sobre lo que ha sido tanto talento, tanta extravagancia, tanto derroche de vida que, en un instante, nos da el alivio de saber que es un patrimonio que, definitivamente, cesa de crecer con ese último suspiro. Por eso no nos puede resultar extraña la manía del hijo en “Big fish” de buscar “la verdad”, porque sabemos que cada paso en el camino hacia esa verdad, cada rasgo de maravilla que le quitamos a la figura paterna es un centímetro que le bajamos al listón que tenemos que saltar, un segundo más en el cronómetro para el tiempo que debemos cumplir la distancia de la carrera, una oportunidad para cumplir, con menos angustia, el papel de hijos.
Milagros logra decir: “Ahora somos, ya usted ve, unos ricos herederos. Nuestro padre nos ha dejado el legado que no merma y nos levantó unidos –era su gran orgullo-y bailarines. Nos dio, además, la ocasión de cumplir con nuestro deber (que reconoció muchas veces, de lo más chévere).” Sherman Alexie, una vez más, pregunta: “Do we forgive our fathers in our age or in theirs? Or in their deaths? Saying to them or not saying it?”.
Estamos reprochándole muchas cosas a nuestros padres gran parte de la vida. De hecho, ni siquiera tiene que ser algo biológico, hay excéntricos que le reclaman a los “padres de la patria” que “no dejaron nada por hacer”. Es muy probable no sólo que no ganemos, sino que descubramos que, en ningún momento, tuvimos oportunidad alguna de ganar. Pero igual, ingenuamente, lo intentamos y nada nos para sino la muerte. La nuestra. O La del padre.
Y ante la muerte, esa manifestación tan definitiva, ese fin de año para siempre, esa cerrazón de un círculo, Milagros comenta: “Aún en la pérdida, la paz es tanta.” Pero Sherman Alexie, como para ayudarnos con el contrapunteo, para reafirmarnos en estas cosas que apenas sospechamos y compartimos como hipótesis faltas de mucho experimento y mucha comprobación, anota: “If we forgive our fathers, what is left?”.
Publicado originalmente en "Panfleto negro"
También le cabrían a este texto los títulos: Sobre “Big fish”, de Tim Burton; Sobre “La invasiones bárbaras”, de Denys Arcand; Sobre “Smoke signals” de Sherman Alexie; o, simplemente, Sobre la paternidad en obras literarias y cinematográficas contemporáneas. Además, ¿por qué hablar de una simple columna de periódico? ¿no está la sección hecha para comentar libros completos? Sólo sobre esto último comentaré: ¿recuerdan aquella noción muy básica que nos decía que la oración es la mínima unidad del lenguaje con sentido completo? Pues esa es la idea de tratar libros completos en esta columna, explorar desarrollos sensibles con coherencia y profundidad razonables y la columna de Milagros Socorro, escrita con motivo del fallecimiento de su padre, en menos de seis mil caracteres lo hace, no me queda duda de que lo logra.
Vamos a comenzar mal con el lugar común del dolor generando belleza. Tal vez valga la pena recordar que se trata de un dolor real, nada menos que la pérdida del padre y no de uno vago y sinuoso sino de una presencia fuerte que, sin duda va a dejar un vacío.
Pero Milagros, claro, habla como hija ¿Qué diremos nosotros, los hijos? Es que, sólo nosotros lo entendemos, nuestro padre, aceptémoslo o no, es como la marca olímpica que hay que pasar la vida buscando batir. Como un designio de los dioses que se debe enfrentar. No hay salida.
Dice Milagros: “Es incalculable. Mis tres hermanos y yo debemos ser en este momento los latinoamericanos más ricos del mundo. Mi padre murió el domingo a las nueve y doce minutos de la noche dejándonos esta rara paz y estas lágrimas de orgullo, de gratitud, de reconocimiento al enorme legado que, en cuanto salgamos de la resaca, vamos a dispendiar como lo que somos: unos ricos herederos.” Dice Sherman Alexie en un poema que incluye en el guión de “Smoke signals”: “How do we forgive our fathers? Maybe in a dream”. Will Bloom en “Big fish” trata de desacralizar las historias de su padre. El hijo de “Invasiones bárbaras” trata de demostrarle a su padre todo lo inútiles que le son, en su lecho de muerte, las ideologías. Es una batalla en la que puede variar el escenario pero, en su esencia, es natural y cruel.
En la relación padre-hijo están las manifestaciones, los retos externos, un llevar bien el apellido de la familia como una tarea abstracta, pero también las corrientes subterráneas: ser médico, abogado, ingeniero, arquitecto, pintor, escritor, periodista, animador, deportista, cantante, violinista, comerciante como tu padre. Y más en el subsuelo está la exigencia, hay que ser mejor que el padre. Curiosa manera de buscar el progreso del universo.
Por eso es que, el proceso de decadencia de nuestros padres lo imaginamos, lo vivimos, secretamente, con disfrute clandestino porque es una victoria sobre lo que ha sido tanto talento, tanta extravagancia, tanto derroche de vida que, en un instante, nos da el alivio de saber que es un patrimonio que, definitivamente, cesa de crecer con ese último suspiro. Por eso no nos puede resultar extraña la manía del hijo en “Big fish” de buscar “la verdad”, porque sabemos que cada paso en el camino hacia esa verdad, cada rasgo de maravilla que le quitamos a la figura paterna es un centímetro que le bajamos al listón que tenemos que saltar, un segundo más en el cronómetro para el tiempo que debemos cumplir la distancia de la carrera, una oportunidad para cumplir, con menos angustia, el papel de hijos.
Milagros logra decir: “Ahora somos, ya usted ve, unos ricos herederos. Nuestro padre nos ha dejado el legado que no merma y nos levantó unidos –era su gran orgullo-y bailarines. Nos dio, además, la ocasión de cumplir con nuestro deber (que reconoció muchas veces, de lo más chévere).” Sherman Alexie, una vez más, pregunta: “Do we forgive our fathers in our age or in theirs? Or in their deaths? Saying to them or not saying it?”.
Estamos reprochándole muchas cosas a nuestros padres gran parte de la vida. De hecho, ni siquiera tiene que ser algo biológico, hay excéntricos que le reclaman a los “padres de la patria” que “no dejaron nada por hacer”. Es muy probable no sólo que no ganemos, sino que descubramos que, en ningún momento, tuvimos oportunidad alguna de ganar. Pero igual, ingenuamente, lo intentamos y nada nos para sino la muerte. La nuestra. O La del padre.
Y ante la muerte, esa manifestación tan definitiva, ese fin de año para siempre, esa cerrazón de un círculo, Milagros comenta: “Aún en la pérdida, la paz es tanta.” Pero Sherman Alexie, como para ayudarnos con el contrapunteo, para reafirmarnos en estas cosas que apenas sospechamos y compartimos como hipótesis faltas de mucho experimento y mucha comprobación, anota: “If we forgive our fathers, what is left?”.
Publicado originalmente en "Panfleto negro"
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