Un comentario de Roger Scruton sobre la personalidad de Noam Chomsky
"Para sus partidarios, Noam Chomsky es un campeón valeroso y franco de los oprimidos frente a una clase política corrupta y criminal. Pero para sus opositores es un engreído grandilocuente que elige una visión unilateral de la política para darse aires. Y es sin duda innegable que su costumbre de excusar u omitir los defectos de los enemigos de EE.UU., y de achacarle todos los males a su país natal, sugiere que ha invertido más en su postura de acusación que lo que ha invertido en la verdad.
Política sin malas intenciones
Tal vez sea injusto describir esta postura como "adolescente": después de todo, hay mucha gente adulta que cree que tras la II Guerra Mundial, la política exterior norteamericana se ha basado en un concepto equivocado del rol de EE.UU. en el mundo. Y es cierto que todos cometemos errores -de modo que el apoyo en el pasado de Chomsky a regímenes que nadie podría apoyar retrospectivamente, como el de Pol Pot, no es señal de maldad. Pero tampoco lo son los errores de la política exterior estadounidense.
Esto es importante, pues su habilidad para despertar no sólo desprecio por la política exterior norteamericana, sino un sentido muy profundo de que es guiada por una especie de conspiración criminal, proporciona el motivo para las incesantes diatribas del profesor Chomsky y la explicación de su influencia. El mundo está lleno de gente que desea pensar mal de los Estados Unidos. Y a la mayoría de ellos les agradaría ser norteamericanos. El Medio Oriente está repleto de ese tipo de gente, y Chomsky apela directamente a su envidia, como también al resentimiento de líderes como el Presidente Chávez que no toleran ver una libertad que no tienen la más remota noción de cómo lograr o el menor deseo real de emular.
El éxito genera resentimiento, y el resentimiento que no tiene una válvula de escape se convierte en un deseo de destrucción. La prueba de esto la pudimos ver el 9/11 y en casi todas las declaraciones que han surgido de los islamistas desde entonces. Pero los estadounidenses simplemente no quieren creer en ello. Creen que los demás sienten la misma satisfacción por el éxito de EE.UU. que ellos, a su vez, sienten frente al éxito de los demás. Pero esta satisfacción frente al éxito de los demás, que es la gran virtud de EE.UU., no se advierte en aquellos que lo acusan. Odian a EE.UU., no por sus faltas, sino por sus virtudes, que arrojan una luz humillante sobre quienes no se pueden adaptar al mundo moderno o aprovechar sus logros.
El profesor Chomsky es un hombre inteligente. No todo lo que le critica a su país está equivocado. Sin embargo, no es apreciado por sus verdades, sino por su ira que le echa carbón a la de sus admiradores. Alimenta el fariseísmo de los enemigos de EE.UU., quienes a su vez alimentan el fariseísmo del profesor Chomsky. Y en el consiguiente incendio se pierde todo, incluyendo la crítica constructiva que EE.UU. tanto necesita, y que -a diferencia de sus enemigos, incluyendo el profesor Chomsky- está dispuesto a escuchar." (el mercurio)
Política sin malas intenciones
Tal vez sea injusto describir esta postura como "adolescente": después de todo, hay mucha gente adulta que cree que tras la II Guerra Mundial, la política exterior norteamericana se ha basado en un concepto equivocado del rol de EE.UU. en el mundo. Y es cierto que todos cometemos errores -de modo que el apoyo en el pasado de Chomsky a regímenes que nadie podría apoyar retrospectivamente, como el de Pol Pot, no es señal de maldad. Pero tampoco lo son los errores de la política exterior estadounidense.
Esto es importante, pues su habilidad para despertar no sólo desprecio por la política exterior norteamericana, sino un sentido muy profundo de que es guiada por una especie de conspiración criminal, proporciona el motivo para las incesantes diatribas del profesor Chomsky y la explicación de su influencia. El mundo está lleno de gente que desea pensar mal de los Estados Unidos. Y a la mayoría de ellos les agradaría ser norteamericanos. El Medio Oriente está repleto de ese tipo de gente, y Chomsky apela directamente a su envidia, como también al resentimiento de líderes como el Presidente Chávez que no toleran ver una libertad que no tienen la más remota noción de cómo lograr o el menor deseo real de emular.
El éxito genera resentimiento, y el resentimiento que no tiene una válvula de escape se convierte en un deseo de destrucción. La prueba de esto la pudimos ver el 9/11 y en casi todas las declaraciones que han surgido de los islamistas desde entonces. Pero los estadounidenses simplemente no quieren creer en ello. Creen que los demás sienten la misma satisfacción por el éxito de EE.UU. que ellos, a su vez, sienten frente al éxito de los demás. Pero esta satisfacción frente al éxito de los demás, que es la gran virtud de EE.UU., no se advierte en aquellos que lo acusan. Odian a EE.UU., no por sus faltas, sino por sus virtudes, que arrojan una luz humillante sobre quienes no se pueden adaptar al mundo moderno o aprovechar sus logros.
El profesor Chomsky es un hombre inteligente. No todo lo que le critica a su país está equivocado. Sin embargo, no es apreciado por sus verdades, sino por su ira que le echa carbón a la de sus admiradores. Alimenta el fariseísmo de los enemigos de EE.UU., quienes a su vez alimentan el fariseísmo del profesor Chomsky. Y en el consiguiente incendio se pierde todo, incluyendo la crítica constructiva que EE.UU. tanto necesita, y que -a diferencia de sus enemigos, incluyendo el profesor Chomsky- está dispuesto a escuchar." (el mercurio)
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