lunes, septiembre 11, 2006

Un comentario de Mario Vargas Llosa sobre el éxito de la serie de televisión "24"

"Las razones de ese éxito son las mismas que causaron la enorme difusión de los mejores folletines del siglo XIX, los que escribían Alejandro Dumas y Eugenio Sue, por ejemplo, o, siglos atrás, de las novelas de caballerías: bosques de historias de trepidante acción en las que justicieros individuales deshacen los entuertos de las autoridades y de los poderosos, de manera que prevalezca siempre la justicia, y en las que, al trasluz de sus gestas heroicas, se llega a palpar una realidad viviente, doméstica, y a conjurar los grandes demonios que atormentan al subconsciente colectivo. Luego del 11-S, el terrorismo ha pasado a ser el íncubo obsesionante en todos los países occidentales --con razón-y es secretamente tranquilizador saber que en el seno de ese imperio todopoderoso, al que se creía invulnerable, golpeado con tanta eficacia como crueldad por los fanáticos islamistas, existe aquella banda de hombres y mujeres fríos, eficientes, extraordinariamente diestros en el manejo de la tecnología, las armas y la resistencia física y psicológica a las peores violencias, que siempre se las arreglan para detectar las conspiraciones y atentados y frustrarlos (aunque, a veces, con elevadísimos costos).

Cada serie dura un solo día, y cada episodio ocurre en una hora, pero en ese breve tiempo suceden tantas cosas que uno tiene la sensación de que todo aquello se prolonga en verdad a lo largo de semanas o meses. Los guionistas cambian y como es lógico hay episodios más logrados que otros pero el formato está tan bien concebido, los personajes tan bien dibujados en sus estereotipos, y los altibajos de la acción tan bien graduados para mantener la expectativa y la ansiedad, con toques de sentimentalismo y de humor que equilibran las escenas de violencia, a veces casi intolerables, que la historia, con todas sus exageraciones e inverosimilitudes, fluye con naturalidad y mantiene capturada la atención del espectador como las mejores películas policiales.

Uno de sus aciertos es la alternancia constante de lo privado y lo público en el desarrollo de la acción. Ésta pasa de las discusiones más trascendentes en el cogollo del poder, la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, sus ministros, los jefes militares y policiales, a las menudas pellejerías familiares de los agentes federales, héroes y heroínas de perfil legendario en el campo de batalla y, todos ellos, sin excepción, víctimas de sórdidos y lastimosos problemas conyugales, con maridos o mujeres, hijos o madres que les causan incontables quebrantos, y preocupados, como el común de los mortales, por si el modesto salario del que viven cubrirá los gastos del mes, conservarán o perderán sus empleos y si, en los próximos ascensos, figurarán entre los beneficiados."

(el nacional)