Una interesante entrevista con el pintor Manuel Quintana Castillo tras la aparición del libro
"-Como artista y académico, ¿qué percibe en el actual movimiento artístico venezolano?
-Sólo se crea en función de lo ya creado, es decir, de la tradición. A los artistas que están empezando les pueden atraer distintas cosas, eso es natural. Sería muy terrible que un joven de 21 años tenga deci dido quién es y hacia dónde va. Lo que ellos no tienen muy claro es que primero vienen las épocas de estudio y asimilación, luego, de experimentación. Por el proceso de la industria cultural al joven lo han convertido en algo extraño, también es culpa de la gente que se deslumbra con el fenómeno del arte joven. Me contenta que se tenga esperanza por los lenguajes que están por surgir, pero, también creo que al muchacho se le profesionaliza desde muy temprano. Gana un premio y se convierte en una categoría establecida, con un magisterio y una conducta determinada, que no se puede eludir. Pienso que el excesivo éxito le resta espontaneidad al joven artista. Aquí lo consagran muy rápido. En este país hay una especie de "efebocracia".
-¿Podría explicar la "efebocra cia" con más detalle?
-Lo que pasa es que la crítica ha desaparecido. No tengo ningún prejuicio contra los curadores, creo que son gente inteligente, muy propensos al estudio. Pero la desaparición de la crítica es un hecho lamentable. Me molesta que se haya asumido un carácter excluyente en cuanto a determinadas formas del arte, una de las ediciones del salón de jóvenes artistas me pareció injusta, porque se creó lo que llamo la "efebocracia". Que no es sino el fanatismo por el "arte joven", como si los jóvenes de hoy no fueran los viejos del mañana. Claro que los jóvenes son importantes, pero el trabajo de alguien que tiene 50 años investigando también es importante. Entonces a qué se le apuesta en este país: a lo que va a aparecer, o, a lo que ya existe. Yo creo que ambas cosas valen.
-¿Entonces siente en el movimiento artístico nacional un vacío en cuanto a crítica se refiere?
-Mira el crítico acompaña al creador, es un observador que encuentra lecturas que el mismo artista no había previsto. Uno plantea cosas en los cuadros con una inocencia previa, con un conocimiento instintivo antes de conocerlas realmente. Es una forma de inocencia que es sana para el artista. Creo que la crítica es necesaria y la curaduría también siempre y cuando no sean parcializadas. Tiene que surgir una nueva generación de críticos, la verdad es que no sé qué han hecho todas estas escuelas de arte y las universidades, porque, se supone que deberían salir estudiosos e investigadores. Mi sorpresa es que eso se acabó aquí, después que se retiró la generación de Calzadilla, se acabó la crítica.
-¿Qué opina del predominio de "lo visual", sobre el discurso plástico?
-Ahora no se habla de lo plástico, sino de lo visual. En su momento tuve muchas reservas con eso y fui el único que no estaba de acuerdo. Decía que todo lo que es plástico es visual, pero no todo lo visual es plástico. Entonces ¿qué es lo plástico? Lo que le confiere categoría estética a lo visual. Para que algo visual tenga dignidad tiene que tener una categoría estética y eso sólo lo da lo plástico. En fotografía, en pintura, hasta en el performance, porque si no lo tiene es un acto de comunicación, de un mensaje distinto, pero para ser arte tiene que tener un contenido dentro de los lenguajes del arte.
-La producción limitada es una característica de su obra, ¿a qué obedece esto?
-Pertenezco a una raza rara de artistas. Para el pintor es un orgullo vender y muchos galeristas tienen como paradigma al que más vende. Pero están equivocados, porque yo sólo vendí cuadros por necesidad, para poder vivir. Siempre quise ser independiente, por eso trabajé en otras cosas para no tener que vivir de la pintura y, sin embargo, en mi época de realismo mágico vendí dos o tres piezas, como Entre la ciudad, de las que me arrepiento. Sé que hay grandes cuadros que han salido de mis manos, no sufro de falsa modestia, como Cúpira, La tejedora de nubes y La bailarina nocturna. Aquí el único artista que vendía aparte de Manuel Cabré era Virgilio Trompiz, que era un virtuoso. Luego todo cambió.
-Con la excepción de los gru pos Sardio y El León de Oro, toda su obra se ha gestado al margen de colectivos y vanguardias ¿a qué responde esta decisión?
-Un curador de cuyo nombre no quiero acordarme decía que los artistas venezolanos funcionaban en grupos: La Academia, el Círculo de Bellas Artes, Los Disidentes y el Taller de Arte Libre, pero yo siempre funcioné en la soledad. Lo que hacía no entraba en ninguna ortodoxia, fui heterodoxo y libre. Asumí el rigor de la libertad, me dije: "Quiero ser libre pero dentro de mi propio rigor por la calidad en las obras plásticas". Eso se percibe, al pintar un cuadro uno sabe inmediatamente si tiene dignidad plástica o no.
-¿Cuál debe ser la búsqueda del arte venezolano en este siglo?
