domingo, febrero 04, 2007

Un recuerdo del 4-F de 1992, golpe de Estado del presidente Hugo Chávez

Ahora les da por decirle "albor de la democracia". Fue y nunca dejará de ser un golpe de Estado, el papel de los libros de historia aguanta todo, hay varias generaciones fuimos testigos inmediatos...

Estudiábamos en La Salle La Colina, vivíamos en Manzanares, para llegar a tiempo había que salir a un cuarto para la seis de la mañana, había que levantarse entre cinco y cuarto y cinco y media...

Estábamos acostumbrados a que nuestro padre o nuestra madre hiciera las rondas despertadoras. ese día fue mi padre: levántate, no va a haber clases, hay un golpe de Estado...

Con un fondo oscurísimo y acompañado solamente por una bandera de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, el hombre caminante que tres meses después de su elección había tenido que enfrentar una revuelta popular, nos explicaba que él estaba en búnker, pero que se dirigía a Miraflores porque la revuelta estaba controlada y él era el presidente legítimo...

Nunca habíamos visto nada parecido, aparte de una frase que salía en algún media de cuando en cuando, "ruido de sables", nunca pensamos que podía tener ese rostro...

Mi padre insistió: "Vamos a ver, para verificar que realmente no haya clases"

Así que salimos a la ciudad desolada, pasmada, abismada, oscurísima. Al llegar a La Salle los carros retrocedían frente al portón cerrado y tomamos de regreso a la casa a ver televisión...

Lass imágenes aparecieron y pocos imaginaron el impacto profundo que tendrían en el futuro. Eduardo Fernández corrió a abrazar al presidente Pérez en acto de humanidad suprema y solidaridad patriótica pero de estupidez política y selló su destino como dirigente. El Dr. Rafael Caldera, quien después de su repudio en Copei había pasado a lo que llamó "la reserva", decidió hacer uso de su curul como senador vitalicio y dio un esclarecedor discurso que resonaría tan fuerte que lo haría presidente año y poco después.

En respesta al discurso del Dr. Caldera, un negrito que pasaba desapercibido, Aristóbulo Istúriz, tomó derecho de palabra y con una simplicidad y franqueza que extrañábamos, lo reconocimos y luego ganaría la alcaldía del municipio Libertador y luego se uniría al portaviones chavista...

Y luego vino el novio de la madrina. Un hombre flaco, ojerozo, demacrado, derrotado por ojos orgullosos nos dijo que él era el responsable de habernos cmabiado la rutina. Él había conspirado, había planificado, había traicionado su uniforme. Y llamaba a sus compañeros a deponer las armas. Por ahora.

Pocos imaginarían que ese momento de humillación nos lo cobraría al alto precio que hoy pagamos. Que el por ahora él quería cambiarlo por un para siempre. Que se iría a la cárcel a planificar la conspiración más grande y artera en contra del país.

Vimos dos ediciones del nacional en un día, un presidente que estaba ido y regresó, dos futuros presidentes por los que nadie hubiera apostado ni un bolívar y, como si fuera una bola de cristal de bruja, una extensión del al menos 15 años de nuestro futuro...

Por ahora...

¡Salud por conservar la memoria del 4 de febrero como un golpe de Estado!

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