-Hay que recuperar lo plástico que ha desaparecido, que está desterrado desde hace como 15 años. Porque eso es lo que le da dignidad estética a lo visual; sin lo plástico, eso nunca será arte. No me pongo como modelo, ni le impongo mis criterios a nadie, porque cada quien elige su destino, por eso me convertí en un personaje atípico y lo atípico no se soporta. Exigiría siempre dos derechos constitucionales: el derecho a la inocencia y el derecho a la soledad." (el nacional)
-Sólo se crea en función de lo ya creado, es decir, de la tradición. A los artistas que están empezando les pueden atraer distintas cosas, eso es natural. Sería muy terrible que un joven de 21 años tenga deci dido quién es y hacia dónde va. Lo que ellos no tienen muy claro es que primero vienen las épocas de estudio y asimilación, luego, de experimentación. Por el proceso de la industria cultural al joven lo han convertido en algo extraño, también es culpa de la gente que se deslumbra con el fenómeno del arte joven. Me contenta que se tenga esperanza por los lenguajes que están por surgir, pero, también creo que al muchacho se le profesionaliza desde muy temprano. Gana un premio y se convierte en una categoría establecida, con un magisterio y una conducta determinada, que no se puede eludir. Pienso que el excesivo éxito le resta espontaneidad al joven artista. Aquí lo consagran muy rápido. En este país hay una especie de "efebocracia".
-¿Podría explicar la "efebocra cia" con más detalle?
-Lo que pasa es que la crítica ha desaparecido. No tengo ningún prejuicio contra los curadores, creo que son gente inteligente, muy propensos al estudio. Pero la desaparición de la crítica es un hecho lamentable. Me molesta que se haya asumido un carácter excluyente en cuanto a determinadas formas del arte, una de las ediciones del salón de jóvenes artistas me pareció injusta, porque se creó lo que llamo la "efebocracia". Que no es sino el fanatismo por el "arte joven", como si los jóvenes de hoy no fueran los viejos del mañana. Claro que los jóvenes son importantes, pero el trabajo de alguien que tiene 50 años investigando también es importante. Entonces a qué se le apuesta en este país: a lo que va a aparecer, o, a lo que ya existe. Yo creo que ambas cosas valen.
-¿Entonces siente en el movimiento artístico nacional un vacío en cuanto a crítica se refiere?
-Mira el crítico acompaña al creador, es un observador que encuentra lecturas que el mismo artista no había previsto. Uno plantea cosas en los cuadros con una inocencia previa, con un conocimiento instintivo antes de conocerlas realmente. Es una forma de inocencia que es sana para el artista. Creo que la crítica es necesaria y la curaduría también siempre y cuando no sean parcializadas. Tiene que surgir una nueva generación de críticos, la verdad es que no sé qué han hecho todas estas escuelas de arte y las universidades, porque, se supone que deberían salir estudiosos e investigadores. Mi sorpresa es que eso se acabó aquí, después que se retiró la generación de Calzadilla, se acabó la crítica.
-¿Qué opina del predominio de "lo visual", sobre el discurso plástico?
-Ahora no se habla de lo plástico, sino de lo visual. En su momento tuve muchas reservas con eso y fui el único que no estaba de acuerdo. Decía que todo lo que es plástico es visual, pero no todo lo visual es plástico. Entonces ¿qué es lo plástico? Lo que le confiere categoría estética a lo visual. Para que algo visual tenga dignidad tiene que tener una categoría estética y eso sólo lo da lo plástico. En fotografía, en pintura, hasta en el performance, porque si no lo tiene es un acto de comunicación, de un mensaje distinto, pero para ser arte tiene que tener un contenido dentro de los lenguajes del arte.
-La producción limitada es una característica de su obra, ¿a qué obedece esto?
-Pertenezco a una raza rara de artistas. Para el pintor es un orgullo vender y muchos galeristas tienen como paradigma al que más vende. Pero están equivocados, porque yo sólo vendí cuadros por necesidad, para poder vivir. Siempre quise ser independiente, por eso trabajé en otras cosas para no tener que vivir de la pintura y, sin embargo, en mi época de realismo mágico vendí dos o tres piezas, como Entre la ciudad, de las que me arrepiento. Sé que hay grandes cuadros que han salido de mis manos, no sufro de falsa modestia, como Cúpira, La tejedora de nubes y La bailarina nocturna. Aquí el único artista que vendía aparte de Manuel Cabré era Virgilio Trompiz, que era un virtuoso. Luego todo cambió.
-Con la excepción de los gru pos Sardio y El León de Oro, toda su obra se ha gestado al margen de colectivos y vanguardias ¿a qué responde esta decisión?
-Un curador de cuyo nombre no quiero acordarme decía que los artistas venezolanos funcionaban en grupos: La Academia, el Círculo de Bellas Artes, Los Disidentes y el Taller de Arte Libre, pero yo siempre funcioné en la soledad. Lo que hacía no entraba en ninguna ortodoxia, fui heterodoxo y libre. Asumí el rigor de la libertad, me dije: "Quiero ser libre pero dentro de mi propio rigor por la calidad en las obras plásticas". Eso se percibe, al pintar un cuadro uno sabe inmediatamente si tiene dignidad plástica o no.
-¿Cuál debe ser la búsqueda del arte venezolano en este siglo?
-Hay que recuperar lo plástico que ha desaparecido, que está desterrado desde hace como 15 años. Porque eso es lo que le da dignidad estética a lo visual; sin lo plástico, eso nunca será arte. No me pongo como modelo, ni le impongo mis criterios a nadie, porque cada quien elige su destino, por eso me convertí en un personaje atípico y lo atípico no se soporta. Exigiría siempre dos derechos constitucionales: el derecho a la inocencia y el derecho a la soledad." (el nacional)
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